Nota del editor: Este artículo se publicó por primera vez en Convergence.

Veintiún jefes de Estado y más de 1,200 presidentes de empresas mundiales acudirán a San Francisco para la Semana de Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) y la correspondiente Cumbre de Presidentes de APEC, que comenzarán el 11 de noviembre. APEC es un foro intergubernamental de 21 ‘economías miembro’ que se reúnen anualmente para mantener conversaciones comerciales y promover políticas de ‘libre comercio’ en la región Asia-Pacífico. Entre los protagonistas y patrocinadores de la cumbre de directores ejecutivos de la APEC figuran las súper contaminadoras Chevron y Exxon, los principales financiadores de la industria de los combustibles fósiles, Bank of America y Citi, y las explotadoras laborales Amazon, Wal-Mart y Uber, entre otras. 

Este año, uno de los principales focos de atención de la APEC será el Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF, también por sus siglas en inglés), una iniciativa económica encabezada por la administración Biden que regiría el 40% de la economía mundial y se convertiría en el modelo dominante para los nuevos acuerdos comerciales, de forma muy similar a como lo hizo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la década de 1990. Los EEUU considera la APEC y el IPEF como oportunidades para avanzar en su control de la región. En particular, el impulso del presidente para establecer el IPEF forma parte del pivote económico del país hacia Asia y de un intento de contener y atacar a sus rivales globales como China.

Sin embargo, los sindicatos, los pueblos indígenas, los defensores de la tierra y el agua, los pequeños agricultores, los jóvenes, las mujeres y otras organizaciones de base de todo el mundo sostienen que los acuerdos de trastiendan de APEC anteponen los beneficios empresariales a las necesidades de las personas. Han aprendido de los daños causados por el TLCAN, desde el descenso de los salarios y la migración forzosa hasta el desplazamiento de los agricultores y la pérdida de diversidad biológica. 

Los activistas afirman que las políticas avanzadas por APEC explotan a los trabajadores, intensifican la extracción de recursos que impulsa la erosión ecológica y el cambio climático, y debilitan la soberanía y la autodeterminación de las comunidades locales para concentrar la riqueza y el poder en manos de las empresas multinacionales. Los detractores del IPEF afirman que este nuevo marco, en particular, deslocalizaría más puestos de trabajo, haría retroceder normativas laborales y medioambientales fundamentales, pondría más datos personales a disposición de la vigilancia y el lucro, y socavaría la democracia.

Por esta razón, la coalición multisectorial NO 2 APEC ha pasado los últimos meses preparándose para intentar interrumpir esta cumbre. Los organizadores están planeando una Contracumbre de los Pueblos el 11 de noviembre, una movilización masiva el 12 de noviembre y un día de acción directa no violenta masiva en la Cumbre de Directores Generales el 15 de noviembre. La coalición ha organizado charlas, impartido seminarios web, recorrido sus barrios, organizado construcciones artísticas, ofrecido formación sobre desobediencia civil y recaudado fondos para apoyar a los asistentes de las comunidades de primera línea.

Para comprender mejor la oposición a la APEC y el llamamiento a la acción directa masiva para detenerla, hablé con tres activistas de la bahía de San Francisco cuyas experiencias en derechos humanos, trabajo y clima les llevaron a implicarse.

Brandon Lee, activista de derechos humanos y sobreviviente de un intento de asesinato

Brandon Lee contempla la puesta de sol desde su casa en el Distrito Misión de San Francisco, California, vestido con el Bayyaong, un atuendo indígena tuwali de Ifugao. Foto: Brooke Anderson

Brandon Lee sabe muy bien que cuando las comunidades se resisten al tipo de políticas neoliberales que promueven APEC e IPEF, se enfrentan a una escalada de vigilancia, acoso, violencia y represión. En 2019, Lee sobrevivió a un intento de asesinato por parte del ejército filipino por su trabajo con los pueblos indígenas de Filipinas.

Lee, estadounidense de origen chino, nació y creció en el Distrito Sunset de San Francisco, donde se involucró con la Asociación Progresista China (CPA). A través de la CPA, apoyó a los trabajadores de Monster Cable que luchaban por los salarios atrasados tras la deslocalización de sus puestos de trabajo. “Eso es lo que hace el neoliberalismo. Eso es lo que hace la APEC”, afirma Lee. “Deslocalizan el trabajo a otros países donde pueden explotar mejor a los trabajadores. Los empleos sindicales en los EEUU se envían al extranjero, donde hay más represión política. Esa fue mi introducción a la política neoliberal”.

