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Máxima Acuña, una de los seis ganadoras del Premio Ambiental Goldman de este año, está haciendo lo que muchos en todo el mundo: protege la tierra y el agua, los ríos y arroyos de la extracción de recursos.

La lucha de Acuña en la defensa de la tierra contra la intención de corporaciones multinacionales de violar la tierra no es una tarea sencilla.

Apenas el mes pasado, Berta Cáceres —una indígena lenca de Honduras y ganadora en el 2015 del Premio Goldman, fue asesinada por oponerse a tales poderes.

Cuando Acuña se levantó para aceptar su premio el 18 de abril, cantó su historia según la tradición oral, una descripción dolorosamente viva de la destrucción de su hogar, sus pertenencias y la violencia que ella y su familia han enfrentado.

Acuña, madre y abuela de 47 años de edad, de 4’11 pies de estatura, ha sido un gigante en la lucha contra el Conga, un proyecto de minería de oro a cielo abierto. Ella se ha convertido en la voz del movimiento para detener la mina.

Junto con su marido compró un terreno en 1994 en Tragadero Grande, la región de Cajamarca junto a la Laguna Azul de Celendín, en las tierras altas de los Andes del Perú. Esta área aterrizó en la mira de la Newmont Mining Corporation con sede en Colorado, Denver, después de que el gobierno peruano le otorgó una concesión de 7,400 acres para construir la mina —sin importarles que Acuña posee esa superficie de tierra en dicha zona.
Su tierra es clave, ya que proporcionaría acceso a su amada Laguna Azul, uno de los cuatro lagos que Newmont planea drenar y convertir en ‘colas’, estanques para recoger desechos de la extracción de tóxicos como el cianuro y el arsénico.

Newmont, junto con la minera peruana Buenaventura, posee y opera la mina de Yanacocha al norte de Perú. Casi la mitad de la tierra de esas regiones se ha entregado a concesiones mineras.

“La Mina Yanacocha es la segunda mina mayor de Latinoamérica a cielo abierto —y la más rentable en el mundo. La mina ha destruido nuestras fuentes de agua y drenado nuestros lagos”, dijo el organizador comunitario Milton Sánchez. “Nuestra agua se ha vuelto naranja y contiene cadmio, plomo y arsénico”.

Acuña está decidida a no dejar que eso pase en la Laguna Azul. Las empresas mineras trataron de intimidarla diciéndole que en realidad ella no posee la tierra. Cuando mostró su escritura, le destruyeron su casa —en dos ocasiones— la acosaron y amenazaron. También se la llevaron a la corte, acusándola de ser invasora de su propia tierra.

“Llegaron y me pidieron vender mi tierra, pero eso es una idea absurda. Nunca voy a venderla”, dijo Acuña en entrevista. “Salí con el título de mi tierra y dije: ‘Señores no hay motivos para echarme. Mi marido y yo compramos esta tierra con nuestro sudor’. “Fui atacada por la policía y el equipo de seguridad de la empresa”.

En última instancia ganó el caso, pero ahora dice que las cosas son peores.

“Se falló a nuestro favor y pensamos que el conflicto había terminado, pero las cosas son peores porque no nos dejan en paz, no para un segundo. Mi casa está rodeada e incluso construyeron una cerca alrededor de ella”, dijo.

Newmont puede apelar la decisión del tribunal regional en la Corte Suprema del Perú con el fin de seguir adelante con la mina. Por el momento, Acuña ha logrado bloquear la construcción de la mina Conga en una región del Perú, donde la mitad de toda la tierra ha sido concedida a proyectos de extracción.

Acuña se enfrenta a amenazas continuas y vive en una vigilancia constante debido a las amenazas de “desaparecerla” y la imponente presencia de Yanacocha y sus trabajadores. A pesar del hecho de que Acuña y su familia han establecido medidas cautelares por la Comisión de Derechos Humanos Interamericana, el Estado no ha tomado medidas para proteger a la familia.

Incluso haciendo frente a este tipo de amenazas, Acuña dijo que nunca dará marcha atrás. La lucha, dijo en una conferencia de prensa, es “para los jóvenes, para entender por qué luchamos y por qué nos enfrentamos a estas grandes corporaciones. Así sabrán que “sí, podemos defender nuestras vidas, para nuestros hijos y para las generaciones futuras.”

“Nunca voy a arrodillarse ante Yonacocha”, dijo Acuña. “Nunca me rendiré”.