«El miedo nos gobierna. Es una de las armas

 usadas por el poderoso. La otra es la ignorancia.» 

– Eduardo Galeano

Recientemente, hubo una elección en Chile. Con ella se decidiría la aprobación o rechazo de un proyecto para una nueva constitución. Mucha gente, entre ellos yo, pensábamos que esa nueva constitución sería algo positivo, un ejemplo para el mundo entero.

Sin embargo, los votantes chilenos, respondiendo a un mandato de votación obligatorio, derrotaron dicho proyecto contundentemente. Hoy, tratamos de encontrar el sentido de algo que aparentemente no lo tiene.

Esa nueva constitución reemplazaría la actual, creada en 1980, cuando el país estaba bajo la dictadura del general Augusto Pinochet. La ley de 1980 fue escrita por un solo individuo, el ideólogo ultra-derechista Jaime Guzmán. Fue implementada sin oposición y ha servido muy bien a los militares y a las clases altas chilenas.

Cuando una tímida democracia reapareció, esa constitución no fue alterada radicalmente por los gobiernos “de transición a la democracia” predecesores de Pinochet. Cambios menores, casi estéticos, fueron implementados. Los gobiernos incluyeron derechistas, demócratas cristianos y socialistas ‘moderados’ como Michelle Bachelet, la primera mujer electa presidenta en Chile.

Casi incólume, la Constitución Guzmán-Pinochet se ha mantenido por más de 30 años. Hoy, hasta nuevo aviso, sigue vigente.

Al contrario, el Proyecto Constitucional de 2022, discutido y atacado antes de que ni siquiera fuera escrito, resultó de un proceso abierto y democrático. Ese proceso se llevó a cabo por una Asamblea Constituyente de 150 personas, elegidos democráticamente a nivel nacional. Una asamblea con un número igualitario de participantes femeninos y masculinos. El 4 de septiembre, el proyecto fue rechazado por un 62% de votos, mientras que el 38% votó a favor.

El Proyecto de 2022 despertó miedos y esperanzas. En Chile y en todo el mundo. Esperanzas que parecen eternas y miedos que parecen estar muy enraizados. Esos  miedos y esperanzas también surgieron en 1970, cuando una pequeña mayoría eligió presidente al doctor Salvador Allende. Era la primera vez en la historia política mundial que un socialista fuera elegido en un proceso democrático.

A 3 años de su elección, Allende fue derrocado por un golpe militar. Un golpe instigado y apoyado por el gobierno de los EEUU y por las clases altas chilenas… con ayuda de otros chilenos, provenientes de clases medias y bajas. Este mismo fenómeno ocurrió este año, con el rechazo a la nueva constitución. ¿Por qué la gente pobre o de clase media rechaza leyes que claramente quieren ayudarles? Algunos dicen que a lo mejor eso no estaba tan claro, pero pienso que las causas principales son el miedo y la ignorancia. ¿Qué esperanzas? ¿Qué miedos? ¿Quiénes temían o ignoraban? ¿Tanto en 1970 como hoy en día?

Las esperanzas son viejas aspiraciones. Han estado presentes desde el comienzo de la historia chilena, pero se habían insinuado finalmente posibles con el Estallido Social de octubre de 2019. Esos meses de intensas protestas en todo el territorio nacional, crearon la posibilidad de escribir una nueva constitución. Fueron un militante desafío al sistema político tradicional chileno y ayudaron a perder el temor a mucha gente.

Las esperanzas por una sociedad verdaderamente democrática eran parte del Proyecto 2022.

Incluían un Sistema Nacional único de Salud, un Sistema de Educación gratuita para todos, un Sistema de impuestos más justo, que exigiría más de los poderosos de Chile, una minoría que ha controlado la economía chilena para su casi exclusivo beneficio.

También había artículos que garantizaban el derecho al aborto, con pocas restricciones. Por supuesto, en un país como Chile, dominado por la religión católica y por el patriarcado, un país que sólo recientemente había legalizado el divorcio, esas esperanzas crearon miedos entre muchos votantes. La nueva constitución también incluía las esperanzas por una sociedad verdaderamente multicultural y multi géneros, una sociedad que garantizara los derechos de los pueblos originarios de Chile, históricamente aplastados o ignorados. La mayoría de los países latinoamericanos tienen una gran población indígena. Sin embargo, históricamente, los pueblos originarios han sido los perdedores. En casi todos los países latinoamericanos, si se quiere insultar a alguien, se le dice ‘indio’.

Con la nueva constitución, seguramente el país habría comenzado a desmantelar un sistema neoliberal que ha regido por más de 30 años. Durante su campaña, el recién electo Presidente Gabriel Boric, apoyador de la nueva constitución, declaró: “Si Chile fué la cuna del neoliberalismo, ahora será su tumba”. Para los poderosos de Chile, era el turno de temer.

Temiendo los cambios radicales que el Proyecto Constitucional proponía, principalmente temiendo perder sus privilegios históricos, quienes han controlado la vida política, la economía…y los medios de comunicación, comenzaron de inmediato a trabajar en contra del proyecto. El prender la televisión era ver una propaganda a favor del rechazo del Proyecto.

Las clases poderosas nunca están solas cuando se trata de prevenir los cambios. Con Eduardo Galeano, creo que el miedo y la ignorancia existen entre las clases trabajadoras latinoamericanas. Es causa principal del rechazo de proyectos como esta  constitución.

El 4  de septiembre, la clase alta chilena, dueña de los medios de comunicación y ayudada por Tik Tok, Twitter, Facebook, The Washington Post y demás, repartió miedos y mentiras entre la población. Miedo al comunismo —un manoseado temor—, temor a la destrucción de “la esencia nacional chilena”, un ataque a los nuevos inmigrantes. Los dueños de Chile, siempre han dividido al pueblo, creando un falso nacionalismo. Me recuerda a los EEUU, hoy.

Apenas he rascado la superficie del todo. Tal vez he sido poco claro o muy tímido. Así, mejor termino con Simone de Beauvoir, la feminista, filósofa, escritora, teórica social y existencialista francesa: “El opresor no sería tan fuerte, si no tuviera cómplices entre los oprimidos”.