Para mí, El Tecolote nació en el momento justo. Cuando apareció su primera edición, hace 53 años este mes, un 24 de agosto de 1970, yo era un joven en transición: me acababa de graduar de la Escuela Preparatoria Jefferson en Daly City, donde descubrí el periodismo en el último minuto, y me dirigía a la Universidad Estatal de San Francisco, ansioso por explorar el arte de la escritura.
Persiguiendo ese objetivo, me convertí en escritor para El Tecolote, al inscribirme en La Raza Journalism, una materia encargada de producir el periódico bilingüe gratuito en la SF State y cuya distribución cubría el Distrito Misión cada dos semanas.
Mi participación, que comenzó con la segunda edición en septiembre de 1970, me llevó a una carrera de 32 años como reportero de noticias profesional, primero en The Palm Beach Post en Florida y luego en The Sacramento Bee. Si bien la mayoría de mis asignaciones fueron locales, también cubrí noticias en todo el continente americano, incluidas tres expediciones para documentar la guerra civil en mi tierra natal, El Salvador.
Ya semi retirado, digo: «Gracias, Tecolote. Mi gratitud por abrirme puertas. Tu impacto perdura».
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Mi introducción al periodismo fue accidental. Sucedió en una clase de Asuntos Latinos inaugurada en la Jefferson High cinco meses antes de mi graduación. Tal curso nunca había existido en esa escuela y su lanzamiento coincidió con la llegada del largamente retrasado movimiento La Raza, que sembró mayor orgullo entre los jóvenes morenos.
La clase atrajo a casi cuarenta latinos el primer día, en enero de 1970. El maestro, John Armenta, nos dio la bienvenida. No recuerdo sus primeras lecciones pero sí recuerdo que la asistencia se redujo rápidamente.
Un día, Armenta preguntó a la decena de estudiantes restantes: «¿Les gustaría sacar un periódico?» Dijimos «¡Sí!» a pesar de que el trabajo de los medios no estaba en la descripción del curso. Bautizamos nuestro periódico La Verdad.
La Verdad, un tabloide rudimentario de cuatro páginas, se imprimió dos veces en los últimos días de mi último año. Su primera edición, fechada el 11 de mayo de 1970, contenía mi primera noticia, en inglés, sobre una reciente protesta contra la policía en la Misión.
Mi escritura era horrible. Sin embargo, había algo eléctrico en ver mis palabras impresas.
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Justo cuando dos ediciones de La Verdad llegaban a la Jefferson High, la clase inaugural de Periodismo de La Raza de la SF State estaba completando su primer semestre, sin producir un periódico.
Esa clase se había creado en enero de 1970 en La Raza Studies de aquella universidad, uno de los tres departamentos recién creados en la Escuela de Estudios Étnicos de la universidad, que se inauguró en el otoño de 1969.
La creación de la escuela cumplió un objetivo clave de una huelga de cinco meses iniciada en noviembre de 1968 por estudiantes promotores de la igualdad. Habían acusado a la SF State de racismo, al inscribir menos estudiantes de color y enseñar una historia étnica sesgada. Al amanecer de 1970, aún resonaban los ecos del levantamiento, marcado por repetidos enfrentamientos con la policía.
Con la paz restaurada, la primera clase de Periodismo de La Raza aprendió redacción de noticias a cargo del profesor Juan Gonzales, el fundador del curso.»En ese momento, no teníamos una publicación donde aparecieran las historias», dijo sobre la clase.
No fue hasta el verano de 1970 que algunos de sus alumnos compilaron voluntariamente la primera edición de cuatro páginas de El Tecolote. Esa primavera, el profesor Gonzales mencionó la necesidad de un periódico bilingüe para servir a la Misión, hogar de una población latina en constante aumento.
Ese septiembre, me inscribí en la SF State a través del EOP, o el Programa de Oportunidades Educativas, un programa de admisión especial fundado el otoño previo para estudiantes con poca representación. Su creación representó una victoria más para los huelguistas de 1968.
Mi única ventaja cuando entré a La Raza Periodismo en septiembre de 1970: sabía escribir a máquina. «Recuerdo que estabas ansioso por escribir», me dijo recientemente el profesor Gonzales. «Tus habilidades de escritura aún estaban en desarrollo…»
Además de escribir, el equipo de El Tecolote redactaron titulares, diseñaron el periódico y lo distribuyeron.
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Mi mayor historia para El Tecolote se desarrolló un sábado lluvioso de noviembre de 1970, en el Salón de Justicia de San Francisco: después de seis días de deliberación, un jurado emitió ese día su veredicto sobre el caso de seis jóvenes latinos acusados de asesinar al oficial de San Francisco Joseph Brodnik y agredir a su compañero, Paul McGoran. Los acusados se llamaban Los Siete, aunque no se capturó a un séptimo sospechoso.
Sentado en una sala del tribunal repleta, vi cómo el jurado absolvía a Los Siete de asesinato y agresión, lo que provocó el regocijo y emocion de sus familiares.
Como muchas tragedias, el incidente del 1 de mayo de 1969 ocurrió en un instante. Comenzó cuando los dos oficiales vestidos de civil confrontaron a algunos o a todos los jóvenes mientras llevaban un televisor a un automóvil desde una casa del Distrito Misión.
Los fiscales afirmaron que durante una pelea que siguió, uno de Los Siete agarró el arma de McGoran y le disparó a Brodnik. Los abogados defensores estuvieron en desacuerdo y sostuvieron que Brodnik murió por lo que hoy se conoce como «fuego amigo»: afirmaron que McGoran disparó accidentalmente a su compañero durante la pelea con sospechosos a quienes consideraron ladrones.
Durante el juicio de cuatro meses, la defensa describió a la policía de San Francisco como «una fuerza de ocupación dentro de la Misión», una fuerza que era ultra violenta e intolerante, al igual que McGoran, declaró la defensa.
Después de la absolución, el equipo de defensa elogió al jurado, con Charles Garry, el formidable abogado principal, afirmando: «… Si se dejara en manos del tribunal, el juez, la fiscalía y el Departamento de Policía (el acusado) se habría podrido en el infierno o habría terminado en la cámara de gas».
Los Siete, encarcelados sin derecho a fianza desde mayo de 1969, pronto fueron liberados. Sus nombres: Gary Lescallett, Nelson Rodriguez, Danilo Melendez, Jose Rios y los hermanos Tony y Mario Martinez. También Gio López, que evitó la detención.
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Colaboré con El Tecolote durante mis cuatro años en la SF State. En el camino, elegí especializarme en periodismo y graduarme de una licenciatura en junio de 1970. Después, me entrevisté en varios periódicos pero ninguno me contrató.
Desesperado, acepté un trabajo de relaciones públicas, que tuve durante veinte meses, aferrándome al sueño de ser un reportero de noticias profesional. Fue hasta 1976 que me convertí en uno, con la ayuda del Programa de Verano para Periodistas de Minorías en la UC Berkeley. Este programa de doce semanas, que perfeccionó mis habilidades, garantizó trabajos para sus graduados. Me envió al Palm Beach Post, mi empleador durante los siguientes ocho años y medio. En 1985, me uní a The Sacramento Bee y permanecí allí durante más de 23 años.
Para concluir, quiero expresar mi más sincero agradecimiento a quienes ayudaron a mi avance, incluidos los huelguistas de 1968 de la SF State.