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Separación familiar

“A los 13 años me fugue,” cuenta ella.

Gaby nació en Portland Oregón en 1988. Ella es una nativa americana Spokane-Kalispel. «El inicio fue inestable. Cuando tenía 2 años, mi madre se metió en las drogas y mi papá nos llevó. No sé lo que estaba pasando, pero él también era un alcohólico. Vivimos con él hasta que tuve 6 años, cuando uno de sus compañeros de habitación abusó de mí. La abuela dio un paso al frente y decidió acogernos. Tengo un hermano un año mayor. Mi hermano y yo somos como sal y pimienta, como cereal y leche. Nos quedamos con ella hasta los 12 años. Empezamos a meternos en problemas y nos llevaron al cuidado tutelar del gobierno, pero nos seguíamos fugando para reunirnos. Luego, mi hermano fue encarcelado y yo no quería ser atrapada.

«Más tarde conocí al hombre que sería el padre de mis dos hijos. Él era 10 años mayor que yo. Tenía 23 años y yo 14. Pero él me acogió, su familia me acogió, su madre, su padre. …Estuvimos juntos cerca de 8 meses cuando me dijo: ‘Me voy a México un rato’. Discutí con él, ‘No puedes echarme a la calle así nomás’. No quería llevarme, pero fuimos juntos».

Illegal Immigrant

Gaby cruzó a México sin documentos en 2003. «Estuve 4 años hasta que cumplí 18 años. Aprendí a hablar español. La gente me decía: ‘Pareces latina, ¿cómo es que no hablas español?’ Me llamaban ‘La del Norte, La Gabacha’. Aprendí a pintar cerámica en una bodega en un pequeño pueblo cerca de Pátzcuaro, Michoacán. Hice ollas. 80 pesos por 3 decenas. Compramos un camión e íbamos a vender en Puebla y Guadalajara, en los corredores callejeros donde hay turistas que hablan inglés. Hablar inglés me ayudó a vender».

«Mi primer hijo nació a los seis meses y murió. Su corazón simplemente se detuvo. Él nació entero. Su abuelo lloró, ya lo amaba.» Gaby tuvo dos hijos más, pero su relación empeoró.

«Mi ‘beibi dadi’ (el papá de mi hijos) y yo, pasamos por una relación jodida. Él comenzó a golpearme cuando tenía 16 años. Me envió al hospital varias veces. Su papá le puso una tunda una vez. ‘¡Es solo una niña pequeña!’, le gritó. Su tía intervino en otro momento».

Gaby comenzó a esperar su cumpleaños número 18. «Era una inmigrante ilegal en México sin documento alguno». Mando a pedir documentos as su casa. «Después de la última vez que me envió al hospital, me dije: ‘ya no puedo seguir haciendo esto’. Contacté a mi abuela y le dije que enviara dinero. Mi abuela endeudo su casa para poder enviarme dinero. Era lo único que tenía, pero le dije: ‘Así como me cuidas, te cuidaré’.

Fue lo más difícil que he tenido que hacer. Tomé un taxi a Guadalajara a un hotel y de allí tomé un avión. Mirando desde la ventana del avión a la tierra abajo, todo lo que podía pensar era ‘allí están mis hijos’. No hay duda en mi mente que me habría matado, hasta el día de hoy… «

Reunificación

Antes de que Gaby se comunicara, su abuela había perdido la esperanza de que estuviese viva. «Mi familia me estaba esperando en el aeropuerto de Portland. Mi abuela no podía dejar de llorar. Empecé a vivir con mi hermano».

Gaby contaba en que el amor que su familia tenía por sus hijos los mantendría a salvo. «Mi hijo mayor fue el primer nieto de ambos lados y fue muy querido, apreciado». También estaba decidida a no dejarlos en México. Antes de escapar, ella había conseguido pasaportes de EE.UU. para sus hijos en el consulado de Guadalajara. Apostó bien, ya que su compañero después la siguió al norte con sus hijos a Oregón, donde se reencontró con ellos.

Servicio al cliente

Una semana después de que Gaby llegara a Portland, le pidió a su abuela que la llevara a un restaurante mexicano. «Ya no estaba acostumbrada a la comida aquí.» Gaby no perdió tiempo y después de ordenar, inmediatamente le pidió al gerente empleo. Él la contrató.

