En mi último artículo fue publicado el 26 de marzo, comencé a abordar el tema sobre la situación de los refugiados sirios como miembros importantes de esta comunidad desplazada que han formado su propio sistema educativo en Antakya, Turquía.

Como lo mencioné, la mayoría de los niños sirios refugiados tienen poco o nulo acceso a una educación formal en Turquía, sin embargo, voluntarios en Antakya se han movilizado y han logrado que

cuatro edificios sean destinados para ofrecer educación a más de 2 mil  niños sirios de edades entre los 4 y 17 años.

La mayoría de sirios que viven afuera de los campos refugiados en Turquía lo hacen bajo condiciones de pobreza que ha causado la explotación de sus hijos como trabajadores y vendedores ambulantes. Es muy común cualquier día, en alguna ciudad grande de Turquía,  encontrar a cientos de niños pidiendo limosna en las calles o trabajando clandestinamente para dueños corruptos a cambio de muy poco dinero o, muy frecuentemente, sin remuneración alguna.

Con el propósito de proteger a sus niños de esta explotación, familias en Antakya los inscriben en sistemas escolares creados por esas mismas comunidades.

Mohammed Mustafa, fundador de la Agencia de Liberación y Alivio para Syria (izq) y Talal Shawar, un refugiado sirio, se recupera de una cirugía de reemplazo de la cadera en Antakya, Turquía. Foto Amos Gregory

Desafortunadamente, muchas de estas familias no pueden proporcionar lo básico como ropa, calzado ni materiales o útiles escolares. Una organización que trabaja directamente con las familias y escuelas es el Agencia de Rescate de un Siria Libre (FSAR, por sus siglas en inglés), que fue fundada en 2012 por refugiados sirios. FSAR recibe la mayoría de sus suministros de Europa y países del Medio Este, distribuyéndolos entre las escuelas. Una persona que trabaja con FSAR es Talal Shawar.

Shawar es un ex maestro de secundaria de 37 años que antes de la guerra civil siria era un profesor respetado y figura de alto nivel en su barrio.

Estudiantes de la Escuela El Eman Para Niños Sirios en Antakya, Turquía. Foto Amos Gregory

En 2012 escapó de su pueblo natal Idlib, Siria, después de ser torturado durante meses por las fuerzas internas de seguridad leales al presidente Bashar al Assad. Traumatizado, Talal decidió no continuar más su carrera como docente, optando por el voluntariado, ayudando a coordinar la distribución de los suministros a los niños.

Durante mi tiempo en Antakya, Shawar fue internado en un hospital turco para someterse a una cirugía de reemplazo de cadera, la cual fue irreparablemente dañada durante su tortura.

Shawar, que ha sufrido más tragedia personal que la mayoría, personifica la fortaleza y resistencia siria. A pesar de todas sus dificultades sigue luchando para proteger y educar a los niños de la escuela en Antakya por cualquier medio necesario.

Mi testimonio sobre la resistencia a tanta lucha solamente fortaleció mi compromiso para proveer un medio de curación a través del arte a una comunidad que lo necesita. Podría pasar mi tiempo en Antakya visitando familias, niños y ancianos de los ‘nuevos’ sirios de Turquía.

Me permitieron acceder a una de las cuatro escuelas en Antakya para pintar murales cuyo objetivo sea crear conciencia sobre esta comunidad. Con estos murales, me sumo a la lucha internacional que tiene incontables voluntarios que están trabajando para concientizar sobre la primera diáspora del siglo XXI: la diáspora siria.

Amos Gregory es un veterano militar de los EEUU, artista visual y activista.

Mural ‘Alto a la Guerra Contra los Niños’ por Amos Gregory en la Escuela El Eman Para Niños Sirios en Antakya, Turquía. Foto Amos Gregory