[fotos por Jeremy Word]

Hace dos años, Kristin Urquiza montó un altar para su padre, Mark, frente al capitolio de Arizona. Colocó sobre una losa de concreto una foto enmarcada de él, una veladora y un ejemplar del Arizona Republic —con un obituario en la primera plana que ella misma había escrito— e invitó a la gente a añadir sus propios recuerdos a la ofrenda. Era el final del primer verano de la COVID-19, un periodo marcado por pérdidas devastadoras. En junio, Mark Urquiza falleció a causa del virus, tras confiar en la declaración del gobernador Doug Ducey de «no hay peligro». En septiembre, casi 5 mil arizonenses habían muerto. ¿Por qué diría eso si fuera peligroso? Kristin recuerda que su padre le preguntó.

En su obituario, Urquiza escribió: «Mark, como tantos otros, no debería haber muerto a causa del COVID-19. Su muerte se debe a la despreocupación de los políticos que siguen poniendo en peligro la salud de los morenos por una clara falta de liderazgo, la negativa a reconocer la gravedad de esta crisis y la incapacidad y falta de voluntad para dar una dirección clara y decisiva sobre cómo minimizar el riesgo». Maryvale, el vecindario de Phoenix, Arizona en el que se crió Kristin y en el que falleció su padre, tiene una población integrada por 80% de latinos y un 40% de inmigrantes. Fue uno de los códigos postales más afectados del estado. En San Francisco, donde Urquiza vive ahora, los latinos están desproporcionadamente representados en los casos y muertes por este virus, lo que significa que también están desproporcionadamente representados en la población de quienes sufren pérdidas por la pandemia. Por término medio, cada muerte por COVID-19 en los EEUU ha dejado nueve familiares cercanos en duelo.  

El dolor, unido a la comprensión de que los políticos daban prioridad a los intereses corporativos sobre las personas, «se sentía como un planeta sobre mi pecho», dice Kristin. Y así lo convirtió en su universo, cofundando en 2020 la organización de justicia pandémica con sede en SF Marked By Covid (MBC). Durante los últimos dos años, Urquiza ha trabajado para honrar a los que hemos perdido y a los que están de duelo, especialmente en las comunidades más afectadas por la pandemia. «Este duelo colectivo —la marca colectiva de este momento de la historia— es esencial», dijo a El Tecolote. «El duelo debe ser reconocido. La pérdida necesita ser reconocida y admitida para poder sentirla, crecer y sanar».

La plataforma política de Marked By Covid es amplia y abarca desde los requisitos de portar cubrebocas hasta los servicios de terapia gratuitos y la atención médica universal. En agosto, Urquiza y Raia Small, de Senior Disability Action, firmaron una carta dirigida a las autoridades sanitarias de San Francisco en la que exigían el restablecimiento de portar cubrebocas al interior de espacios públicos, la distribución gratuita de cubrebocas y la reintroducción de protocolos de pruebas de detección. En 2000, 2001, y otra vez este año, MBC se puso en contacto con la alcaldesa London Breed para crear un monumento local, pero no recibió respuesta.

Ahora, el impulso de la organización radica principalmente en los esfuerzos por dos proyectos más amplios: un Día Nacional del COVID y un día federal de homenaje por el  COVID, a celebrarse el primer lunes de marzo. El proyecto de ley para el primero está respaldado por los senadores Ed Markey y Elizabeth Warren; entre el Senado y la Cámara de Representantes cuenta con casi un centenar de patrocinadores. Ambos son un intento de contrarrestar la historia revisionista en tiempo real que resta importancia a la tragedia de la pandemia.

«Es el cambio climático en los años 90 una vez más», dice Urquiza. «Hay una amenaza existencial y en lugar de hacer lo correcto para reorientar nuestra sociedad y proteger a las personas, estamos identificando intereses comerciales que proteger a costa de todo y de todos». El duelo ya es bastante difícil. Si a ello se añaden políticas que funcionan como si el COVID hubiera terminado o que no se toman en serio el virus que ha causado tantas pérdidas, puede resultar insoportable. «Es exasperante que nuestro gobierno federal esté liderando la carga de declarar una victoria prematura sobre este virus, porque lo está empeorando. Y lo está empeorando en particular para las personas que ya han soportado demasiada carga», dijo Urquiza. «El COVID no se ha acabado para las más de 400 personas que mueren al día desde abril o mayo… El COVID nunca se acabará para nosotros como país mientras no nos demos cuenta de lo que ha pasado».

La pandemia y su politización han supuesto no sólo un duelo privado y aislado, sino también un dolor que se desestima, se cuestiona o directamente se niega. En su trabajo de defensa, Urquiza ha escuchado desde «Bueno, parece que tenían sobrepeso, así que por eso murieron», hasta un «se lo buscaron». Para Marked By Covid, los monumentos visibles en espacios públicos son una forma de reconocer el dolor colectivo, al tiempo que rechazan la cruel minimización de las pérdidas por COVID. Al prometer recordar, explica Urquiza, damos forma a nuestro futuro.

