Al llegar a The Chapel, Google Maps dice que llegué al 777 de la calle Valencia. Puedo sentirlo, estoy en el trigésimo octavo Encuentro del Canto Popular de Acción Latina. Desde la entrada con poca luz, el olor a pan dulce, las carcajadas y los innumerables abrazos entre los conocidos de San Francisco.

Camino por los pasillos y percibo el sonido de cien corazones latiendo al mil, llenando el lugar con anticipación, listo para que un himno los afloje en el slam. Algo más profundo comenzó a ondularse desde el escenario. Al acercarme, veo a La Noche Oskura preparándose para revolucionar el ambiente. Parece que la fiesta ha comenzado.

El inicio de La Noche Oskura, una banda que toca una mezcla de ska, reggae y rock, comenzó en 2008 en Sacramento, cuando Diego Fernando (Nando) Estrada, vocalista, letrista, representante y  último miembro original de la banda, fue invitado a tocar con una banda pequeña que luego se convertiría en lo que conocemos hoy como La Noche Oskura.

Al hablar sobre lo que inspira a la banda a cantar tan abiertamente, Nando destacó que proviene de un lugar de experiencias personales con la policía y lo que ha aprendido sobre relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Chico.

Como estudiante universitario, pasó la mayor parte de su tiempo desarrollando habilidades de debate en el Modelo de las Naciones Unidas. Gran parte de lo que inspiró a Nando seguir esto durante su licenciatura fue para revelar las razones por las que la historia seguía siendo tan “contradictoria con lo que está sucediendo como la libertad para todos”. Desde los 2 hasta los 21 años creció #indocumentadoysinmiedo de cuestionar todo. Para él, la música era la salida principal que le permitía influir en las personas de una manera mucho más profunda que la política.

“La música contribuye a la cultura y la cultura da forma a las personas y los valores y la moral”, dijo.

Al escucharlo, recuerdo la letra de su canción ‘Popo’ y la forma en que durante el Encuentro, animó a los espíritus y reparó las almas de la comunidad que no pudieron evitar estremecerse y bailar: “Pinche popo, pinche migra. Pinche misma porquería”.

En pocas palabras, la canción enfatiza el asco que sienten las comunidades negras, indígenas y de otras comunidades de color cuyas vidas están continuamente amenazadas por la policía. Si nos tomamos un momento para pensar en el inicio de la policía en este país, su propósito era capturar esclavos fugitivos. Hoy, seguimos viendo la misma brutalidad utilizada contra negros y morenos en cada grieta del país. Son canciones como ‘Popo’ cuyas vibraciones líricas suenan para alcanzar y descubrir esas grietas y aumentar nuestra atención donde los medios intentan adormecerla.

Recuerdo que al sonido del bajo que armoniza con la verdad innegable tejida dentro de estas letras, el público se levantó a la revolución y entraron al slam. En el escenario, las luces rojas y azules fueron recuperadas para recalcar nuestra capacidad de mover nuestras voces y nuestros cuerpos en contra de lo normal, siendo lo normal la disonancia que nos impide darnos cuenta de que “la música es medicina”.

De vuelta en el teléfono, Nando comenzó a contarme sobre el momento en que fueron invitados a tocar en un partido de fútbol del Sacramento Republic Football Club, un equipo profesional de la liga USL. Cuando llegó el momento de tocar ‘Popo’, al sonido del coro, se les permitió terminar el set, pero se les dijo que no se les permitía tocar allí nuevamente. Pensando en esto y recordando cuánta vida surgió de la multitud mientras se escuchaba esta canción, me siento maravillado ante la idea de cuánta valentía se necesita para componer música para decir la verdad.

“[Debemos] ser valientes y no podemos avergonzarnos de decirlo cómo [queremos] decirlo”, dice.

Como historiador, Nando entiende que la historia se repite. Como educador, empuja a los jóvenes a desafiar sus circunstancias y sentirse merecedores de igualdad en todos los aspectos de sus vidas, especialmente en su arte. Como músico, Nando y los miembros de La Noche Oskura encarnan el papel de los educadores que componen la verdad con un sonido que abre el corazón de la comunidad a las soluciones hechas para romper los mismos ciclos que la historia repite.

“La música crea la unidad…”, dice Nando. “La música literalmente controla el espacio. [Entonces] qué mejor manera de hacer espacio para las personas que hacer música que controle el espacio… a un nivel espiritual”.

La Noche Oskura es solo una pieza del rompecabezas de lo que los miembros de la banda quieren hacer por su comunidad en Sacramento y más allá. La Noche Oskura, dice Nando, es un “vehículo” para difundir el conocimiento de personas que “se parecen a nosotros y vienen de los mismos barrios. [Es] importante que estemos escribiendo nuestras propias historias”. 

Junto con esto, Nando ha creado una compañía de promoción llamada ‘Anarchos Presents’ para conectar bandas dentro de Sacramento. Habiendo actuado con bandas como La Plebe e Inspektor, La Noche Oskura desea ayudar a otras bandas que escriben para la gente. Eventualmente, desean crear un centro cultural en Sacramento similar a Acción Latina, donde músicos de todos los ámbitos de la vida que se mueven bajo misiones y visiones afines, puedan construir puentes y solidificar el acceso a la música para los jóvenes que viven en comunidades desatendidas en Sacramento.

Simultáneamente, entrar en esta conversación con Nando y el recuerdo del ambiente de La Noche Oskura fue como entrar en un santuario revolucionario que resuena con sonidos meticulosamente compuestos por las mentes más atrevidas.

“Comprender [la música] desde un lado cultural y espiritual ayuda a las personas en algunos de los momentos más difíciles de nuestra historia”, dice. Como se ve, La Noche Oskura es evidencia de que “la música es un medicina”. En una era en la que “hay [más] veces en que dudamos de nosotros mismos en lugar de avanzar’, la música es el camino.

Los miembros de La Noche Oskura están actualmente preparando un nuevo álbum que esperan lanzar a fines de 2020. Estén atentos para un poco de fuerza en el alma. Sana y Skankia, gente. ¡Wepa!