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Sentado en su oficina, ubicada en el centro de Stockton, José Hernández recordó el sueño que tuvo a los diez años: ser astronauta.

La procesó mientras sostenía la antena de conejo de la televisión de su casa para que los demás pudieran ver bien la transmisión en vivo de la misión Apollo 17, en 1972. Cuando pudo soltar la antena, salió a la calle a ver la luna llena. Después entró y volvió a verla otra vez en la pantalla de la TV. El pequeño José Hernández salió y regresó varias veces, hasta llegar a la conclusión de que quería viajar al espacio cuando fuera grande.

“Para mí era increíble que pudiera ver la luna, a un cuarto de millón de millas, y al astronauta caminando [en la superficie lunar] y hablando con ‘Mission Control’ en vivo”, dijo Hernández. “Eso me fascinó y dije: ‘Esto es lo que quiero hacer’”.

De campesino a ingeniero de la NASA  
La historia de Hernández, nacido en French Camp, cerca de Stockton e hijo de inmigrantes mexicanos originarios de La Piedad, Michoacán, es de contrastes. Trabajó de niño en el campo al lado de sus padres y sus tres hermanos en la cosecha de frutas y vegetales en California.

Hernández recordó la conversación con su padre el día en que le dijo que quería ser astronauta. Primero, don Salvador lo sentó para hablar “de hombre a hombre” en la cocina de su casa.

“En ese instante, cuando dijo ‘la cocina’, me asusté”, confesó Hernández: “la cocina” era el lugar en el que, además de hacer la tarea bajo la supervisión de su mamá Julia, “aplicaban la justicia” cuando los hijos se portaban mal.

“¿Por qué quieres ser astronauta?”, Salvador preguntó a su hijo. Hernández le habló de la fascinación que le había provocado la transmisión en vivo de la caminata lunar.

“Yo creo que puedes hacerlo. Es más, te voy a compartir una receta de cinco ingredientes, muy simples. Si la sigues al pie de la letra, te prometo que puedes llegar a tu sueño’”, dijo Salvador, quien estudió hasta tercer grado de primaria.

La receta incluyó: define qué es lo que quieres ser en la vida; reconoce qué tan lejos estás de esa meta; tienes que crear una ruta; estudio y esfuerzo.

El primer ingrediente fue fácil. Para el segundo, Hernández pensó “más lejos no podemos estar. Somos campesinos”. Pero el quinto fue el más importante.

“El esfuerzo que le pones allá en el campo los sábados y domingos y siete días a la semana en el verano, en la cosecha del pepino, jitomate, cebolla, durazno, cereza, uva, ese mismo esfuerzo lo pones aquí en tus libros y más adelante en tu trabajo”, dijo su padre. “Siempre, siempre, siempre entrega más de lo que la gente espera de ti”.

El ingreso de Hernández a la NASA no fue sencillo: lo rechazaron once veces antes de contratarlo como ingeniero. Después de uno de esos once intentos pensó en tirar la toalla, pero su esposa Adela le dijo que si no intentaba de nuevo se iba a quedar con la duda toda la vida.

Después de como cinco años de recibir cartas de rechazo, Hernández  se preguntó, “¿Qué tienen ellos que no tengo?”.

Hernández tomó un curso de piloto; luego uno de buceo, incluso aprendió ruso —características que tenían los candidatos exitosos.

Pasaron años. En mayo de 2004, Hernández, que aprendió inglés hasta los 12 años, por fin logró su sueño de ser astronauta, y en 2009 viajó en el transbordador espacial Discovery. Durante su viaje en el transbordador, Hernández se volvió muy popular por tuitear en español desde el espacio.

Tras despertar del sueño
A pesar de todas las satisfacciones que le dio, Hernández confesó que el trabajo en la NASA lo limitaba. Después de llegar al espacio a bordo del Discovery lo empezaron a invitar de todas partes, especialmente de México, para dar pláticas de motivación y contar su conmovedora historia. La agencia espacial no lo dejaba viajar con tanta frecuencia, ni concretar otros proyectos personales.

Cuando les planteó que quería escribir un libro para inspirar a las nuevas generaciones, la NASA le dijo que no podía porque sería para “lucrar”. Insistió sugiriendo donar todo lo que ganara, pero tampoco lo dejaron.

Así que, cuando llegó el momento de decidir cuál sería su siguiente paso, optó por dejar la agencia espacial.

En 2011 Hernández contendió por el Distrito 10 de California pero perdió contra el Republicano Jeff Denham.

Actualmente, tiene una empresa llamada Tierra Luna, el mismo nombre del restaurante de comida mexicana que tuvo cuando vivió en Texas. Gracias a sus estudios de ingeniería y a la experiencia como astronauta, brinda asesoría técnica a gobiernos como el mexicano en temas sobre compra y mantenimiento de satélites de comunicación. También escribió el libro El cosechador de estrellas, y se habla de planes de quizá convertir el libro en una película.

Nada de todo eso sería posible de no haber hecho caso a su padre. Después de trabajar una larga jornada en la cosecha del pepino, su padre les dijo a él y a sus hermanos, agotados por el trabajo, que recordaran ese momento, porque ese podría ser su futuro si no estudiaban.
Hernández recuerda.

“En ese momento me encantó la escuela”.