Gaby prosperó en su trabajo. «Me gusta hacer felices a los clientes, y así es como logré ser gerente. Los Martes de Taco era mi día libre, pero aun así fui un día. Un cliente tenía una queja y la resolví. Él le dijo a mi gerente: ‘¡Hizo un trabajo excepcional!’. Tenía turnos de 13 a 14 horas. Mi gerente comenzó a mirarme en las cámaras. ‘Te he estado mirando. Siempre estás en movimiento. Siempre estás ocupada.’ Le daba bebidas gratis a los niñitos. ¡La gente todavía pregunta por mí en el restaurante!” Gaby sonríe con un brillo en los ojos, orgullosa de sus habilidades superiores de servicio al cliente.

Troqueando

Su padre es chofer de camiones de semirremolque. «Íbamos en acarreos 3, 4 días a la vez. Mi papá me trajo a San Francisco y yo quería quedarme, pero él me dijo: ‘Acabo de recuperarte, no puedo dejar que te vayas'».

«Mi papá es la razón por la que sé trabajar en automóviles. ‘Pásame eso, dame aquello’, decía en la cochera. Le contestaba, ‘¿Por qué no le enseñas a tu hijo?’ ‘Me lo agradecerás más tarde’, decía él’.”

Para Gaby sería un sueño obtener la licencia de mecánico para enorgullecer a su padre.

El Motero

Eventualmente, Gaby regresó al Área de la Bahía. «Quería mudarme a San Francisco, a la ciudad, soy una chica de la ciudad».

Gaby se metió con un novio en Richmond y el abuso comenzó de inmediato tanto por parte de él como de su madre. La hacían comprar drogas y así fue como conoció al Motero. Ella y el Motero se enamoraron desesperadamente. Cuando su ex novio la persiguió, El Motero le disparó y El Motero fue metido en prisión.

Buen chulo

En la calle, sola en Richmond, Gaby comenzó a vivir en edificios y casas abandonadas. «Escuché sobre muchas chicas haciendo eso y comencé a hacer lo que hago ahora. Al principio, estaba trabajando para mí, luego me presentaron a un chulo. Él era un buen chulo. Él tenía su chica principal, pero ella me enseñó a manejarme a mí misma».

¿Quién es un buen chulo? «Algunos chulos no te permiten gastar tu propio dinero». Obtendríamos nuestra propia comida y otras cosas que necesitábamos. Solo nos pedía que le preguntáramos antes de comprar algo grande. Una vez incluso compré un Taser, pero él estuvo de acuerdo con eso. Me sentí protegida. La primera vez que salí con la Taser en mi bolso, aquí viene un hombre que nos saltandonos encima, así que le di un toque», ríe Gaby. Gaby describe una relación de trabajo cooperativa con el Buen Chulo y La Chica Principal. «Todos los días íbamos de compras y estábamos realmente bien cuidadas; cabello; uñas; ropa.»

Pero no todos los chulos son buenos chulos, algunos son unos hijos de la chingada, locos. Gaby aprendió a evitar el contacto visual con otros chulos y pasarlos rápidamente. «Ellos podrían secuestrarte; He visto a chicas ser metidas en la cajuela de un automóvil. Tenemos miedo de reportar algo así…. Ves a otras chicas por ahí, moretones en sus piernas, dedos marcados en sus brazos, solo sabes que su papi no las cuida bien. Piensas, ‘¿Por qué no simplemente lo deja?’ No es tan fácil para todas. Todas tienen su historia».

Cuando Gaby había ganado suficiente dinero, dejó a su proxeneta. «Cuando lo dejé, él estaba llorando». Él le dio sus ganancias. “’Bueno, es tuyo’, dijo, ‘te lo ganaste’ «.

Gaby entonces cumplió su meta de vivir en San Francisco. Ella ahora trabaja en el corredor de trabajo sexual de la Misión entre las calles Capp a Folsom, 16 a la 20.

Renegada

Una trabajadora sexual de la calle sin chulo es llamada una renegada. “Es más peligroso, porque al final del día no tienes protección alguna.” Recientemente, Gaby fue amenazada con un cuchillo al cuello. “Es lo más peligroso que me ha sucedido. Me quitó mi paga. Básicamente, obtuvo servicio gratuito,” dice abatida.

“Solo por la experiencia que tengo, sé cómo mantenerme a salvo.” Gaby cubre dos turnos, uno de noche y otro de mañana, con un descanso entre los dos. Ella evita las horas pico de servicio: “No gano nada en ese tiempo y hay demasiados chulos allá afuera. No quiero que me acorralen. Algunos pudiesen ser parte de una red de trata sexual.”