Kristin Urquiza, co fundadora de Marked By Covid, con una imagen de ella y su padre, Mark. En junio de 2020, él murió víctima del virus.

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Quizás más que la mayoría, Marcos Lutyens entiende que heredamos lo que se conmemora. El artista multimedia radicado en Los Ángeles que está detrás de los diseños de las instalaciones de Marked By Covid «creció con los monumentos conmemorativos, porque mi tío abuelo fue un arquitecto que trabajó en muchos de ellos», dice. Una de las obras más famosas de Lutyens fue Thiepval, un monumento en Francia dedicado a los soldados de la Primera Guerra Mundial. «Tuvo que hacer sitio para 70 mil nombres», explica Marcos. «Veo paralelismos con ese proyecto, [con] el intento de incorporar un número tan enorme de nombres, pero también tratando de mantener la reverencia [por cada uno]».

En 2020, cuando, dice, el mundo estaba «paralizado» por el miedo, Marcos empezó a hacer rosas de fieltro, una por cada persona fallecida por el virus. A medida que aumentaba el número de muertes, consiguió la ayuda de la comunidad, colocando kits para hacer rosas (cada uno con suficiente fieltro para hacer ocho rosas, pegamento e instrucciones) en bolsas de papel marrón y entregándolas en escuelas, iglesias, a niñas exploradoras y hogares. La gente hacía sus propias rosas, las metía en las bolsas marrones y las devolvía a los lugares donde Lutyens las recogía para la instalación.

El Memorial del Río Rosa resultante, originalmente expuesto en el este de Los Ángeles, se reprodujo en ciudades de todo el país: Bakersfield, Burbank, Topeka, Nashville, Maui. A menudo, las rosas se colocaban en el exterior de los ayuntamientos o de los edificios del Capitolio, en una «protesta activista [contra] el hecho de que no se había reconocido la terrible situación, de que muchos trabajadores agrícolas habían muerto a causa del COVID, y de que [el virus] afectaba realmente a la comunidad latina más que a nadie», dice el artista. El proyecto llegó a la portada del The New York Times.

Pero pronto, Lutyens no pudo seguir el ritmo. En 2021, más de 500 mil personas habían muerto. 

Impulsado por la «desesperación», diseñó un nuevo concepto en colaboración con MBC: un monumento conmemorativo digital de realidad aumentada. El prototipo, expuesto en un acto del Día de los Muertos celebrado en octubre en Los Ángeles, consiste en una base circular de monumento o pedestal, que funciona tanto como lugar para dejar ofrendas como catalizador de una galería digitalizada. Cuando se escanea el teléfono, aparece en la pantalla una hélice que gira hacia el cielo. En su interior flotan fotografías de los fallecidos por el COVID, extraídas de una base de datos, de Marked By Covid, que permite realizar búsquedas. Si se escribe un nombre, aparece una imagen, una biografía y, a veces, un audio enviado por los familiares y amigos del fallecido. Sería el primer monumento multimedia personalizado a gran escala.

En cierto modo, el diseño parece estar inspirado en los tablones de mensajes en línea sobre la pandemia, donde desde hace años la gente publica sus escritos sobre los seres queridos perdidos. Estos espacios digitales, como WhoWeLost.org o el Tribute Map of Remembrance Stories de la ciudad de Oakland, han sido fundamentales para reunir a la gente durante la cuarentena. Al igual que el trabajo de defensa de pacientes con COVID persistente, el duelo colectivo se produjo primero en línea, y el prototipo rinde homenaje a ello. «Vivimos en una época de tecnología», dijo. «Parece normal, [u] orgánico… que la incorporemos a la conmemoración del COVID en estos tiempos».

En última instancia, el objetivo de Marked By Covid es establecer estos monumentos por todo el país, en una red interconectada de monumentos. También existe la esperanza de una red nacional, pero construirlos «en todas partes» hace que los lugares sean accesibles y estén localizados, explica Marcos. Sobre todo, la esperanza es que el reconocimiento público de la pérdida por el COVID —pasada y presente— «genere sanación en nuestras comunidades, especialmente al salir de una era… de tanta tergiversación de la verdad».

«Y», dice sobre el proyecto conmemorativo, «nos encantaría hacer uno en San Francisco».

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Para obtener más información, apoyar, o enviar algún recuerdo sobre alguien fallecido por COVID, visite NationalCovidMemorial.com.


Kristin Urquiza, co fundadora de Marked By Covid, la organización que busca la justicia por la pandemia, con sede en San Francisco, prueba el prototipo conmemorativo de realidad aumentada en su teléfono.