El aroma a arroz y frijoles pintos, una pierna marinada, horneada durante horas para festejar cumpleaños; quizá carne enlatada y col para celebrar el día de San Patricio, o un pato al curry al estilo trinitense cocinados por la señora de la casa, sea cual sea la ocasión nos emocionamos con esa llamada telefónica o carta en el buzón invitándonos a cenar con el maestro de la cocina, en la casa de Rivera.

Sabemos que será una excelente convivencia, muchas risas y conversaciones reflexivas de parte de un anfitrión erudito en una amplia gama de temas, desde el ataque de los revolucionarios puertorriqueños a la Casa Blanca, la vida de Ho Chi Minh, o el proceso utilizado para crear el mejor whisky. Su calidez, sentido del humor y amabilidad hacen que todo el mundo se sienta acogido y querido. Así es como muchos conocimos a Ray, de esta manera muy personal y en un entorno encantador. 

Si me lo permiten, haré un breve perfil del doctor Rivera, el activista social, que tuvo un impacto transformador en los medios de comunicación, la salud mental pública, los programas comunitarios y la cultura artística en San Francisco. Es la historia de su tránsito de la costa este a la costa oeste.

Este hijo de borinqueños nació en Nueva York y creció en Connecticut. Como joven puertorriqueño inteligente y de ideas claras, Ray sufrió el acoso de sus compañeros de clase norteamericanos y tuvo que enfrentarse a profesores de escuelas eurocéntricas, tendenciosas y con incompetencia cultural, que nunca le enseñaron su historia ni la historia y los logros de la gente de color por no formar parte del plan de estudios. 

Esta contradicción le obligó a convertirse en un pensador crítico a una edad muy temprana. Como válvula de escape, empezó a trabajar como mozo de cuadra en un establo donde criaban costosos caballos de raza inglesa. Esto fue la base de una novela autobiográfica, Red Wing, que escribiría más tarde.

Courtesy: Jim Queen

A los 17 años, se enlistó en la fuerza aérea. Según su propia definición, era un tipo arrogante e intrépido, que dejaba que sus puños resolvieran las disputas; esa intrepidez le serviría más adelante, cuando se enfrentó a instituciones públicas disfuncionales. 

Ray sirvió en el extranjero, específicamente en Francia, dejó el servicio con el rango de sargento de primera. Al volver a casa, se convirtió en un empresario exitoso: propietario, gerente y peluquero de un salón de belleza; chef ejecutivo de una empresa de catering. También compró y vendió 944 Porsches. Tenía un velero y se convirtió en un ávido navegante. Sin embargo, este estilo de vida no le satisfacía, por lo que buscando mayor significado, abandonó esa vida, sin hogar y en busca de una dirección, se embarcó en cargueros que cruzaban el país para llegar a San Francisco. 

Fue en la Costa Oeste, en San Francisco, a través del Programa de Alternativas Reales (RAP), un programa de auto-empoderamiento para jóvenes, donde Ray conoció un conjunto de principios básicos que guiarían el trabajo de su vida. La base de estos principios era que las personas más afectadas por las condiciones sociales y económicas opresivas son las que mejor entienden y tienen la competencia cultural necesaria para abordar estos problemas y, por lo tanto, deben encargarse de definir las políticas y los programas, así como de liderar, dirigir y dotar de personal a los programas diseñados para corregir estas condiciones. Sobre la base de estos principios, el doctor Rivera cofundó Mission Media Arts (MMA), un proyecto derivado de RAP cuyo objetivo principal era garantizar que las personas de color estuvieran frente a las cámaras, así como camarógrafos, guionistas, editores y productores en las cinco cadenas de televisión locales que no contaban con gente de color en esos puestos.  

La MMA formó una coalición con otras organizaciones comunitarias y Ray fue electo como su representante. Bajo su liderazgo, la coalición solicitó a la Comisión Federal de Comunicaciones la retirada de las licencias de estas emisoras hasta que tuvieran diversidad étnica entre sus empleados. La división de derechos civiles del Departamento de Justicia se involucró y obligó a las emisoras a cambiar sus prácticas de contratación. Todas las personas de color que se ven hoy en la televisión local están ahí gracias a esta iniciativa. Para preparar a los jóvenes para la industria, la MMA los formó en todas las fases de las operaciones televisivas y, por primera vez, los estudiantes de color empezaron a ver las actividades de los medios de comunicación como una posible carrera para ellos. 

