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¿Por qué? ¿Por qué?

¿Por qué nos asesinan?

Si somos la esperanza

de América Latina

Fue el grito de guerra que se quedó grabado en mi cabeza. Las voces que lo entonaban, eran de un grupo de mujeres chicanas que agitaban sus puños al unísono. Esta imagen, junto con el calor del desierto y la sensación de mi corazón encogiéndose al ver por primera vez el muro de la frontera de México-EEUU, definitivamente hicieron de este canto algo memorable.

Hace un par de semanas —del 7 al 10 de octubre de 2016— tuve la oportunidad de acudir al encuentro en la frontera convocado por SOAW (School of the Americas Watch), una organización que trata de exponer las consecuencias de las política militar de los EEUU, entre ellas, el cierre de la Escuela de las Américas —actualmente conocida como el Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica (WHINSEC, por sus siglas en inglés)— una escuela militar que provee educación sobre reclutamiento y métodos de tortura a soldados de casi todos los países en América Latina.

Las ciudades de Nogales, Sonora, Arizona y Tucson, fueron el marco en el cual activistas de derechos humanos de toda América se dieron cita para hablar sobre la militarización de la frontera de donde brotaron datos concretos como las 253 mil armas que pasan a México o los casi 4 mil muertos en la frontera en los últimos 10 años. Así también, las historias como la de don Juan, de ‘Las Águilas del Desierto’, una organización de voluntarios dedicados a salir al desierto a recoger los cuerpos de los desafortunados que no consiguieron la enorme mentira, o ironía, del ‘sueño americano’.

Algunas otras historias recurrentes fueron las de los días que toma caminar por el desierto, con temor a ser descubierto, o morir de deshidratación o atacado por animales salvajes o animales ‘civilizados’: aquellos civiles que transitan por la frontera cazando y disparando en contra de migrantes como pasatiempo o deporte.

Organizaciones como No More Deaths/No más muertes, se encargan de dejar botes con agua en el desierto para que los viajeros deshidratados sobrevivan. Mismos botes que la Patrulla Fronteriza de los EEUU se encarga de romper o en los que escriben “Veneno” para, según ellos, desalentar a quienes pretenden cruzar.

Como si esa crueldad solventara al menos una de las políticas militares que los EEUU ha impuesto en el resto de América Latina generando problemas sistémicos entre ellos la migración.

Como si los $13,500 millones de dólares que se gastan al año en defender la frontera con México, pudieran ocultar la violencia y la miseria de algunos sectores de todos los países al sur del Río Bravo.

Como si el aumento del 75% en ese presupuesto en los últimos años pudiera detener los desplazamientos que generan la violencia y la falta de oportunidades.

Y como si pudieran ahuyentar la esperanza de una vida digna con la brutal amenaza de caer en uno de los centros de detención de migrantes, que no son más que cárceles en donde, ante la falta de documentos, son detenidos sin juicio, sin sentencia, sin voz y sin la procuración de los derechos humanos.

Tuvimos la oportunidad de participar junto con School of the Americas Watch. En la organización de un espacio de colaboración para las minorías y gente de color, activistas de Black Lives Matter, de los jornaleros indocumentados, de la Caravana contra la represión en México, de Ayotzinapa, algunos Nativos Americanos, luchadores por los derechos LGBTTTI y muchos otros, nos dimos cita para plantear una realidad. Todos somos hijos del mismo mal, perseguidos por el mismo poder hegemónico —capitalista, corporativista, machista y bueno, usted que sabe, agregue todos los ‘ista’ necesarios. La idea es entender que no somos luchas aisladas y que cuando todas las mal llamadas minorías se reúnen SOMOS UNA SÚPER MAYORÍA.

En la próxima columna intentaré relatar las diversas acciones directas que se acordaron dentro de la propuesta. Así como de la Caravana en contra de la Represión en México que mandó representantes para hablar de las luchas más representativas y cómo efectivamente las fronteras no son más que espejismos para el poder económico.

Es por eso que hacemos uso de la palabra y desde aquí expresamos fuerte y claro que no existe ningún ser humano ilegal, y que el ser indocumentado es una enfermedad inventada por el miedo y la ignorancia, y que estamos luchando todos los días para encontrar la cura.