[Sarina Bolden (segunda de la derecha), nacida y criada en la ciudad de Milpitas, en el Área de la Bahía, anotó el penal de la victoria contra el Chinese Taipei el 30 de enero, durante los cuartos de final de la Copa Asiática Femenina de la AFC 2022 en Pune, India. El gol otorgó a Filipinas su primera aparición en la Copa del Mundo.]
Mientras Sarina Bolden se preparaba para ejecutar el tiro penal, el cual cambiaría para siempre la historia del deporte filipino, sus padres, Robert y Sherry, miraban con ansiedad el partido desde su hogar en el Área de la Bahía, a más de 12,800 kilómetros de distancia.
Apenas podían mirar. Robert, se sentía como si tuviera un nudo en el estómago, caminaba frente al televisor, debatiendo si mirar o no mientras su hija de 25 años ejecutaba el tiro más importante de su vida. “Estaba hecho un desastre”, nos dijo.
Sin embargo, Sherry mantuvo la concentración. Y vio la mirada en el rostro de su hija: “Ella siempre ha querido hacer algo extraordinario”, dijo. «Y por fin lo consiguió».
Desde el límite del área de los penales, Sarina aceleró hacia adelante y pateó con fuerza, elevando el balón más allá del alcance del portero rival hacia la esquina izquierda de la red. Con un solo tiro, Sarina, conocida como la sensación del fútbol afrofilipino de la ciudad Milpitas, en el Área de la Bahía, sin importar el género, hizo historia al enviar a la nación del archipiélago de Filipinas, a su primera Copa Mundial de la FIFA.
“Siento que las mujeres somos, frecuentemente, las primeras en hacer muchas cosas. Y no tengo nada en contra de mis hermanos filipinos, pero es muy especial ser mujer, ser filipina y afroamericana, y lograr esto con mis hermanas. Y hemos pasado dificultades”, dijo Sarina al podcast Latina Latino Latinx News. “Entonces, ver que todo ese trabajo duro da sus frutos, simplemente hace que nuestro triunfo sea mucho más dulce. Es un buen momento para ser una mujer deportista, ya que estamos consiguiendo muchos logros. Espero que alcanzando y elevando la barra del éxito podamos también romper las barreras de género”.
La selección femenina de fútbol de Filipinas, llamada Las Malditas, derrotó a Chinese Taipei el 30 de enero durante los cuartos de final de la Copa Asiática Femenina de la AFC 2022 en Pune, India, con un marcador final de 4-3 en tiros penales, siendo el tiro de esta futbolista el que definiera el juego.
“Creo que todavía no lo he asimilado. Francamente, es un poco surrealista que con mi equipo y la nación, Filipinas, vayamos a la Copa Mundial”, dijo Sarina. «Es como un sueño… Es como, Wow, como si esto realmente me estuviera sucediendo».
Ese sueño, que se hará realidad el próximo año cuando Filipinas participe en la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023 en Australia y Nueva Zelanda, ha sido de toda una vida. Mostrando una destreza natural para los deportes a una edad temprana, Sarina participó en las actividades juveniles habituales de gimnasia, baloncesto y softbol. Pero no fue hasta los seis años cuando, con la guía de su padre, quien pasaba horas y horas con ella en las prácticas, comenzó a jugar fútbol como sugerencia de un amigo.
“Es bonito cuando la mamá y el papá solo lo hacen para que los hijos y las hijas se diviertan”, dijo Sherry. “Así que nadie le dijo, ‘Vas a ser una jugadora de fútbol profesional’. No fue así. Solo queríamos descubrir qué les gusta hacer a nuestros hijos e hijas”.
Ese amor por el fútbol impulsó a Sarina a gozar de un éxito temprano en los diversos equipos de clubes en los que jugó al sur de la bahía, y lo que finalmente la impulsó a dedicarse al fútbol en lugar del softbol en la universidad de Loyola Marymount University.
“Simplemente tenía este profundo amor por el deporte y realmente no me lo podía explicar. Quería explorar ese amor por el deporte”, dijo. “Eso fue lo que finalmente me hizo tomar la decisión de jugar fútbol en la universidad y luego convertirlo en mi carrera profesional y hoy ser parte del equipo nacional”.
El logro histórico del equipo no es solo gracias a la perseverancia atlética, sino también resultado de la diáspora. De las 23 atletas del equipo nacional femenino, solo cuatro nacieron en Filipinas. La presencia de jugadores extranjeros que emprenden la peregrinación atlética a sus tierras ancestrales y representan a sus selecciones nacionales se ha convertido en tendencia futbolística en los últimos años.
Solo tenía 21 años cuando Sarina, motivada por la posibilidad de jugar por la Copa Mundial y conectarse más con sus raíces filipinas, fue seleccionada para el equipo nacional femenino de ese país en 2018. Por coincidencia, tenía la misma edad de su abuelo materno cuando este decidió emigrar a los EEUU.
Romualdo Mendoza Calpo, originario de Alcalá, Pangasinan en Filipinas, tenía 21 años y estaba enrolado en la Marina cuando decidió trasladar a su familia a San Leandro, California. Hizo el viaje con su esposa y sus tres hijos, cuando Sherry, la menor de sus hijas, tenía tres años. Finalmente, Sherry echó raíces en Milpitas, donde se habían criado Sarina y su hermano menor.
Pero lograr ser parte de la historia del fútbol ha costado. La rutina de jugar fútbol universitario de la División I durante cuatro años consecutivos tuvo un precio físico. Los desafíos que enfrentan las mujeres en los deportes profesionales, especialmente la igualdad salarial en el fútbol, han sido bien documentados. Con la pandemia de COVID-19 que repentinamente detuvo el mundo en el 2020, hizo que esta deportista se viera en una encrucijada.
“Este fue probablemente el mayor obstáculo al que me he enfrentado en mi carrera. Básicamente estuve fuera como un año y medio y, durante ese tiempo, tuve que reevaluar mi vida”, nos dijo. “Me pregunté, ¿Será este el momento de cambiar de carrera? ¿Será hora de poner en práctica mi título universitario y hacer algo no relacionado al fútbol?
Pero durante esa pausa se encontró a sí misma y renovó su amor por el deporte: “Creo que, en última instancia, me ayudó a crecer como futbolista”, dijo. En poco tiempo, Sarina estaba jugando para el club de fútbol femenino japonés, Chifure AS Elfen Saitama. Y finalmente se incorporó al plantel de Pinay.
El crecer en el Área de la Bahía significó estar rodeada por la cultura filipina. Pero de alguna manera, siempre tuvo la sensación de no pertenecer completamente: “Definitivamente he crecido con un sentimiento, y una duda de a dónde pertenezco. Soy una niña mixta. Entonces, ¿dónde encajo en todo esto?, dijo. “Pero creo que viendo hacia atrás, tomar esa decisión y unirme a mi equipo nacional. Realmente no me sentía la misma que en el pasado. Cuando me decía, ‘Oh, realmente no encajo’. Al tomar mi decisión, sentí que ahí era donde tenía que estar. Y sentirme orgullosa de ser filipina en Filipinas es una experiencia que llevaré conmigo por el resto de mi vida”.