Placa conmemorativa a Jennifer Moreno, quien murió en la guerra en Afganistán. Foto Amos Gregory

 

Una ceremonia luctuosa se llevó a cabo en la Universidad de San Francisco el jueves 15 de mayo en honor a Jennifer Moreno, muerta en Afganistán el domingo 6 de octubre de 2013.

Hija, hermana, enfermera, soldado y otra casualidad desafortunada de una guerra que lleva trece años en Afganistán.

Moreno nació el 25 de junio de 1988. Ella acudió a la Logan High School en San Diego, donde creció al lado de su madre, dos hermanas y un hermano, que también forma parte del ejército. Se graduó en el 2009 de la USF con un título en Ciencias de Enfermería.

Mientras que estuvo en la USF fue miembro del campo escolar como Oficial de Reserva del Cuerpo de Entrenamiento (ROTC, por sus siglas en inglés) que es un programa universitario que cubre los costos de universidad de estudiantes a cambio de que brinden servicio militar al graduarse.

Cumpliendo con su obligación, Moreno se unió al ejército de los EEUU en el 2009 y llegó a ser uno de la pocas mujeres seleccionadas para el Equipo Cultural del Ejército, cuya principal obligación consiste en invitar y comprometer a la población femenil en zonas de combate para tareas tales como búsqueda, toma de posesión, programas de acción civil médica y asaltos (redadas) de combate. Esos equipos de mujeres de apoyo son asignados a unidades de las fuerzas especiales del ejército, las cuales llevan a cabo algunas de las más peligrosas misiones en Afganistán. Moreno, hasta antes de morir, pertenecía al 75 batallón de comando de los EEUU.

Ella murió cuando un Dispositivo Explosivo Improvisado (IED, por sus siglas en inglés) explotó cerca de su posición en Zair, Afganistán, mientras que su unidad llevaba a cabo una redada a una fábrica de bombas del Talibán. Esa explosión no solo tomaría su vida, sino que también impactaría en la vida de sus colegas, amigos y familia, miles de millas lejos, en su casa en San Diego y su adoptada ciudad, San Francisco.

Su hermana Jearaldy Moreno, viajó al servicio memorial desde San Diego. Sentada calladamente, rodeada por la que fuera su universidad y oficiales militares, escuchaba las historias de su hermana. Caminó cabizbaja conforme fue conducida al anfiteatro en el edificio de la Escuela de Enfermería, donde una fotografía de su hermana apareció ante sus ojos. Uno se preguntaría si este y muchos otros servicios memoriales han disminuido la pena en los familiares y amigos que dejan atrás.

Su muerte vino durante el tiempo en que hubo cese de operaciones del Cierre Federal de los EEUU en 2013 —el denominado ‘sequester’— lo que resultó en las cesación de beneficios de entierros para las familias de los soldados caídos de EEUU.

Debido a este cese no hubo recursos federales disponibles para ayudar a su familia a pagar los gastos funerarios de Moreno.

La familia tuvo que buscar ayuda financiera en una organización no lucrativa, la Fischer House. Este hecho es un triste testamento de una guerra que ha roto el material con el que se teje la nación americana: miembros de una familia que se ven en apuros para encontrar la forma de dar sepulto a sus hijos fallecidos.

La historia de Jennifer Moreno es la de una joven pionera que derribó muchas barreras para llegar a ser una de la pocas mujeres miembro de la comunidad de Fuerzas Especiales de los EEUU; su historia es también la de una nación que está fallando a sus miembros militares conforme se les pide a ellos y a sus familias hacer un último sacrificio.

—Traducción Emilio Victorio Sanchez