El instructor de oratoria, Robert Hawkins, y Kanani Cortez, en el campeonato estatal el 30 de abril de 2017, en la Arcadia High School. Cortesía: Kanani Cortez

El grupo de oratoria de la South San Francisco High School podría ser recordado por sus múltiples campeonatos estatales, o porque sus estudiantes han competido en universidades. Pero la mejor forma de recordarlo es por su ex entrenador, Robert Hawkins.

Hawkins construyó el programa desde cero. Después de haber entrenado a los campeones estatales y nacionales en la escuela secundaria y a nivel colegial, pasó sus 10 años como entrenador de la South City, construyendo la reputación del equipo y ganando el respeto de la escuela y del distrito. Conseguir fondos para los programas escolares siempre es un desafío y en ello se puede ver a consejeros tratando de conseguir el apoyo de los funcionarios escolares.

La oratoria a nivel competitivo en secundaria puede ser descrito como una interpretación y ejecución literaria. La actuación y la articulación van de la mano. Cuando formé parte del programa no me consideraba una actriz, pero era capaz de aplicar esas habilidades, y Hawkins me ayudó con eso.

Durante un concurso, los estudiantes realizan un discurso sobre un tema central y exponen un mensaje a su público —ya sea social, político o inspirador. Los hay con drama, prosa y poesía, y aquellos en los que se entrelazan extractos de obras literarias. Cualquiera que sea el asunto que el estudiante elija, es su misión interpretar los personajes y el mensaje con base en un tema unificador. Cualquiera que sea el tema, lo más importante es realizarlo con pasión. Mis discursos, a menudo, se sentían como una forma de defensa para mí, y una manera de representar a mi gente.

Tuve la oportunidad de hacer esto durante los cuatro años de escuela secundaria, pero no fue sencillo. Realicé discursos sobre la ética del trabajo latino, las mujeres violentadas, y sobre cómo el mundo trata la basura, la tecnología y varios temas políticos. Durante primer año, el equipo tenía alrededor de 30 integrantes, la mayoría alumnos de último año. Las prácticas eran después de la escuela y durante la clase del sexto período. Concluimos la temporada con dos finales estatales, donde obtuve el segundo lugar.

Memorizamos nuestros discursos y pulimos nuestra actuación. La oratoria me permitió —y también a otros estudiantes como yo— expresar mis pensamientos sobre asuntos que nos afectaban. La mayoría de las veces, la voz de los jóvenes es inaudita, o no es tomada con seriedad. Pero dentro de la comunidad de oratoria, nuestras voces fueron tomadas con respeto.

Al entrar en el equipo de oratoria en mi primer año fue cuando descubrí mi voz. También comencé a ver las cosas más críticamente. Mientras aprendíamos y discutimos cuestiones de raza, género y clase, también vimos de primera mano la falta de apoyo que recibíamos de la escuela. La financiación era limitada, por lo que el año la pasamos vendiendo barras de chocolate para pagar las cuotas del torneo. Esto se convirtió en un movimiento bastante rutinario en mi segundo año también.

Para este momento, el equipo se había reducido a sólo ocho personas debido al horario limitado de nuestro entrenador. A pesar de eso, tuvimos otro año exitoso con cuatro de nosotros clasificándonos al torneo estatal, y uno de nosotros ganando un campeonato estatal.

Sin respaldo escolar, sin problema

Fue al final de esa temporada que mi entrenador me dijo que iba a dejar su puesto en South City para ocupar uno de tiempo completo de oratoria y debate a nivel colegial, pero también me brindó la oportunidad de seguir compitiendo de forma individual. Seríamos un equipo de dos.

Estuve de acuerdo, y empezamos mi tercer año en el otoño, como siempre. En lugar del habitual viaje en equipo, llegamos a los torneos solo los dos. Como única estudiante, recibí las ventajas de estar al final de sus mejores ideas y tiempo de práctica, aunque fue complicado coincidir. Su nuevo lugar de trabajo estaba en East Bay, como director de ciencias forenses en el Diablo Valley Community College, mientras yo todavía residía en South City. Él a menudo viajaba hasta South City justo después del trabajo, o yo hacía el viaje de una hora en BART hasta Pleasant Hill.

El trayecto recortaba el tiempo de práctica, pero valió la pena. La práctica se llevaba a cabo tanto en el interior como en el exterior, siempre y cuando pudiéramos reunirnos. Asistimos a torneos tras torneos, compitiendo contra algunas de las mejores escuelas públicas y privadas del estado. Estábamos decididos a hacer saber a nuestros competidores que a pesar de que no teníamos un equipo formal, no podían dejar fuera a South City, y tuvimos éxito en obtener el quinto lugar en el campeonato estatal.

Al iniciar mi último año, me clasifiqué para el torneo estatal y empezamos un GoFundMe para asistir al torneo en el sur de California. Cumplimos con nuestro objetivo de recaudar $,000 proveniente de maestros, padres, amigos y familiares. Ver que mi participación sería apoyada por mi comunidad fue lo que me llevó a triunfar. En los dos años que estuvimos compitiendo de forma independiente, Hawkins me entrenó para dos torneos de campeonato estatales y terminamos mi carrera de oratoria de la escuela secundaria como una competidora para el estado de California, quedando a solo un punto del campeonato.

Mientras que Hawkins me proporcionó estas oportunidades competitivas, él también sirvió como mi mentor. Compartió sus conocimientos conmigo sobre navegar en lo académico como estudiante de primera generación. Durante mi último año me aconsejó sobre las solicitudes universitarias, becas y ayuda financiera. Sin su apoyo no estaría asistiendo a la universidad en el otoño. Armada con una voz y habilidades invaluables, tengo a Hawkins y a la oratoria que agradecer por eso.

Kanani Cortez está recién graduada de la South San Francisco High School; ex redactora en jefe del periódico estudiantil, The Warrior Post.