Osbaldo Varilla-Aguilar rara vez se preocupaba por su salud. Como trabajador de la construcción, tenía suficientes trabajos para ganar más de $500 por semana bajo la mesa, lo que le permitió alquilar un estudio por $600 al mes junto con otros dos trabajadores latinxs en el Distrito Misión, en San Francisco. Pese a trabajar casi a tiempo completo, apenas alcanzaba a llegar a fin de mes. Entonces, cuando llegó la pandemia, continuó trabajando. Enfermó gravemente en diciembre de 2020. Hasta el día de hoy, todavía se pregunta si contrajo el COVID en el trabajo o en el supermercado.

De cualquier manera, lo dejó en coma, durante más de tres meses.

“Fue un momento muy difícil”, dijo su hermana Araceli Aguilar-Pérez. “Verlo así me afectó mucho”. Ella comentó que los médicos recomendaron desconectar a su hermano del respirador después de cinco meses, pero la familia se negó. Con la esperanza de un milagro, ella hablaba con su hermano inconsciente a través de llamadas vía Zoom todas las semanas. En marzo de 2021, despertó. “Cuando abrí los ojos, sentí como si hubieran pasado unos días”, recuerda y agrega: “Pero me dijeron que habían pasado tres meses… Fue un shock”.

Osbaldo Varilla-Aguilar, de 46 años, se coloca el ventilador de oxígeno que usa todas las noches. San Francisco, California, el 26 de febrero de 2024. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local

Hoy, a más de tres años de haber sido dado de alta del hospital, Osvaldo todavía depende del respirador de oxígeno que tiene al lado de su cama. Desde entonces, se mudó de su estudio compartido para vivir en Sunnydale, en una casa compartida con otros trabajadores latinxs.

Todos ellos se encuentran entre la comunidad más afectada por el COVID en San Francisco: los inmigrantes, especialmente aquellos que realizan trabajos esenciales sin protección. A medida que se documenta cada vez más el impacto devastador del COVID en las comunidades latinxs en el Distrito Misión y Bayview, los síntomas persistentes, y a veces extremos, de la infección se comprenden mucho menos.

Semanas después de ser dado de alta del hospital, Varilla-Aguilar notó mientras esperaba en una parada de autobús, que su visión se volvía borrosa. En cuatro horas quedó ciego del lado izquierdo.

“[El COVID] puede causar muchas cosas, una de ellas es la trombosis”, explica el médico Héctor Bonilla, experto clínico en enfermedades infecciosas y profesor asociado de la Universidad de Stanford. Según una investigación médica, los pacientes con COVID críticamente enfermos como Varilla-Aguilar tienen un riesgo especial de padecer afectaciones de salud graves como trombosis o coágulos sanguíneos. “Puede ocurrir en cualquier lugar [del cuerpo]”, especificó. «Tal vez esto pueda explicar lo que pasó en el ojo».

De izquierda a derecha: Los hermanos Araceli Aguilar-Pérez, de 53 años, y Osbaldo Varilla-Aguilar, de 46, en casa de ella el 25 de abril de 2024, en San Francisco, California. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local

Combinado con su vista deteriorada, Varilla-Aguilar también sufre fatiga, confusión mental y depresión, que se encuentran entre los síntomas más comunes citados por quienes experimentan COVID prolongado. Él dijo que nunca recuperó completamente la fuerza que perdió durante los meses que estuvo en coma, a pesar de estar un año en fisioterapia.

“No tengo la fuerza que solía tener y me quedo sin aliento cuando lo intento. Por eso es difícil encontrar un trabajo estable». A pesar de sus debilidades físicas, continúa asumiendo trabajos físicamente exigentes como paisajismo y, en ocasiones, trabajos de techado. “No tengo otra opción, necesito pagar el alquiler. Si no lo hago yo, ¿quién más me va a ayudar?”

Según este hombre de 46 años, los médicos no han podido determinar por qué el COVID afectó tanto su salud. En cambio, le han recetado varias pastillas para ayudar a reducir algunos de sus síntomas. Aún así, cree que eso no ha sido suficiente y que el costo de los medicamentos es elevado. Su experiencia es la que enfrentan millones de pacientes con COVID persistente en todo el país, mientras los investigadores continúan buscando las causas subyacentes de los misteriosos síntomas. Actualmente, no existe un protocolo estándar para el tratamiento de este COVID prolongado.

En medio de la incertidumbre médica, Varilla-Aguilar, al igual que otros enfermos de COVID persistente, ha buscado soluciones en otros lugares. Él, que antes era escéptico con respecto a la medicina alternativa, aceptó el ‘baño de pies’ de su hermana después de meses de lidiar con el entumecimiento en esas extremidades. El pediluvio estaba cargado de hierbas como Santa María, ruda, capullos de rosa y eucalipto, que su hermana mezcló en un balde de agua caliente. El remedio tenía como objetivo reducir el estrés y la inflamación, así como combatir la congestión cerebral. Después de algunos tratamientos, dijo que se sorprendió al haber recuperado la sensibilidad en sus pies.

Desde entonces, él utiliza y aboga por remedios naturales arraigados en la práctica indígena, incluido el consumo de tés, hierbas y alimentos integrales. También es miembro de Somos Remedios, un grupo de investigación con sede en la Misión, que documenta remedios utilizados por la comunidad latinx para tratar el COVID prolongado.

Si bien Varilla-Aguilar ahora hace de su salud una prioridad, admite que nunca volverá a ser el mismo: “Todos los días hay un esfuerzo por vivir, trabajar y tener suficiente dinero para comer. Encontré [fuerza] dentro de mí, [cuando] no había ningún otro lugar donde encontrarla”.

Osbaldo Varilla-Aguilar, de 46 años, recorre el Distrito Misión en San Francisco, California, el 26 de febrero de 2024. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local

Pablo Unzueta is a first generation Chilean-American photojournalist documenting health equity, the environment, culture and displacement amongst the Latino population in the Bay Area for El Tecolote....