People at the rally for Andy Lopez took the opportunity to remember other youth of color who have died at the hands of police. La gente en la manifestación de Andy López aprovechó la oportunidad para recordar otros jóvenes de color que han muerto a manos de la policía. Photo Daniela Kantorová

La hija de Nicole Guerra, Isabella Rose, tenía solo dos años cuando murió.

Así que el día que ella ofreció sus condolencias a los padres de Andy López —el niño de 13 años asesinado a balazos en Santa Rosa por un sheriff del condado de Sonoma hace nueve meses, mientras portaba una réplica de un arma AK-47— lo hizo con sincero dolor.

“Ese día fui con Sujay y Rodrigo, y les dije: ‘Conozco este sentimiento. Sé cuanto duele. Sé lo que es perder un hijo’”, dijo Guerra. López había sido el mejor amigo de su hijo Tony desde los seis años.

El 12 de julio, Guerra ayudó a organizar a decenas de simpatizantes y organizaciones en el centro de Santa Rosa para protestar la decisión del fiscal de distrito del condado de Sonoma, Jill Ravitch, para no presentar cargos penales contra el sheriff Erik Gelhaus. Gelhaus, un maestro de campo e instructor de armas de fuego, confundió la pistola de juguete que López llevaba por un arma de fuego real y reaccionó disparando ocho veces, siete de ellos impactando en el menor.

Una investigación oficial concluyó que Gelhaus le disparó a López, “en respuesta a lo que él honesta y razonablemente creía que era una amenaza inminente de muerte o lesiones corporales graves a su persona”, y que estaba “actuando legalmente en defensa propia”.

Alrededor de 100 personas —muchas de ellas portando carteles en los que se leía ‘Despidan a Gelhaus’ y ‘D.E.P. Andy’— se reunieron alrededor de la 1 de la tarde en el Old Courthouse Square en Santa Rosa para hacer llegar por medio de un altavoz su indignación por la decisión de Ravitch.

Guerra, organizadora de Andy’s Youth, un grupo de estudiantes del Condado de Sonoma, dijo a la multitud que la policía local había acosado y “golpeado” a los miembros de su grupo después de participar en un mitin reciente, declarando que algunos de los niños sufrieron moretones y esguinces.

“Ellos piensan que su gafete oficial les da el poder de hacerles daño a nuestros niños”, dijo Guerra.

Aún así, a pesar de estar molestos con el fiscal de distrito por no presentar cargos criminales, muchos en la multitud no se sorprendieron.

“Nosotros ya esperábamos que no iba a ser bueno”, dijo el manifestante Terri Carrión, quien, en un ataúd improvisado, escribió los nombres de las 64 personas asesinadas por la policía en el condado de Sonoma desde el 2000 (López fue el número 58). “Pero guardábamos un poco de esperanza al pensar que [Ravitch] podría hacer algún gesto de bondad… no necesariamente por asesinato. Es como una bofetada en la cara”.

Carla Ortiz, quien fue compañera de López en la escuela primaria, sentía lo mismo: “Yo quería justicia, pero es obvio”, dijo. “No importa. Los policías siempre van a ganar”.

Durante la protesta, los manifestantes marcharon hasta la esquina de las calles E y Cuatro Más tarde, detuvieron el tráfico en la autopista 101 hacia el norte en la salida hacia el centro de Santa Rosa.

—Traducción Yezel Rosales