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El periodista de Univisión, Jorge Ramos, fue expulsado de una conferencia de prensa después de interrogar a Donald Trump acerca de su plan de construir una barda de 3,185 kilómetros en la frontera EEUU-México y deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados. Getty Images

Muchos periodistas estadounidenses se apresuraron a criticar al reconocido periodista mexicano Jorge Ramos, quien fue sacado a la fuerza de una conferencia de prensa el 25 de agosto— de no ser objetivo después de que presionara a Donald Trump respecto a sus planes absurdos de reformar la política de inmigración.

Pero la corriente principal, los medios de comunicación comerciales, cuyas redacciones apenas reflejan la diversidad de este país, tiene un largo historial de todo menos realizar una cobertura objetiva de los latinos.

Y las muchas diatribas que en Twitter se dedican a la ‘objetividad’ en el periodismo que el incidente provocó, solamente subrayan este punto.

Como estudiantes de perio-dismo en este país, a la mayoría se nos enseña que la objetividad absoluta es parte esencial de la nave. Los estudiantes que son lo suficientemente valientes como para ejercer la profesión (en particular los de color que han visto la cobertura ‘objetiva’ de sus comunidades) pronto aprenden que la verdadera objetividad en el periodismo es tan realista como el plan de Trump para la construcción de un muro de 1,900 millas a través de la frontera EEUU-México, deportar a 11 millones de personas y negar la ciudadanía a los estadounidenses nacidos de padres indocumentados.

En lo que consiste la objetividad en estos días es, a menudo y simplemente, dar el mismo tiempo y peso a dos puntos de vista opuestos, aun cuando uno de ellos sea ridículo. O para que realmente resulte objetivo, el periodista podría ser totalmente indiferente a lo que reporta. En realidad, este aire requerido de indiferencia dificulta con frecuencia la cobertura veraz de los marginados.

Es esta búsqueda de la verdad, que no siempre parece objetiva, la que es necesaria para el bien del periodismo. Y la verdad es que las ideas sobre inmigración de Trump podrían violar la constitución de este país y los derechos humanos elementales.

¿Quién más, aparte de un periodista, para cubrir una campaña de este tipo nutrida del miedo, para exponer este tipo de retórica peligrosa?

Ramos se negó a acobardarse ante un bufón que alardea y se hace pasar por un candidato legítimo para ocupar el cargo más alto de la nación. ¿Y por qué habría de hacerlo? A diferencia de sus críticos, Ramos viene de una parte del mundo donde la búsqueda de la verdad mediante preguntas difíciles e incómodas puede costarle a un periodista su vida.

De ser agredido por uno de los guardaespaldas de Fidel Castro después de preguntarle al dictador cubano acerca de las elecciones, a recibir amenazas de muerte tras interrogar al ex presidente colombiano Ernesto Samper respecto a $6 millones recibidos en contribuciones de campaña por parte del Cartel de Cali, Ramos ha perseguido constantemente la verdad.

Ramos es periodista y al cuestionar sobre una polémica postura a un candidato presidencial respecto a un tema político importante, estaba practicando el periodismo en su sentido más verdadero.

Si Trump se hubiese dirigido a diferentes grupos étnicos —digamos miembros de comunidades negras o judías— ¿Los periodistas le habrían criticado igual? ¿Y si lo hubieran hecho, su integridad periodística igualmente habría sido cuestionada?