Después Ray se dedicó a las actividades artísticas culturales. La ciudad buscaba financiación para construir la Sala Sinfónica Davies, pero necesitaban el apoyo de la comunidad para el proyecto. Las comunidades artísticas de origen indígena de San Francisco formaron una coalición para exigir a la ciudad que estableciera centros artísticos culturales en cada comunidad étnica si querían apoyo para la sala sinfónica. La coalición eligió a Ray para que fuera su presidente, principal negociador y portavoz. 

La coalición tuvo éxito y se crearon centros culturales en todos los distritos. Esta presionó entonces a la Alcaldía para que una parte del impuesto hotelero de la ciudad, que apoyaba principalmente a la sinfónica, se utilizara para apoyar a los centros de distrito. Ante la negativa del alcalde, Ray, como principal negociador, siguió insistiendo en este presupuesto en cada reunión. Como seguía interrumpiendo las reuniones y se negaba a aceptar un no por respuesta, el alcalde hizo que lo arrestaran, lo sacaran de las reuniones y lo metieran preso. Finalmente, la insistencia dio sus frutos, el alcalde aceptó que los fondos destinados a los centros de distrito pasaran a formar parte del presupuesto municipal.

Rivera se involucró también en el sistema público de salud mental de San Francisco, el cual transformó por completo. Cuando llegó se encontró con un sistema burocrático y un personal que no siempre colocaba a los pacientes como prioridad. El sistema no había encontrado una persona con su inteligencia y disposición a enfrentarse a la estructura de poder, un hombre intransigente e intrépido, dispuesto a arriesgar su trabajo para garantizar que el sistema proporcionara una atención excelente y culturalmente competente a los pacientes, y que respetara al personal que proporcionaba la atención. En todos los cargos del sistema público de salud mental, Rivera siempre ascendió a puestos clave de liderazgo.    

Ray transformó todo el sistema para ofrecer un tratamiento profesional y competente en el que los pacientes fueran tratados con dignidad y respeto. Junto con el doctor Gil Weisman, cofundó la modalidad de salud mental de desviación aguda que utilizaba todas las estrategias posibles para desviar a los pacientes de los hospitales de salud mental, incluida la creación y el uso de centros de tratamiento residencial comunitario de corta y larga duración, los primeros de su tipo que se convirtieron en un modelo nacional para tratar a los pacientes de salud mental. 

También democratizó el sistema público de salud mental organizando al personal y a los pacientes para obligar a la dirección a incluir a los pacientes y a los trabajadores de salud mental como parte de los órganos de decisión en el desarrollo de políticas, programas, administración y dotación de personal de los servicios de salud mental. Para la dirección, se convirtió en el hombre más temido del sector salud público, pero para el personal y los pacientes, era un héroe.

El reconocimiento de Ray fue concedido por la comunidad por su aporte en la transformación de tres grandes instituciones —los medios de comunicación, la salud mental y las artes culturales— y el impacto continuo que ha tenido en miles de vidas. 

Rivera fue también un consumado hombre de letras. Fue autor de Red Wing, una novela autobiográfica sobre el robo de un caballo en los establos ingleses y su aventura que le llevó hasta Florida para encontrarse con su padre, y su viaje con el caballo de vuelta a Connecticut. 

Se convirtió en propietario-gerente de una galería de arte en el Distrito Misión. Era un poeta maravilloso: escribió poemas sobre las luchas por la justicia social y económica, la naturaleza humana y el amor. Su poema a su esposa, la encantadora trinitense Gloria, nos recuerda a Pablo Neruda.

Lo más importante es que Ray era un hombre de principios e integridad. Un buen marido, padre de dos hijas dinámicas e inteligentes, Renee y Jade. También era un buen amigo. De alguna manera maravillosa y misteriosa el universo le permitió encontrar a Gloria, el amor de su vida y su mayor regalo. 

Amado por su familia, amigos y comunidad y por una vida bien vivida: todo el  amor y respeto.