“Si el pasado no tiene nada que decirle al presente, 

la historia puede seguir durmiendo tranquila en el ropero 

donde el sistema guarda sus viejos disfraces”. – Eduardo Galeano, escritor uruguayo

Pocas semanas atrás, el Salón de la Fama del béisbol le negó el ingreso a uno de los mejores beisbolistas de todos los tiempos: Barry Bonds, jugador de los Gigantes de San Francisco.

La razón principal que dieron los votantes, fue que Bonds al parecer usó drogas para mejorar su desempeño. Aunque él rechazó esa acusación,  el hecho de jugar en ‘La Era de los Esteroides’, seguro añadirá un asterisco de duda a sus logros deportivos.

La palabra que siempre aparece en los argumentos que rechazan su ingreso al Salón de la Fama es ‘integridad’. Dicen que “Bonds carecía de integridad personal”, o que “atropelló la integridad de ese sagrado juego”. Un juego considerado ‘el favorito de América’.

Es cierto que, además de sus tremendo jonrones, Bonds era poco cooperativo con la prensa, un prima donna ensimismado, un tipo distante, ‘demasiado orgulloso’ o ‘egotista’. Un negro desafiante de los estereotipos que orgullosamente exhibió su majestuosa superioridad atlética. Alguien a quién la tradición racista de los EEUU tal vez llamaría ‘un negro soberbio’.

Busqué en línea el significado de ‘negro soberbio. En el Diccionario Urbano leí: “una persona negra valiente, que —por definición social— no se queda en su sitio. Un negro comprometido a revertir los crímenes del auto rechazo, auto negación o carencia de autoestima, endémicos en la comunidad negra y peligrosos para su siquis”.

Tal vez el tema no sea muy claro, pero la historia misma de este país tampoco lo es y requiere de una constante vigilancia, examen y —si es necesario— revisiones y añadiduras. Especialmente ahora, cuando los ataques en contra de la enseñanza de los estudios étnicos y teorías raciales críticas aumentan. Recordemos que la historia siempre se enseña desde el punto de vista del ganador.

El béisbol es tal vez el deporte más popular en los EEUU, con el fútbol americano en un cercano segundo lugar. Si ambos deportes son lo que mejor definen la cultura nacional, esa definición no favorece al país. Ambos comparten una historia de discriminación en contra de jugadores no-blancos.

Por muchos años, tanto el béisbol como el fútbol americano, incluso el ahora más integrado básquetbol, no dejaron entrar a los negros norteamericanos a sus ‘campos soñados’. Si eres negro, la igualdad y el respeto no han sido parte de tu sueño americano, tratandose de los deportes organizados y profesionales. Daré algunos ejemplos.

En las olimpíadas de 1936 en Alemania, cuando Hitler amenazaba con la Segunda Guerra Mundial, Jesse Owens, velocista y saltador norteamericano negro, ganó cuatro medallas de oro. Con una memorable exhibición atlética Owens le arruinó la fiesta de sueños racistas a Hitler, quién deseaba demostrar la supremacía de los arios. 

Al volver a los EEUU, al contrario de los atletas norteamericanos blancos, Owens no fué invitado a la Casa Blanca para estrechar la mano del entonces presidente Franklin Delano Roosevelt. Hubo una recepción no presidencial para él en el lujoso hotel Waldorf-Astoria. Incluso ahí, en una fiesta en su honor, Jesse Owens y su madre debieron usar el elevador de servicio. A los negros no se les permitía usar los elevadores regulares, reservados para la gente blanca.

¡Qué integridad!

En una ocasión, Owens dijo: “ Pasé toda mi vida viendo cómo mi padre, mi madre y hermanos mayores trataban de escapar de sus propios Hitler, primero en Alemania y después en Cleveland, y lo único que ahora deseaba era correr y saltar lo más lejos posible, para nunca tener que mirar atrás”.

Las ligas negras de básquetbol, béisbol y fútbol fueron creadas como respuesta a los dueños blancos y muchos jugadores (además de una sociedad norteamericana predominantemente discriminatoria) que no querían que los atletas negros participaran en competencias integradas.

En las décadas de 1930 y 40, Paul Robeson no solo fué un gran cantante y actor, sino también un jugador ‘All American’ de fútbol americano en la Universidad de Rutgers, aunque su libro del año no incluyera ese hecho. Cuando se hizo un activista político, Robeson fué vilmente atacado por sus ideas. Parecido al “¡Cállate y solo dribla!”, que en 2020 la periodista de la cadena FOX, Laura Ingraham, dijera al gran basquetbolista LeBron James.

En los Juegos Olímpicos de 1968, en México, los velocistas Tommie Smith y John Carlos fueron castigados por levantar sus puños enguantados en protesta por el trato de los negros en EEUU.

Durante la Guerra de Viet Nam, el gran boxeador Muhammad Alí, fué encarcelado por negarse a ingresar a las fuerzas armadas norteamericanas y le fueron retirados sus títulos.

Hace cuatro años, Colin Kaepernick, mariscal de campo de los Cuarenta y nueve de San Francisco, se arrodilló en protesta por la discriminación y la brutalidad policial en contra de los negros. Hoy continúa siendo boicoteado  por los dueños de la Liga Nacional de Football, incluyendo a los ‘49ers’.

Tal vez el caso de Barry Bonds no sea tan grave como el de otra gente, pero creo que su rechazo se debe, principalmente, a una forma discriminatoria de pensar que sigue hiriendo a la sociedad.

¿Por qué tanta falsa blancura? Nos unimos para celebrar cuando un equipo local gana un campeonato, pero subsiste una triste verdad: el racismo y la discriminación están vivos y sanos en este país. Y esa verdad se refleja en los deportes. 

La búsqueda por nuestra integridad colectiva continúa.