Todos los sábados, en la calle 24 del distrito Misión, en San Francisco, la Clínica Martín-Baró —un «agujero en la pared», como se autodenomina— salva las brechas existentes en torno a la atención médica para la comunidad latina de la ciudad que carece de esta cobertura, ofreciendo servicios médicos gratuitos a las personas inmigrantes.

Fundada en 2007 por un esfuerzo de colaboración entre estudiantes de las SF State y UCSF, la clínica nació con una misión singular: afrontar y mitigar las disparidades sanitarias. Tras 15 años de servicio a la comunidad, espera alcanzar la cobertura médica universal.

Karina Saucedo, una antigua estudiante de la SF State que sigue trabajando como voluntaria Defensora del Paciente (PA) en esta clínica, comparte la motivación de su dedicación: «En mi infancia fui testigo de mi madre ser mal diagnosticada frecuentemente y enfrentarse a la barrera lingüística. La gente a menudo ofrecía interpretaciones de sus sentimientos y su salud, dejándome sin palabras y sin saber cómo responder».

En la Clínica Martín-Baró, los AP son indispensables, pues se aseguran de que todas las derivaciones, los laboratorios y el equipo de farmacia virtual tengan lo que necesitan. La mayoría de los voluntarios hablan español, lo que hace que los pacientes se sientan cómodos. Sin embargo, lo que les distingue es su profundo toque humano.

«Nuestro papel va mucho más allá de la facilitación», explica Saucedo. «Escuchamos, apoyamos y traducimos. Para muchos pacientes, somos su único apoyo. Durante las citas, estamos a su lado, no sólo escuchando, sino empatizando profundamente con su dolor y sus retos, y siendo testigos de su viaje para transmitir sus emociones y preocupaciones».

Antes de la pandemia, la Clínica Martín-Baró funcionaba principalmente en persona. Sin embargo, la aparición del COVID-19 la llevó a pasar a un modelo de telesalud que ahora han adaptado como parte de sus visitas presenciales.

Joseph Hernández, otro médico de atención primaria, recordó para El Tecolote la carga emocional y el profundo impacto de la pandemia: «Durante la COVID, nuestras interacciones cambiaron mucho. Las llamadas que inicialmente eran para hablar de revisiones se convirtieron en sesiones de desahogo emocional, en las que la gente expresaba su depresión y ansiedad».

Para muchos estudiantes, la Clínica Martín-Baró se parece a los espacios comunitarios que recuerdan de su propia educación. El espíritu de la clínica va más allá de las fronteras y los orígenes, y refleja una necesidad humana compartida de compasión y atención, independientemente del lugar de procedencia.

«Aunque no haya crecido en el distrito Misión, las historias que escuché resonaron en mí profundamente. Muchas reflejaban las historias de mi familia y mis vecinos. Me dolió ver que tantos miembros de nuestra comunidad, a los que considero míos, quedaban en la sombra. Las personas que trabajan incansablemente en restaurantes y empleos esenciales fueron a menudo las últimas en recibir las vacunas contra el COVID-19», dijo Carolina Loaisiga, ex alumna que ahora reside en Los Ángeles, y que sigue siendo una voluntaria en la clínica a través de Zoom. En declaraciones a El Tecolote, destacó: «Hacemos algo más que tratar síntomas o enfermedades. En la clínica, pretendemos profundizar en los factores sociales que influyen en la salud de una persona».

A pesar de las exigencias académicas, los voluntarios encuentran un propósito y un sentido de pertenencia. «Todos los lunes nos reunimos para planear», dice Saucedo. «Es más que tareas, se trata de crecimiento colectivo».

Abierta a forjar alianzas con otras instituciones, la clínica cree que los esfuerzos combinados pueden extender su impacto. Su compromiso con la atención continua depende en gran medida de la generosidad de los donantes y del éxito de la recaudación de fondos.

En un mundo en el que los sistemas médicos suelen parecer impersonales e inaccesibles, la Clínica Martín-Baró intenta estar ahí para cada paciente, ya sea derivando a un especialista mejor y más barato o simplemente tendiéndole la mano durante un diagnóstico difícil. La clínica es algo más que un centro médico, es un centro educativo transformador, que forma a estudiantes para que se conviertan en implacables defensores de las comunidades marginadas.

Andrea Guevara, coordinadora asistente de investigación clínica de la Clínica Martín-Baró, en la oficina, en el Distrito Misión, el 12 de agosto de 2023 en San Francisco, California. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local

«Estos momentos sutiles, en los que un paciente se siente visto y escuchado, pueden tener a veces un efecto curativo más profundo», afirma Loaisiga. «Detrás de cada historial médico, hay un ser humano con un viaje único».

Los interesados en saber más sobre la clínica, su historia y cómo apoyar su labor esencial pueden visitar clinicamartinbaro.org. Su compromiso puede impulsar aún más la misión de la clínica, garantizando que más personas reciban la atención y los cuidados que merecen.