En 2010, Lee se trasladó a Ifugao, en la Cordillera de Filipinas, para trabajar en solidaridad con quienes se resisten al neoliberalismo en primera línea. Allí trabajó como asistente jurídico y periodista junto a los pueblos indígenas que luchan contra la minería y la construcción de presas en sus territorios. La Ley de Minería de 1995 otorgaba el 100% de los beneficios del saqueo de los recursos naturales a las multinacionales, devastando la tierra y desplazando a sus pueblos tradicionales.

“Las comunidades no querían que las empresas vinieran si no se beneficiaban de ello. Así que las empresas les ofrecían puestos de trabajo, carreteras y becas. Eso enfrentaba a clanes y familias enteras”, afirma Lee.

Cuando el pueblo se sublevó, el ejército intervino para sofocar las protestas y la disidencia. Difundieron propaganda y desinformación sobre los organizadores y los etiquetaron de rojos en las redes sociales, pintándolos como parte de organizaciones comunistas o terroristas. En los años anteriores al atentado contra su vida, dos colegas de Brandon fueron asesinados: William Bugatti en 2014 y Ricardo Mayummi en 2018. Durante su estancia en Filipinas, Lee fue seguido, fotografiado, detenido, registrado y visitado en su casa y en su trabajo por el ejército filipino. Incluso le enviaron un paquete con una foto de tela funeraria, una amenaza de muerte no tan sutil. Sin embargo, siguió adelante.

Entonces, el 6 de agosto de 2019, Lee fue abatido a tiros frente a su casa, presumiblemente por las fuerzas de seguridad del 54 Batallón de Infantería del ejército filipino que previamente lo habían seguido y acosado. Su hija pequeña fue una de las primeras en encontrarlo, tendido en un charco de sangre. Lee estuvo a punto de morir a causa de los ocho paros cardíacos que sufrió en los días y semanas siguientes. Después del último, le dijo a su mujer que le dolía demasiado y que no quería continuar. Durante las tres semanas que pasó en la UCI, la policía y el ejército intentaron visitarlo, lo que hizo temer que hubieran venido a terminar el trabajo. Por ello, su comunidad permaneció en vela las veinticuatro horas del día frente a su habitación del hospital y se unieron a ella delegaciones estadounidenses. El atentado le dejó permanentemente paralizado.

Hasta la fecha, no ha habido rendición de cuentas por el atentado contra su vida. A pesar de su flagrante impunidad por los crímenes de guerra, Filipinas ha recibido miles de millones de dólares de ayuda militar estadounidense desde 2015. “Me horroriza pensar que los fragmentos de bala que aún permanecen alojados en mi cuerpo han sido financiados con el dinero de los impuestos estadounidenses”, afirma Lee.

Para él, sin embargo, la justicia no se refiere sólo a su caso, sino de poner fin al acaparamiento de tierras, la extracción de recursos, la explotación de los trabajadores y la represión política que permiten organismos como la APEC y acuerdos como el IPEF, y que ponen en peligro a defensores de la tierra y el agua como él en toda Asia, el Pacífico y América Latina.

Edith Saldano, barista y miembro líder de Starbucks Workers United

Edith Saldano (izquierda) y Pyxie Castillo (derecha) sentadas en un café al aire libre en el Distrito Misión de San Francisco, CA, trabajando en sus ordenadores portátiles en preparación de una reunión de la Coalición NO a la APEC. Foto: Brooke Anderson

Para Edith Saldano, el calculado asalto de APEC a los derechos de los trabajadores y a los empleos sindicales es personal. “Trabajo desde los 15 años. Mis padres emigraron a finales de los 80 y principios de los 90 desde México. Mi madre no tenía nacionalidad, así que le costó encontrar trabajo. Mi padre trabajaba en la construcción. Pasó por muchas cosas para criar a nuestra familia —trabajar muchas horas, lesionarse, el impacto en su cuerpo-, pero todo para que pudiéramos tener beneficios sindicales”, dice Saldano. “El sindicato es la razón por la que tengo asistencia médica y dental. Es una de las razones por las que estoy tan implicada en Starbucks Workers United y en la coalición NO a APEC”.

