Esta reseña es un apoyalibros en el estante.

Al extremo del estante está el año 1987: cuando trabajaba para El Tecolote y reseñé la primera novela de Ana Castillo, Las cartas de Mixquiahuala. Me encantó y me sentí afortunado de conocerla en el ya desaparecido Café Nidal cerca de la antigua oficina de Acción Latina. Al otro extremo del estante se encuentra Doña Limpiabien se va, la última colección de relatos de esa autora. Me siento afortunado de reseñarla nuevamente y colaborar nuevamente para este periódico.

Castillo se ha mantenido ocupada publicando libros bien considerados, en los años intermedios. Doña Limpiabien se va sugiere que no hay riesgo de que se quede sin historias que contar. La idea de que ella no ha compartido todo es clave para interpretar las historias.

Doña Limpiabien se va, una colección de relatos, nuevo libro de Ana Castillo, una de las voces dirigentes del feminismo chicano. Foto: Joe Ramos

Esta publicación consiste en siete cuentos para encantar a los lectores, antiguos y nuevos. Son los cuentos de un narrador experimentado. Para ella, no hay incidentes aburridos, ni personajes sin un elemento de encanto, ni historia sin tensión.

Admiro al escritor que crea estos elementos a partir de los componentes básicos de la vida cotidiana. Aunque hay bocanadas de lo sobrenatural, la mayor parte del suspenso proviene de personas con experiencias reconocibles. No son cuentos de fantasía o vivos arrancados de los titulares.

La tensión en el libro proviene de las incógnitas cotidianas. Contar historias significa tener tanto cuidado con lo que dejas fuera como con lo que pones. La información faltante condimenta una historia, pero lo que no sabes puede lastimarte. Los protagonistas de Castillo a menudo están deprimidos, precisamente por lo que no saben. Al mismo tiempo, existe el temor de que aprender la verdad sea tan doloroso como no saberla.

Las historias son una letanía de no saber. “Papá nunca habló de eso”, es una de esas líneas en “Cuernavaca”, la historia de apertura. Aquí, la narradora busca llenar los vacíos en la narración frecuentemente recitada de su padre acerca de ir a México como el joven baterista de una banda.

En la historia de Doña Limpiabien, Katia es una niña al borde de la edad adulta que hace un viaje a México para recuperar a su madre ausente, sin saber lo que le espera. Las pocas llamadas telefónicas de su madre a los niños que dejó en los EEUU no han ofrecido ninguna claridad. Castillo escribe: “Cada vez que uno u otro preguntaban por qué se iba, qué hacía en México o si regresaba, la mujer decía que la cuenta se le estaba subiendo y se la cortaba”. El viaje de Katia trastoca sus jóvenes conceptos de la vida, de lo que es correcto, de lo que es feminista, incluso de lo que es posible.

En “Ven”, lo desconocido consiste en la búsqueda de un hermano por comprender a su hermana, que murió demasiado joven. ¿Puede él enfocar sus viajes de investigación anteriores a México? ¿Cuál fue el papel del hombre misterioso que conoció allí? La narración dice lo que piensa: “¿Por qué no le dijo a su hermano que había tenido noticias de Rigo? ¿Por qué nunca volver a mencionarlo?

El lector también es arrastrado por la naturaleza incompleta de las historias. Hay lagunas en lo que nos dice Castillo. A veces, la imagen parcial que tenemos refleja la ignorancia del protagonista sobre lo que está pasando. A veces, la autora se contenta con dejarnos en la oscuridad.

¿Qué motivó el acto vengativo de traición de un amigo? ¿Qué pasó realmente en la biblioteca? ¿Por qué una mujer decide vivir con la infidelidad de su marido? Leo las historias, pero no tengo respuestas. Depende de nosotros completar la historia, así como tenemos la responsabilidad de nuestras propias vidas. Al final, todas las historias son incompletas, parciales.

La vida es demasiado complicada (y a veces demasiado aburrida) para contarle todo a la gente. Además, siempre hay algo que viene después de que se cierra el libro. La vida continua. En ese último sentido, esta revisión es un apoya libros temporal, en donde Doña Limpiabien se va es solo el final provisional de la estantería. La imaginación de Castillo no da señales de aflojarse, y podemos esperar más de su trabajo para la librería. Ya tiene una novela que saldrá el próximo año.

Hace treinta y seis años, señalé que Cartas de Mixquiahuala ofrecía “la promesa de una literatura rica y universal basada en la vida de chicanas y chicanos”. De hecho, los escritores han salido de las cajas de literatura chicanx/feminismo/xicanisma que pueden ser descriptivas, pero limitantes. Lo que Castillo y otros han logrado es demostrarle al mundo literario que nuestras historias son, de hecho, “literatura rica y universal”.

Castillo debe ocupar el estante superior.