Trabajo de sexo de supervivencia

La industria del sexo abarca una amplia gama de puestos de trabajos incluyendo espectáculos eróticos para mirones, bailes de tubo y mesa, masajistas, pornografía y acompañamiento de servicio completo. Las historias de las trabajadoras sexuales también son variadas. En la ciudad de San Francisco, el movimiento de positividad sexual ha logrado demostrarle al público la gran variedad del trabajo sexual se realiza por mujeres y hombres trabajadores sexuales empoderados. Pero esto tiende a pasar por alto al menor porcentaje de trabajo sexual donde la raza, la etnicidad y la pobreza determinan el nivel de empoderamiento de una trabajadora sexual sobre su trabajo. En las esquinas de la calle, las chicas se abren paso en el negocio por primera vez o las más pobres sobreviven.   

Pike Long, directora adjunta de St. James Infirmary, explica que «muchos que trabajan en estrecha colaboración con profesionales del sexo usan el término ‘trabajo sexual de supervivencia’ para describir trabajos más precarios como el de Gaby». Asistir a las necesidades de las trabajadoras sexuales de supervivencia—comúnmente mujeres y mujeres trans—es un enfoque principal de los esfuerzos de alcance y programación de St. James Infirmary. En el desarrollo de servicios, St. James se apega a los lemas principales del movimiento de trabajadoras sexuales: «Derechos, no rescate» y «¡Nada sobre nosotras sin nosotras!» En el fondo de cualquier programa exitoso de reducción de daños en la Ciudad con personas en condiciones de vulnerabilidad está su ejercicio de su derecho a la autodeterminación.

Mami-papi

El plan de Gaby cuando llego al Área de la Bahía era estabilizarse en un trabajo, encontrar un lugar dónde vivir y traerse a sus dos hijos. Cumplir su objetivo ha tardado más de lo esperado. Ahora también tiene una hija de 5 años que alimentar, vestir y cuidar. “Lo bueno de lo que hago es que trabajo turnos de tres horas para ganar $300 a $400 al día. No soy codiciosa. Tengo un horario de trabajo. Podría ganar más dinero, pero con esas horas de trabajo puedo pasar el día entero con ella.”   

Después de su segundo turno, Gaby duerme unas horas en el automóvil. «¡O hasta que mi hija me deje!». Una vez despiertas, típicamente van al baño de un refugio o del parque para lavarse, y salen a desayunar. Juntas llaman por Facetime a sus dos hijos en Oregón casi todos los días. Si hay dinero para gastar, se van de compras a Ross o Walgreens por ropa o un juguete. En un día brillante, quizá vayan al zoológico o a la playa o tengan una pelea de globos de agua en el parque. «Pero la playa es el lugar # 1. Ella se mete hasta el fondo. No tiene miedo porque la primera vez que la llevé, me metí de lleno. Compramos sandwiches. A veces nos quedamos un par de horas, ¡a veces nos quedamos todo el día!»

También hay que hacer los mandados, lavar en la lavandería, comer la cena, andar en autobuses, solicitar servicios gubernamentales y acicalarse, «Cuando me arreglo las uñas, ella recibe una manicura y pedicura.»

El padre de su hija también se queda cerca de la Misión, pero ya no viven juntos. “Ahora somos mejores amigos, y jamás pensaría en quitarle a su hija. Él se ocupa de ella, me trae dinero cada semana, pero como yo, no tiene un trabajo normal.” Gaby depende de los cupones de comida para sobrevivir.

“Yo sólo digo ‘haz lo mejor que puedas, mejor aún que tu mejor esfuerzo.’ Él me llamó en Día del Padre para desearme ‘feliz día del padre, mami-papi’,” ríe Gaby.

“Mi papá, él también sabe lo que hago. Todos solo quieren que esté a salvo. Esa es su única preocupación.”

Alojamiento para jornaleros

El mayor riesgo para Gaby y su familia en este momento es la falta de vivienda, no su trabajo. Cuando Gaby primero llegó a la Misión, aún era posible que los jornaleros, incluyendo trabajadoras de sexo en las calles, encontraran y costearan un cuarto para albergarse y hasta a su familia.

