El cineasta chileno Pablo Larraín, presenta su película No en los Óscar, primera producción chilena nominada en la categoría Mejor película extranjera. Foto Jocelyn Duffy

Felicidades por tu nominación al Óscar. ¿Qué opinión te merece la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de los EEUU?

Gracias. Me produce mucho respeto. En la categoría de película extranjera se premió a Fellini, a Bergman, a Truffaut… Hay mucha gente de gran pedigree. Lo más valioso es que la película va a ser más conocida y más gente va a querer ir a verla.

Yo creo que como toda institución que se dedica a elegir cosas que son mejores que otras, [en la academia] tienen que asumir criterios arbitrarios con respecto a quién es mejor que otro. Se transforma en algo cuestionable y contradictorio, y produce toda clase de emociones encontradas.

A veces no apoyan una película que yo considero más valiosa desde el punto de vista cinematográfico, pero sí apoyan la película que consideran más importante. Hacen algo que no se hace en muchas partes del mundo, en última instancia apoyan a la industria.

¿Por qué elegiste a un publicista como la figura central de tu película, en vez de a un político, por ejemplo?

Efectivamente, se pudo haber tomado desde el punto de vista de los políticos, de los militares, de Pinochet, de la gente del pueblo de Chile que estuvo durante muchos años trabajando y luchando contra una dictadura feroz.

Pero nos pareció que el publicista tenía una perspectiva ideológicamente más subversiva. Porque lo que hace el publicista es utilizar las herramientas que la propia dictadura le enseñó. Y ahí se produce una paradoja muy interesante.

Pinochet impuso un modelo económico, un modelo social durante la dictadura, que es el capitalismo. Y ese capitalismo trajo consigo el marketing y la publicidad. Y con esas mismas herramientas fue derrotado.

La campaña del No, al haber recuperado la democracia a través de un lógica que tenga que ver con el marketing, funciona como una alegoría de lo que pasó en Chile después.

Chile hoy día es un país en el que la gente que tiene el dinero son ocho o diez personas. Donde el estado es muy pequeño, las empresas son muy grandes, educar a alguien decentemente es muy caro, la educación pública es muy mala, la salud pública es más o menos y tener una buena calidad de atención de salud es muy caro.

Mi país se ha transformado en un pequeño ‘mall’ y tal vez el primer gesto que hubo de ese ‘mall’ que venía estaba precisamente en que la democracia se recuperó a través de la publicidad y el marketing.

Ésta es tu tercera entrega sobre la dictadura en Chile. ¿Cuál es tu próximo proyecto?

Podría ser cualquier cosa. La verdad es que no lo tengo claro. No va tener que ver con el pasado reciente de Chile. No porque me parece que esté agotado el tema ni porque no me interesa. Sinceramente estoy agotado y quiero intentar otras cosas.

¿Cuál es la escena actual de cineastas en Chile?

Hay muchos cineastas y muchas películas. Se está dando un gran momento del cine chileno en el mundo. Mandas el DVD de una película a un festival y el programador ve que viene de Chile y la ve. Si revisas los festivales más importantes —Locarno, Rotterdam, Cannes, Venecia…— en los últimos tres años el cine chileno ha estado en casi todos. Marialy Rivas y Andrés Wood ganaron premios al mejor guión y película en Sundance el año pasado. Y ahora vamos con una película que produjo nuestra productora Fábula a Berlín a competencia oficial, Gloria, de Sebastián Lelio.

Yo me siento orgulloso de ser parte de esta generación. Hay gente haciendo películas de artes marciales, películas muy observacionales que son tal vez para un público más difícil, comedias para un público más abierto, un cine más político como nosotros, un cine más rural como Alejandro Fernández Almendras, un cine poético como José Luis Torres Leiva, un cine de ‘road movie’ como De jueves a domingo de Dominga Sotomayor, o Marialy Rivas que hace un cine desde su mirada femenina.

En fin, es maravilloso. Hay una nueva generación y es muy potente. Nos falta por conquistar al público chileno, que ha sido bastante esquivo últimamente.

¿Nos puedes hablar de la productora de cine Fábula?

Mi hermano, Juan De Dios Larraín, es el productor ejecutivo y gerente de la empresa. Nosotros partimos juntos en Fábula.
Realizamos la primera película y no tuvimos los resultados que esperábamos. Después de eso sumamos más directores y empezamos a trabajar con Sebastián Silva, hicimos su primera película [La vida me mata] y después hice Tony Manero.
De ahí hemos estado produciendo cuatro o cinco películas de otros directores al año. Ha ido creciendo y hemos ido aprendiendo a hacer las películas.

 

Entrevista exclusiva con cineasta Pablo Larraín: https://eltecolote.org/content/2013/01/fascinante-retrato-del-plebiscito-de-1988-en-chile/