Saldano trabaja como barista en un Starbucks, en Capitola, California. Cuando ellxs y sus compañeros se enfrentaron al acoso sexual en el lugar de trabajo, pidieron consejo a los trabajadores ya sindicados de Starbucks en Buffalo (Nueva York) e iniciaron su propia campaña. En junio de 2022, los trabajadores de Capitola ganaron sus propias elecciones sindicales. Saldano es ahora líder sindical de Starbucks Workers United, que representa a 9 mil trabajadores en 360 tiendas de todo el mundo.

Saldano oyó hablar por primera vez del APEC a sus homólogos sindicales chilenos del Sindicato Starbucks, que habían paralizado las conversaciones comerciales cuando la cumbre llegó a Chile en 2019. La oposición sindical a la APEC ha sido más abierta a nivel internacional que en los EEUU, donde la reticencia de la AFL-CIO a cruzarse con el presidente Biden, presidente de la APEC de este año, probablemente ha moderado las críticas. Aun así, muchos sindicatos —como el San Francisco Labor Council, el International Longshore and Warehouse Union Northern California District Council y la Oakland Education Association— han manifestado su oposición. En cualquier caso, su impacto devastador sobre los trabajadores es evidente para aquellos como Saldano.

“Hemos investigado mucho para entender la cadena de suministro del café. Las decisiones que se tomen en APEC afectarán no sólo a los baristas, sino a la mano de obra campesina que Starbucks utiliza en sus haciendas desde Filipinas hasta Costa Rica. Los campesinos que producen el café serán más explotados por las decisiones que se tomen en APEC”, afirma Saldano. “Habrá más acaparamientos de tierras y una mayor militarización a la que se enfrentarán cuando finalmente se defiendan. Pero también perjudicará a los trabajadores de los almacenes que entregan las cosas y a los trabajadores de la confección que hacen nuestras camisetas y delantales”.

Pyxie Castillo, amiga de Saldano y compañera de organización, es la presidenta de GABRIELA USA, una alianza de organizaciones de base de mujeres filipinas en los EEUU, y una sección internacional de la organización.

“En la misma época en que acogimos a organizadores sindicales filipinos en una gira de conferencias por los EEUU, fue asesinado un organizador sindical, Jude Thaddeus Fernandez, del Kilusan Mayo Uno [Movimiento Primero de Mayo] de Filipinas. Estos ataques flagrantes contra los trabajadores se producen en tiempo real”, afirma Castillo. “Puede que la gente no lo vea en nuestra vida cotidiana en los EEUU, pero para la gente de Filipinas, Haití, Corea del Sur, India, no se puede mirar hacia otro lado. Estas son las zonas a las que vienen los jefes de Estado, así que tenemos la responsabilidad de plantear estas cuestiones”.

Nik Evasco, organizador juvenil sobre el clima y estudioso de la migración y los refugiados.

Nik Evasco sostiene un volante de las movilizaciones contra la APEC, en el que se lee “Don’t Trade Away Our Climate Future” (No comerciemos con nuestro futuro climático), en el Distrito Misión de San Francisco, CA. Foto: Brooke Anderson

Nik Evasco es un filipinx queer y no binario, organizador a favor de la justicia climática y un estudioso de los refugiados climáticos que vive en San Francisco y ha estado organizando con el Bloque Climático de la Coalición NO a la APEC.

“Aporto una perspectiva interseccional de justicia de los pueblos a lo que durante décadas ha sido un movimiento más antiguo, blanco y dominado por los cis en torno al carbono, o esencialismo del CO2: la idea de que mientras reduzcamos las emisiones de carbono nada más importa”, afirma Evasco, cuya historia familiar está marcada por las consecuencias de las políticas neoliberales de ‘libre comercio’ de generaciones anteriores.

“Mi familia emigró a los EEUU en los años sesenta y setenta. Mis abuelos habían sido agricultores en Filipinas. Pero los cultivos con los que se mantenían no eran suficientes. Migraron a Manila para conseguir trabajo como profesores, pero todo, incluida la gente, se extraía de Filipinas y la estructura interna simplemente no existía. Así que, como mucha gente de la diáspora asiática de los países miembros de la APEC, como Filipinas, Guam y otros lugares imperiales de los EEUU, los únicos trabajos eran en el ejército estadounidense, así que mi abuelo se alistó y mi familia emigró a una base militar de Virginia. Solo volvieron una vez. La tierra que una vez tuvo la familia se perdió”, afirma.

