Tener una obra de arte creada por MEG es un rito de iniciación del Distrito Misión. “Desde que era niña me encantaba pintar”, dijo la artista MEG, que también se hace llamar Señora Meg. “Estoy durmiendo y sueño que estoy pintando. Me despierto, tengo mi lienzo listo y empiezo”.
Su exposición debut, ‘Fiesta de vida y colores: una celebración en pinturas’, se encuentra actualmente en exhibición en la Galería Juan R. Fuentes, hasta el 11 de mayo. En dicha galería, más de cincuenta piezas de MEG cubren cuatro paredes de arriba a abajo. Temáticamente, su trabajo abarca la maternidad, la naturaleza y El Salvador. Se encontrarán bosques frondosos, madres acunando a sus recién nacidos, peces nadando y pájaros en una reunión armoniosa. Sus obras vívidas y coloridas parecen sacadas de un libro ilustrado.
MEG llegó a los EEUU en los años ochenta: “En El Salvador tenía una boutique donde vendía ropa. Tenía mi propia casa y mi propio negocio. Vine porque si no venía con mis hijos la guerra me los habría robado”, dijo MEG, para quien, como muchos llegados de Centroamérica, venir al norte resulta un acto de supervivencia. Sin embargo, construir un hogar en el Distrito Misión fue una elección para estar cerca de nuestra gente, cultura y arte.
“Los pájaros en el cielo están cerca de dios”, dijo MEG. “Un día fui al parque Golden Gate y había un pájaro azul. Tenía algunas nueces y comencé a llamar al pájaro: ‘Ven, azulejo, ven, azulejo, ven’. El pájaro estaba en un árbol alto y voló hacia abajo y se comió las semillas que tenía de mi mano. ¿No es eso tan hermoso? El pájaro me escuchó, desde tan alto, desde tan lejos”.
MEG crió sola a sus hijos en San Francisco, entre ellos, Josué Rojas, reconocido muralista. “Ella vendió todo lo que tenía y dejó todo lo que sabía para criarnos aquí”, dijo Rojas. “Ella ha sido mi heroína e inspiración. Por su habilidad para pintar, y por la forma en que vive su vida y su independencia”.
MEG y Josué colaboraron en la curaduría y dirección de su exposición debut. Cuando la gente pasaba por el gran ventanal de la galería, se detenía, y con las manos haciendo hueco a los ojos, se apoyaba en el cristal para observar al dúo trabajar: “Lo más interesante es que mi maestro es Josué”, dijo MEG. “Cuando me llama me dice: ‘Pinta mamá, pinta’”.
No es raro encontrarlos juntos pintando murales en San Francisco. “Nos apoyamos mucho”, dijo Rojas. “Ya sea en un ascensor enorme o en la planta baja, ella viene y me apoya. Ese ha sido un campo de entrenamiento para su pintura”.
La sinergia es evidente: ambos artistas suelen trabajar en la misma idea e intentan su propia versión. “Ella es una de mis aprendices”, dijo Rojas. “Pero soy uno de sus aprendices en la vida. Siempre hay apoyo mutuo”.
Como muchas y muchos de nosotros, MEG soportó sola la cuarentena. La mayoría de sus obras de arte en la muestra fueron creadas durante el tiempo que pasó en soledad. “Esta es una expresión de amor, luz y alegría durante el encierro”, dijo Rojas. “Ese fue uno de sus momentos más prolíficos. Me aseguré de que tuviera sus medicamentos, comida y pintura fresca. Para mantener alta su salud mental”.
Capturar los pequeños momentos de la vida es la especialidad de MEG. Su trabajo se siente como un regreso a casa después de un largo día de trabajo. Un plato caliente de comida para nutrir el alma.
“Cada una de estas pinturas es como un niño para mí”, dijo MEG. “Cada vez que creo una nueva obra de arte, sucede algo hermoso: siento que estoy recibiendo terapia. No conozco la soledad”.
Fiesta de vida y colores: Una celebración en pinturas estará disponible hasta el 11 de mayo y las obras que la conforman están a la venta en accionlatina.org.