“El primer paso hacia mi estabilidad sería obtener un hogar. Estoy cansada de estar en las listas de espera, pero me motiva a buscar hacia lo que quiero. Quiero estar algún día sin ayuda del gobierno. ¿Quién quiere vivir de la beneficencia social el resto de su vida? Yo puedo ganar eso en un día. Sólo estoy buscando una habitación pequeña para rentar; hasta $1,000 al mes o menos es lo que podría pagar. Me gustaría quedarme con sólo otra mujer.”

Pero una habitación es difícil de encontrar en la aburguesada Misión, más para alguien que se gana la vida clandestinamente. «Todos estos lugares que alquilan a las personas, quieren una prueba de ingresos. Trabajando por debajo de la mesa, simplemente no puedo darlo».

Lucro adicional

Le pregunto a Gaby que le ha dado el trabajo sexual. “Me trajo independencia. Me compré un auto. He viajado. Desde 2009, he ido a trabajar a Vegas, Sacramento, San José, Salinas y Oakand… Obviamente, no voy a hacer esto para siempre, pero no está lastimando a nadie…”

Algún día le gustaría encontrar un trabajo normal: “Me gusta darle gusto a los clientes…. Fui cajera en un casino.  Realmente quisiera trabajar de nuevo en un casino. Soy verdaderamente buena para ello. Llevo cuentas rápidas como cajera de banco.” Gaby palmea una mano contra la otra, contando dinero invisible.

“Pero aún si fuese cajera de casino, haría trabajo sexual para poder sobrevivir semana a semana. En un trabajo normal te pagan a la quincena, si bien te va. Los cupones de comida no duran toda la semana. Necesitas otro ingreso. Tiene que haber un lucro adicional 3, 4 veces a la semana.”

“Dirás que mi trabajo es clandestino, pero estoy cobrando tu jornada completa en solo unas horas….”

Tolerancia

En mayo, un grupo que se autodenomina la Organización Vecinal de la Misión Central (CMNO) fue de puerta en puerta en las proximidades del tradicional corredor de trabajo sexual repartiendo un volante para promover una reunión para «taclear el problema de la prostitución en la Misión Central». Las voces cantantes del CMNO son gentrificadores afluentes que han comprado casas en la zona, incluyendo una ejecutiva que trabaja para una empresa de ropa sustentable, un ejecutivo de Pinterest y, por supuesto, un corredor de bienes raíces. La organización ha estado activa en Nextdoor y Facebook aproximadamente desde 2010. El CMNO ha trabajado de manera insular, cabildeando al anterior y a la actual Supervisor del Distrito 9, al departamento de policía y al departamento de saneamiento para resolver los problemas en “sus calles.” Eso, sin apoyarse en organizaciones expertas en proveer servicios a personas sin hogar y trabajadoras sexuales en la Misión.

Atendí la segunda reunión del CMNO el 18 de junio en el Centro Recreativo de la Misión en la calle Harrison. La agenda de la reunión dice que “Calles seguras=Cero tolerancia para prostitución de calle en nuestra zona.” Para sorpresa de los organizadores, la reunión también fue atendida por un número significativo de organizadores radicales de la comunidad LGBTQ que viven en la Misión. “Como madre, como vecina de toda la vida en la Misión,” dijo una madre radical con su bebé en brazos, “Estoy muy consternada con el llamado para mayor control policial del trabajo sexual.” En la medida en que la reunión progresó, se cambia el lenguaje para discutir los temas. Los nuevos integrantes explican que la palabra “prostituta” es ofensiva para muchas trabajadoras sexuales y ofusca el hecho que el trabajo sexual es trabajo, y piden no referirnos a las personas sin hogar como campamentos para barrer.

La reunión fue un ejercicio en construir tolerancia mediante el reconocimiento de la humanidad básica de nuestros vecinos. Todos sobrevivimos juntos en este mundo capitalista y racista, sea que no tengamos o si hogar; sea que nos ganamos nuestro salario como putas corporativas, esposas obligadas a dormir con sus maridos o trabajadoras sexuales. La solidaridad es clave.

Buenos clientes

Los clientes conocidos hacen más seguro su trabajo. Ella ya tiene algunos clientes regulares. “Muchos están casados. Muchos de mis clientes son inmigrantes. Sus esposas están muy lejos. Ellos no quieren encontrar una chica aquí. Sólo quieren esa atención física por un momento. Tampoco quieren seguir buscando mujeres. Da miedo levantar a una chica. Algunas tienen chulos buscando robarles. Los inmigrantes latinos son particularmente vulnerables.”

