Hace poco, mi esposa Azucena y yo tuvimos la suerte de visitar a un buen amigo: el artista mexicano Alfonso Maciel, quien vive en ese país. Alfonso vivió en San Francisco, EEUU, por muchos años. En el Distrito Misión fue un conocido y respetado miembro de la comunidad artística, así como Director del Centro Cultural de la Misión (CCM) en sus primeros, difíciles años y también fundador del Departamento Gráfico, que luego se llamó Mission Gráfica, un taller de fama mundial, que lleva 46 años de fértil creatividad. Finalmente, fue nombrado Director del Programa de Artes Comunitarias de San Francisco.Asimismo, fue propietario de una imprenta comercial ubicada en la Calle 24 y Misión. ¡En el mero centro del Barrio Latino!
Ya jubilado, Alfonso y su bella e incansable esposa, Mónica Rodríguez, viven en el Pueblo Mágico Tlayacapan que está ubicado en el estado de Morelos, a tres horas de Ciudad de México y a una hora de Cuernavaca. Rodeado por los espectaculares cerros de Tlaycapan, un pueblo de unos 9 mil habitantes, Alfonso Maciel ha vuelto a encender su pasión por la pintura. Está claro que la belleza natural que le rodea le ayuda enormemente en su trabajo.
Pregunté a Alfonso lo que se llevó a México de sus ocupados años en el Área de la Bahía: «Lo que me traje de esos largos años en San Francisco es una profunda apreciación por el concepto del Arte Público, que fue mi experiencia con el CCM. Una vez jubilado, retorné a la pintura. Mony —su esposa— es mi principal admiradora. Ella me apoya de una manera que hasta encuentro conmovedora. Para que no me distraiga de la pintura, ella brega con el herrero, el plomero, el albañil, etc. Luego sube al taller dos veces al día con un par de cervezas o una botellita de vino y procede a leerme libros en voz alta. ¡El año pasado me leyó 22 libros! Es algo que jamás me atrevería a pedir, pero como lo hace voluntariamente, se lo agradezco desde el fondo de mi corazón».
Aunque ha vivido una vida larga y productiva, Alfonso Maciel denota una feliz energía. Con una gran sonrisa, continúa: «Todo el positivismo que recibo y la belleza de Tlayacapan, me ayudan en este grandioso proyecto, que ocupa la última etapa de mi vida. A mis 79 años, dudo que vaya a lograr algo más importante que el proyecto que denominé El Paliacate. El paliacate es un pañuelo, o bandana, generalmente con colores amarillos o rojos, ¡tan mexicanos!, que se usa para cubrir la cabeza o el cuello, omnipresente en el estilo del vestir mexicano y usado tradicionalmente por trabajadores y rebeldes».
Con sus ojos brillantes de entusiasmo, Alfonso procede a darnos una extensa, erudita e interesante narración acerca de esos aparentemente simples y modestos pañuelos.
Quiero dejar en claro que esta breve columna no hará justicia a la complejidad del proyecto de Alfonso Maciel. El merece —y ha de recibir— una narración mucho más detallada. Seguramente la tendrá cuando el proyecto esté terminado y listo para ser compartido con el público. Sin embargo, puedo adelantar que los planes son ambiciosos e internacionales.
Alfonso continúa: «El Paliacate es un proyecto artístico colaborativo, reivindicador e histórico. Comienza con mis pinturas de 34 coloridas imágenes, que lo hago con pintura acrílica sobre 34 grandes lienzos, de 130 x 130 centímetros. Las imágenes que estoy pintando cubrirán los bordes de todos los cuadros, dejando la parte central vacía. Para esos espacios vacíos, estoy invitando a otros artistas, de todos los estados mexicanos, para que pinten sus versiones del paliacate. En mi investigación del origen y de dónde se usan los paliacates, me di cuenta de que esta popular pieza de la vestimenta mexicana tal vez pueda originar lejos de nuestras fronteras. Persia, lo más probable».
La investigación de los paliacates hecha por Alfonso Maciel le han inspirado a combinar ideas e imágenes procedentes del sufismo islámico, con poemas escritos por el Tlatoani —poeta y líder— Nezahualcóyotl, un estudioso, filósofo, arquitecto, guerrero y líder de la Ciudad-Estado de Texcoco, durante el México precolombino.
«Para hacer las conexiones con los orígenes persas de nuestros paliacates mexicanos, a Nezahualcóyotl se le representará recitando poesía en caracteres farsis, mientras que Rumi, el poeta y filósofo persa, iniciador del sufismo, se le representará recitando poesía con las volutas simbólicas de Flor y Canto (In xochitl in cuicatl), como una manera de expresar la universalidad del arte y el pensamiento filosófico».
Las pinturas que están siendo creadas por Maciel y sus 33 artistas invitados son, claramente, lo que se puede denominar como un «proyecto culminante». Aunque haya dejado atrás sus años mozos, su entusiasmo es contagioso y eterno.
Dejé su casa lleno de ideas, listo para atacar algunos de mis proyectos postergados.
Alfonso Maciel y su Proyecto Paliacate son un claro ejemplo de alguien a quien debemos escuchar, para aprender. Un ser humano muy vivo y activo. Como un pequeño homenaje al entusiasmo que sentí en mi encuentro con este proyecto, en un mercado del Puerto de Veracruz compré 3 coloridos paliacates. Los luciré con orgullo, alrededor de mi cuello o en mi cabeza.