El hermano de Stephon Clark, Stevante, durante la manifestación en Sacramento el viernes 30 de marzo. Stevante pidió a los manifestantes irse a sus casas si ellos lo estimaban a él y a su hermano, sin embargo, muchos se quedaron. Foto: Karlos Rene Ayala
Stephon Clark. Cortesía: Stevante Clark

Stephon Clark fue linchado. Y no fue en Mississippi en el año 1955, sino hace dos semanas, en la capital de nuestro supuesto ‘Estado Dorado’.

Un linchamiento es la única forma de describir cómo Clark, un hombre negro de 22 años de edad, con dos hijos, perdió la vida —abribillado por la espalda por dos policías de Sacramento, mientras se encontraba en el patio de sus abuelos.

‘Linchamiento’ es una palabra incómoda. Muchos preferirían creer que ya no tiene relevancia. Relegada a una época pasada y, en gran medida olvidada, describe un acto de violencia sin arrepentimiento del daño infligido a una persona, que casi siempre era negra. La víctima generalmente era acusada de una ofensa menor; algunas veces, haber nacido negro era crimen suficiente.

Stephon Clark había sido acusado de un delito menor. La policía dijo que respondieron al llamado 911 de un hombre robando coches y escondiéndose en un patio. Videos del helicóptero y cámaras corporales de oficiales del Departamento del Alguacil de Sacramento, suponen captar a Clark usando una palanca para romper una ventana, y muestran a dos oficiales persiguiendo a Clark antes de emboscarlo.

“¡Enséñame tus manos! ¡Pistola, pistola, pistola!” grita un oficial, para luego ambos inmediatamente disparar 20 tiros. Al acercarse al cuerpo inmóvil de Stephon Clark para darle asistencia médica (cinco minutos después del primer disparo), lo que encontraron fue un celular.

No había pistola alguna, ni palanca. Tampoco había vida en el cuerpo esposado de Stephon Clark. Estaba indefenso ante las mentiras de sus asesinos —mentiras que sirvieron y de esta forma perpetúan, un discurso en el cual hombres mestizos y negros son, con su mera existencia, una amenaza a la policía.

Los principales medios de comunicación hicieron su parte avivando este discurso letal, rápidamente repitiendo los “informes oficiales” con tal de cumplir con sus plazos de entrega, y lentos para emitir una retractación producto de su periodismo mediocre.

Pero podemos ver más allá de las disculpas falsas y promesas vacías de reforma policiaca tras el asesinato de Stephon Clark, que fue lo que llevó a una comunidad desesperada y empoderada por la furia y el dolor a cerrar la autopista I-5, bloqueando el paso a los aficionados de un partido de basquetbol, para llamar la atención a un asunto mucho más importante.

Estos linchamientos deben parar. El linchamiento fue, y sigue siendo, un acto de terror, usado para intimidar a la gente de color para que permanezca en su lugar. No podemos quedarnos parados, como aquellos que, hace no mucho tiempo, se pararon y sonrieron mientras observaban el linchamiento de cuerpos negros en este ‘gran’ país.

Debemos continuar la presión para que exista una verdadera reforma en las agencias de la ley, y lo haremos. Por Stephon y todas las víctimas de la violencia policial, haremos que nuestras voces sean escuchadas y nuestras acciones sentidas.