Proposición E impondría impuestos sobre la venta de bebidas azucaradas dos céntimos por onza. Foto Angelica Ekeke

La Junta de Supervisores de la Ciudad de San Francisco está presionando para imponer un nuevo impuesto a las bebidas azucaradas como las sodas, tés, bebidas de frutas y deportivas. Este impuesto afectaría a cientos de bebidas que se venden en tiendas de abarrotes y restaurantes. Específicamente, la propuesta requeriría a minoristas y distribuidores de San Francisco pagar dos centavos por onza de toda bebida edulcorada. Esto incrementaría el costo de una botella de soda a 40 centavos y el de un paquete de 12 sodas a casi tres dólares.

El impuesto es injusto para los consumidores y la clase trabajadora. Es injusto pedir millones en impuestos derivados de las bebidas edulcoradas, a la vez que la ciudad ofrece cientos de millones de dólares en incentivos a poderosas compañías de tecnología y constructoras.

Durante una audiencia llevada a cabo en el verano, la Junta de Supervisores de San Francisco apoyó esta medida insistiendo en que las tiendas de abarrotes, propietarios de restaurantes y consumidores no eran responsables de pagar este impuesto. Ellos pidieron que dicha carga tributaria recayera solo en los distribuidores e intentaron convencer a los dueños de pequeños negocios y consumidores para que dicho impuesto no creara dificultad alguna.

Al mismo tiempo, admitieron que su objetivo era incrementar el precio de los productos que deseaban gravar para desalentar su uso, sin embargo, no lo pueden hacer de ambas maneras.

La Ciudad tiene prioridades más importantes que gravar abarrotes, la realidad es que este es un impuesto regresivo que se aprobará con base en las bebidas endulzadas y muchos otros productos –y todos esos altos precios incrementarán la carga en los consumidores y en toda la gente de San Francisco. Esta es una de las ciudades más caras de los EEUU. Nuestro costo de vida es tremendamente caro. Todos pagamos altos impuesto a la vivienda, ventas, impuestos anuales, a los distritos escolares y los de la ciudad. Lo último que necesitamos pagar es más para los abarrotes o comidas en los restaurantes.

Los supervisores justifican el impuesto a las bebidas diciendo que desalentará a la gente a consumir menos bebidas y por lo tanto es una opción más saludable. Pero si el impuesto es gravado en muchos otros productos, lo cual ocurrirá, entonces el argumento de que el impuesto desaliente a la gente a consumir menos bebidas es falso. Suficiente significa suficiente. En vez de regular nuestra comida y bebidas e introducir otro impuesto, nuestros líderes deberían hacer mejor uso del dinero que ya tienen. Enfoquémonos en la seguridad pública, en la gente sin hogar, la educación, en mantener nuestras calles y parques limpios y manejar mejor la gran disparidad existente en la obtención de una vivienda más accesible.

El empresariado latino en San Francisco está creciendo y este impuesto solo sofoca a nuestra comunidad. El impuesto propuesto hará más difícil el que las empresas prosperen. Nuestra comunidad de negocios latinos –muchos de los cuales son pequeños negocios y administrados por familias– ya funcionan en condiciones extremas y están luchando para mantener sus negocios a flote en esta ciudad competitiva y costosa.

Un impuesto de tales características dañaría a los consumidores y negocios. Ya es hora de que nuestros líderes empiecen a lidiar con las verdaderas preocupaciones en lugar de regular lo que consumimos. Debemos mantenernos unidos contra este impuesto porque lo último que necesitamos es una nueva ley que haga más costoso vivir y trabajar en San Francisco.

Roberto Sánchez es el dueño de la Playa Azul Seafood Restaurant and Bar, y El Taco Loco Taquería