Esta pasada semana me zambullí en un generoso torrente de eventos artísticos que caracterizan lo mejor del multiculturalismo de San Francisco.

Todo comenzó al mediodía del miércoles 29 de septiembre, en la Busch Plaza 1. Ahí, un bien afinado quinteto (Christelle Durandy y Amigos) colorearon el grisáceo aire del centro financiero con pegajosos acordes de sones cubanos. El evento era parte de ‘Gente en las Plazas’, una gran idea que contrata a músicos por una hora y un evento gratuito para los espectadores.

Christelle, directora y cantante del grupo, es de Martinique. Hoy reside en Oakland. Kai Lyons (nacido en San Francisco), pellizcaba magistralmente un tres cubano. Otro cubano, Vicente de Jesús, era el bajista. Julio de la Cruz, texano y puertorriqueño, tocaba los bongós. El quinto en la concordia, el irreprimible nicaragüense y salvadoreño Ahkeel Mestayer (nacido en San Francisco), tocaba congas mientras que su hijo de dos años, mi nieto Clemente, hacía burbujas de jabón. El sol brillaba desde su techo azulado. Fue un bello día adornado de música.

Luego, el jueves 30 por la noche, Azucena y yo nos acicalamos para ir al ‘Concierto todo San Francisco’. Aún en el Centro Cívico de la ciudad, pero en el Salón sinfónico Louise M. Davies.

Era la Noche Previa de la Sinfónica. La noche siguiente sería la Noche de Estreno. A la que llegarían los mayores patrocinadores de la Sinfónica. También muy elegantes, aunque tal vez con ropaje más caro y exclusivo.

La Noche Previa celebraba a las organizaciones comunitarias, algo que la Sinfónica ha hecho desde 1980, cuando se inauguró el Salón Davies.

El Concierto Todo San Francisco entregó el Premio Ellen Magnin Newman a Loco Bloco, un excelente ejemplo de lo mejor que puede ofrecer nuestro Distrito Misión.

Cito del programa: “…este premio es presentado anualmente a una organización comunitaria que fortalece el tejido cultural de la región, sirve a individuos y familias vulnerables, ayudando a crear una sociedad más justa y equitativa para cualquiera”. Eso es una apropiada descripción de lo que Loco Bloco ha realizado y continúa realizando, desde su creación. Lo hacen a través de interesar a la juventud con la creación y presentación de música, danza y teatro, todo enraizado en tradiciones africano/latinas. ¡La cultura cura!

Ahí estaban quiénes integran Loco Bloco, dirigidos por José Carrasco y familia, sonrientes y orgullosos. Ahí también estaba mi nieta Luna, una bailarina de zancos de madera. Hace pocos años, su madre (mi hija Dulce) fue bailarina de esa agrupación. Como leen, esto es algo que corre en las venas familiares… con la ayuda de organizaciones como Loco Bloco.

La noche ofreció una excelente mezcla de música clásica y otra más ‘popular’, bajo la batuta de Esa-Pekka Salonen, director de la Sinfónica. Originario de Finlandia, se presenta como un fuerte partidario de una visión musical inclusiva y un entusiasta de la activa colaboración entre diversas culturas y disciplinas artísticas.

La noche comenzó cuando los excelentes músicos de la sinfónica interpretaron Slonimsky’s Earbox, música con atrayentes complicaciones de John Adams, oriundo del área de la Bahía. Enseguida, la sinfónica interpretó Estancia Suite, del argentino Alberto Ginastera, Opus Octava (1941). Aquí creció el entusiasmo del público, pues esa suite fue bailada con gran fuerza y gracia por los atrayentes hombres y mujeres de diversas razas que integran el Ballet LINES, dirigido por el coreógrafo africano norteamericano Alonzo King. El espacio se vistió de una grácil belleza, resultado de la mezcla de música y danza, alentada por el aplauso entusiasta del público enmascarado, cuyos ojos brillaban de alegría. ¿De qué pandemia me hablan?

Participación del grupo Tarimba en Café de Olla, ubicado en las calles Misión y 19, el 2 de octubre de 2021. Photo: Azucena Hernández

Después de la pieza de Ginastera, la maravillosa bajista y cantante africana norteamericana esperanza spalding se adueñó del escenario con una interpretación sensible y cadenciosa de Gaia, creación del legendario compositor e intérprete jazzista Wayne Shorter (2013). El jazz y la música clásica se combinaron en un bienvenido pas de deux, que promete mucho de la posición como Colaboradora Asociada que Spaulding ostenta con la sinfónica.

El sábado en la noche, aterrizamos en el que tal vez sea menos glamoroso aunque más vibrante sector de la ciudad, cuando fuimos a escuchar las contagiosas notas de sones jarochos y sones huastecos, música que proviene principalmente de Veracruz, México.

Lo glamoroso fue absolutamente secundario a este hecho: el espectáculo en el Café de Olla, un café ubicado en las calles Misión y 19, ¡casi nos hizo levitar de entusiasmo! En un espacio bastante reducido, las integrantes del Grupo Tarimba (y algunos invitados), compartieron una belleza abundante. Lolis García estuvo en la guitarra jarana y el requinto, además de cantar y bailar, sus taconazos levantándose por encima de la harto ruidosa atmósfera y de la complicada acústica del Café. Kyla Danish estaba tocando el violín, la jarana y cantaba. El trío se completaba con la maravillosa voz de Arwen Lawrence, quién también esgrimía la jarana, gozaba con el espectacular Marimbol, con la quijada de burro… y bailaba.

Cuando llegó el domingo, un sol brillante nos invitó a abandonar la televisión y dirigirnos al Parque Heron, en el Distrito Bayview. ¡El Circo Bella estaba ahí y queríamos revivir la niñez! Hace un par de años, habíamos disfrutado mucho con ese circo. El lugar era una cazuela de asoleadas familias y de abundante risa. El circo no defraudó, con su divertida mezcla de creatividad y destreza física.

Con o sin cubrebocas, todos esos eventos devolvieron una relativa normalidad a nuestros espíritus. Feliz, termino repitiendo un gran mantra: la cultura cura.