“Un cliente regular se da la vuelta 2, 3 veces a la semana. Pero sea regular o no, solo dales buen servicio y con suerte te llamarán de nuevo.”

Días mal pasados

Le pregunto a Gaby que pasaría si la policía llevará un operativo en contra de la prostitución en las calles de la Misión. “Sería verdaderamente difícil. Digamos que entonces necesite obtener un trabajo normal, tendría que trabajar por lo menos una semana antes de que me paguen, más bien dos semanas porque la mayoría de los trabajos dan dos cheques al mes. No sé cómo esperarían que siendo madre soltera pudiese sobrevivir en ese tiempo. Luego tendría que mantener ese trabajo. También tendría que ser un turno de la noche, para que pudiese estar con ella….”

Respecto al volante del CMNO, ella responde, “Trabajó todos los días. Si me tomo un día libre, significa que no hay dinero. He tenido días mal pasados. Creo que la gente no entiende lo que significa tener que luchar; tener que robar cereal y leche para que tu hija coma; tener que arriesgar que me la quiten. Mis dos hijos me los quitó Servicios de Protección de Niños una vez; fue traumático para ellos y para mi. El mejor interés del niño es estar con su madre. Mi hija le tiene miedo a la policía.”

Le comento que algunos vecinos no quieren que sus hijos vean trabajadoras sexuales en las calles. “Yo puedo entender eso. Mi hija no sabe lo que hago. La protejo, pero hay un límite de lo que puedes evitar vean tus hijos en San Francisco. Considera la fiesta de orgullo gay, ahí vas a ver gente desnuda con su pirulí colgando de fuera. Pero nosotras salimos de noche. Tus hijos deberían estar en cama a esa hora. Si tus hijos están afuera a esas horas, algo está mal contigo.”

Cuento de cuna

Todas las noches Gaby mete a su hija de cinco años en la cama. Comienza bloqueando las ventanas de su automóvil con papel oscuro. Luego lee varios libros a su hija. «Sus favoritos son las historias de Disney y los cuentos de hadas».

Gaby entonces espera hasta que el padre de su hija llegue para quedarse con ella, «Si no puedo dejarla con él, no la dejo con nadie más».

Se pone su ropa de trabajo y sale, «Lo más difícil es voltear hacia atrás para mirarla cuando salgo. Voy a sacarnos de esta situación».

Bailando con lobos

Nuestra entrevista finaliza y cruzamos la calle 24 para seguir nuestros diferentes caminos. En el cruce, le pregunto a Gaby si tiene un nombre nativo americano. «No, porque tienes que hacer una ceremonia y no lo he hecho. Pero si lo hiciera, me llamaría «Bailando con lobos», dice anhelante, «porque soy como un lobo. No, soy como un león. ¡Tengo corazón de león!”

Negocio de legado de la Misión

Camino lo largo de la calle Capp, desde la calle 16 hasta la calle 24, una vez durante el día y una vez por la noche, preguntándome desde cuando existe este negocio en las calles de la Misión. «Sé que han estado allí desde al menos 1972», me dice un jomi misionero de la vieja escuela, «Lo sé porque me crié a una cuadra de distancia de calles Capp con la 20 y allí buscaba a mi papá para pedirle dinero. Él estaría allí, en compañía de las mujeres.»

Artículos sobre la población multicultural de jóvenes “…negros, hispanoamericanos, blancos pobres, indios, filipinos y samoanos del vecindario» de los años 60 también mencionan el proxenetismo y la prostitución como trabajos comunes para los jóvenes pobres del barrio deteriorado. (Chicago Tribune en 1968; 1969 Sun Reporter)

La posibilidad de que Gaby y otras renegadas tengan que arriesgar todo para trabajar en las calles mucho más peligrosas de Oakland debido a la inconveniencia percibida por algunos gentrificadores, nos deja con una sola solución. En realidad, es una resolución para ser considerada e introducida por la Supervisora Hillary Ronen:

Considerando la presencia histórica del trabajo sexual durante el ascenso del Distrito Cultural Latino de la Misión, y en línea con otros esfuerzos para preservar su cultura y carácter, la Ciudad y el Condado de San Francisco declaran que el trabajo sexual es un negocio de legado de la zona central del Distrito de la Misión.