Las características entrelazadas de las políticas neoliberales de los EEUU en Asia, que se manifestaron a lo largo de generaciones en la familia de Evasco —pérdida de cosechas, acaparamiento de tierras, pérdida de empleos, desplazamiento forzado, migración, militarización— ponen de manifiesto la importancia de las demandas del Bloque Climático No a la APEC para que los EEUU y la APEC pongan fin a la contaminación por carbono y globalicen la justicia climática revirtiendo su impacto desproporcionado sobre las comunidades de color en el país y en los pueblos del Sur Global. Sin embargo, no es probable que esto ocurra a puerta cerrada en la APEC.

“No hace falta ser un cínico o un activista político para pensar: Vaya, tener a Exxon, Bank of America y Lockheed Martin juntos con una confluencia de líderes como Biden, Modi o Marcos Jr., que reprimen con orgullo los movimientos populares y que ignoran las normas climáticas y medioambientales para apuntalar los intereses empresariales y a los donantes de sus campañas no es el mejor foro para negociar un marco para las próximas décadas de comercio”, señala Evasco. “Existe un enorme desequilibrio de poder cuando habrá negociaciones sobre el futuro de nuestro planeta, y de nuestras vidas, pero no hay ningún componente civil en la sala. No hay foro para profesores, cuidadores, artistas”.

“Históricamente, los acuerdos comerciales han ayudado a las grandes farmacéuticas a expandir sus monopolios y subir los precios, han ayudado a Wall Street a desmantelar las regulaciones y han ayudado a las grandes empresas agrícolas a socavar la seguridad alimentaria y las regulaciones sobre el derecho a la información de los consumidores. Las grandes tecnológicas están tratando de utilizar las normas comerciales para atacar la privacidad de los consumidores y la responsabilidad de la IA. Además, las grandes petroleras, carboneras y gasistas han obtenido poderes especiales en los acuerdos comerciales para atacar las victorias climáticas del movimiento ecologista”, afirma por su parte Will Wiltschko, de la Coalición por la Justicia Comercial de California, que forma parte de la Coalición NO 2 APEC.

“El recientemente publicado pilar de la IPEF sobre cadenas de suministro, que por supuesto tendría mucho que ver con el cambio climático, ni siquiera menciona el cambio climático”, añade Wiltschko. “Lo que están haciendo aquí es lavado verde y apesta a negacionismo climático. Es una sesión fotográfica entre jefes de Estado y algunos de los peores actores en lo que respecta al cambio climático y los derechos de los trabajadores”.

Dado que el resultado más probable de la cumbre de la APEC es un mayor afianzamiento de los abusos contra los derechos humanos, las violaciones laborales y una economía basada en los combustibles fósiles que impulsa el caos climático, los activistas se han comprometido a interrumpir la reunión fundamentalmente antidemocrática de multimillonarios. Prometen miles de personas en las calles y desobediencia civil masiva si es necesario, al igual que los activistas laborales, climáticos y antiglobalización interrumpieron las reuniones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) hace más de dos décadas.

Los activistas también están pasando la voz de alarma sobre el impacto de la propia cumbre entre los residentes más vulnerables de San Francisco. A pesar de las vallas publicitarias que se han colocado por toda la ciudad y que proclaman ‘La APEC será épica’, muchas organizaciones de la comunidad afirman que agotará el presupuesto de la ciudad, desplazará a los residentes sin vivienda, creará dificultades para los más ancianos y discapacitados aislados en la ‘zona de exclusión’ en torno a las reuniones y volverá a traumatizar a las comunidades de inmigrantes que han huido de conflictos armados al someterlos a controles militares. Para contrarrestar los peores efectos de la cumbre en los más marginados de la ciudad, los miembros de la coalición están creando redes de ayuda mutua para apoyar a su gente. 

“Entendemos que nuestras luchas están interconectadas. La vida en este planeta es interdependiente”, afirma Narissa Lee, de la Coalición NO a la APEC. “La gente en el poder está confabulando sobre cómo aplastar violentamente nuestros movimientos para obtener beneficios, pero tenemos que construir unos con otros, forjar relaciones de solidaridad realmente profundas si queremos tener una oportunidad de luchar”.

Brooke Anderson

Brooke Anderson is a freelance photographer and photojournalist based on unceded Ohlone land in Oakland, CA. Her most recent work can be found in YES! Magazine, Teen Vogue, and In These Times. She covers...