[su_slider source=»media: 27890,27889″ limit=»25″ link=»image» target=»blank» width=»700″ height=»460″ autoplay=»0″ speed=»500″][su_menu][/su_slider]

Cuando se trataba de ponerse de pie a favor de los derechos de otros, Frankie Rivera era alguien con quien se podía contar.

El activista, quien asistió a numerosas marchas y manifestaciones en toda el área de la bahía de San Francisco, armado con su tambor nativo americano y su cabello largo trenzado, murió el 29 de agosto de cáncer cerebral, a los 38 años de edad.

“Su pasión era insuperable cuando se trataba de luchar por los derechos de las personas. Tienes que respetar a un hombre por eso”, dijo Ray Ysaguirre, un amigo de Rivera de mucho tiempo. “Sin importar qué, este hombre viajaba desde Sacramento sólo para estar al frente, en prime ra línea. Yo le llamé un ‘hermano de primera-línea”.

Nacido en el distrito de la Misión en San Francisco, Rivera creció en las calles 22 y Florida, a sólo dos cuadras de donde vivía la familia de Ysaguirre. Muchos solían verle marchando, apoyado en su pie protésico —desde Bernal Hill exigiendo justicia para Alex Nieto hasta protestando afuera de Local’s Corner después de que el restaurante negara el servicio a Sandy Cuadra y su familia, o protestando junto a los miembros de AIM-Oeste contra la opresión de los pueblos indígenas.

Pero Rivera no siempre fue un activista. Un hombre de raíces navajo y taíno, no conoció a su madre biológica hasta la edad de 15 y cumplió una pena de prisión de 10 años a la edad de 19.

“Siempre tenía la espiritualidad dentro de mi, pero llevé una vida criminal”, Rivera escribió en su perfil del Native American Prisoner Network mientras todavía estaba encarcelado.

Fue en la prisión en donde Rivera se enteró de sus raíces por otros compañeros nativos americanos y decidió dedicar su vida al activismo.

“Su vida fue dura”, dijo Ysaguirre. “Cometió algunos errores, como la mayoría de nosotros. Y solo se recuperó. Es uno de los hermanos más socialmente conscientes que he conocido”.

Lee Polanco, un anciano de la tribu Coahuiltecan de Tejas quien ha aconsejado a los reclusos nativo americanos del país, conoció a Rivera en el Centro Médico de California, una prisión estatal en Vacaville.

Un día, cuando entró a su oficina en la prisión, Polanco vio a un hombre joven limpiando el piso sobre sus manos y rodillas. Polanco más tarde se enteró de que ese hombre era Rivera, y le entró curiosidad al observar que no participaba en las ceremonias. Más tarde supo que Rivera tenía el VIH, y que no quería que los otros reclusos se sintieran incómodos por fumar de la misma pipa.

“Él nunca se dio por vencido. Yo lo tengo en un alto concepto”, dijo Polanco en el programa de radio Bay Native Circle el 2 de septiembre. “Los navajo deben estar muy orgullosos de él. Los taínos también. Cometió errores, pero tenía un buen corazón”.

Después de ser liberado de la prisión, Rivera conoció a su novia via internet y llevaron una relación de larga distancia durante nueve años.

“Simplemente me duele que ya no esté y que no tuve la oportunidad de verlo, para sostener su mano y estar allí para él. No tuve la oportunidad de decirle cara a cara que lo amo”, dijo su novia.

Ella recordó los primeros años, cuando Rivera le habló sobre el movimiento indio americano, compartiendo y enseñando a su novia sobre su propia historia indígena taína. Ella también recuerda sus conversaciones más recientes, donde Rivera reveló su lucha para obtener comida.

“Me dolía tanto oírle decir constantemente que se sentía solo. Quería verme y yo estaba luchando para llegar a él. Pero no pude”, dijo su novia.

Ella enfrenta su propia batalla contra el cáncer papilar de tiroides, pero había planeado hacer el largo viaje desde Nueva York hasta California para visitar a Rivera. La salud de Oms, sin embargo, nunca se lo permitió.

“Ha sido una verdadera lucha para mí. No estoy segura cuánto tiempo me queda”, dijo ella. “Pero al final del día, siento que la mejor experiencia que he tenido en mi vida fue conocer a Franklin”.

A Rivera le sobreviven su madre Laurene Killip, su padre Frank, su madrastra Linda, sus hermanas Alicia, Celia, Josefina, Jasmine, Lesha y Celina, y sus hermanos Remo, Shaw y Bobby, así como numerosos familiares y amigos.

Para aquellos que deseen donar para el funeral y gastos médicos de Rivera, visiten gofundme.com/xa2yzuqk