Dos películas recientes han causado una gran impresión entre nosotros, la ‘gente de color’ de este país: ‘Coco’ y ‘Pantera Negra’. ‘Coco’ es una película animada mientras que ‘Pantera Negra’ se basa en la tira cómica de Marvel.

¿Causarán también una gran impresión entre gente ‘menos coloreada’? La respuesta es un definitivo tal vez, aunque según el ¡cha ching! de las cajas registradoras, ambas películas son claras ganadoras en el ‘frente verde’. Entre la gente de todos los colores.

Gocé con ambas películas. Muy bien producidas, con mucha acción, con personajes poco usuales (en la industria del cine actual), pero creíbles. Casi puras caras negras o morenas. Libretos enraizados en temáticas y gente que a lo mejor veamos a nuestro alrededor. ¿O que tal vez sean ‘soñables’?

Respecto a las lenguas utilizadas, escuchamos inglés, algo de español, un poco de spanglish y otro poco de  black english. ¡Incluso un poco de wakandan! ¡Arriba el multilingüismo!

En ‘Pantera Negra’, el idioma hablado por los míticos y super desarrollados wakandeses es el isiXhosa, un idioma proclamado como su lengua materna por más de 8 millones sudafricanos. Dos icónicos líderes del movimiento anti apartheid sudafricano, Steve Biko y Nelson Mandela, eran miembros del pueblo Xhosa.

Ambas películas han tenido un gran éxito de taquilla. ¿Acaso ese éxito garantizará que empecemos a ver más películas como esas surgir de las fuentes creadoras de Hollywood? Después de todo, como dice la frase: “El dinero habla, las palabras son bla bla blá”.

Aunque ‘Coco’ y ‘Pantera Negra’ sean ganadoras indiscutibles para muchas mentes y corazones (además de serlo en las cajas registradoras), no creo que ese éxito garantice que habrá continuos patrocinios similares. La lucha por una representatividad regular y verdadera —en todos los frentes— continúa.

¿Tal vez ‘Coco’ y ‘Pantera Negra’ sean excepciones que confirman la regla?

Incluso sin tener garantías de un continuo apoyo financiero, se han abierto nuevas puertas. Se han abierto voluntariamente, o han sido abiertas por la fuerza de la insistencia.

Como un importante ejemplo paralelo, pocos años atrás, la Asociación Nacional de Básquetbol Americano (NBA, en inglés), no incluía a jugadores negros. Hoy día, son una aplastante mayoría. Sin embargo, solo hay un socio mayoritario afrodescendiente (Michael Jordan, de los Linces de Charlotte) entre los dueños de los equipos. Los negros norteamericanos no controlan los mecanismos donde se toman las decisiones.

Los jugadores, que son la razón de la popularidad —y éxito financiero— del deporte, aún no son respetados.

Recientemente, Laura Ingraham, una comentarista de Fox News (una cadena derechista de TV), dijo algo claramente racista contra LeBron James, un hombre que se expresa muy bien (y tal vez el mejor jugador de la liga): “¡Solo driblea y cállate!”

A Ingraham no le interesó que James fuera una persona inteligente, un millonario que se autoforjó (ya que él no heredó de su papi como otros millonarios) y que merece respeto.

Para esa comentarista (y para mucha gente en los EEUU) LeBron James —y todos los jugadores— solo son ‘deportistas obreros’, peones que no debieran opinar, sino no es de básquetbol. “¡Solo driblea!”… y agradece a tus dueños.

Ni los jugadores en las canchas de básquetbol ni los artistas en la industria cinematográfica controlan el negocio. Ni el negocio deportivo, ni el negocio del cine.

Para trascender (o ganar) en el sistema capitalista se necesita dinero. Sea en el mundo ‘real’ de los deportes o en el mundo ‘ficticio’ del cine.

En este país, el control de las faltriqueras del aparato creativo permanece en otros sitios, donde no se encuentran los chicanos, latinos, latinx, wakandans… o gente de colores alternativos.

Con esa realidad, ¿cómo se han de crear nuevos ‘Cocos’ y ‘Panteras Negras’?

En mi opinión, el gran éxito de ambas películas debiera alertar a nuevos productores acerca de esta verdad: hay grandes posibilidades de éxito financiero en las colaboraciones multiculturales mutuamente respetuosas.

‘Coco’ es una linda muestra de las celebraciones del Día de Muertos, como suceden en México.

‘Pantera Negra’, una cinta muy bien lograda, que invita a imaginar un pasado de grandezas en Africa y también a soñar con un futuro ojalá no tan distante, donde los afrodescendientes en EEUU tengan mayor control y respeto en sus vidas.

Por una rara ocasión, ambas cintas se sienten reales, creíbles, respetuosas, bien investigadas y planeadas.

De nuevo, la razón principal es que —esta vez— los productores abrieron las bien protegidas puertas creativas (y también las bóvedas del dinero) e invitaron a varios artistas y consejeros culturales, africanos norteamericanos, chicanos, mexicanos y latinos, a colaborar en la realización de las películas.

Así, los colores, la música, los personajes y las tramas, tal vez impacten más fuertemente a los públicos afrodescendientes, y a los mexicanos, chicanos y latinos en general. Sin embargo, también interesa intelectual y emocionalmente a quien sea que vea las películas.

Una sensación clara de autenticidad emana de ambas cintas. Aunque nunca se haya oído de Mictlán (el más allá del mundo prehispánico), o si wakanda es fruto de la imaginación de una escritora, o si nunca se ha montado un altar a los muertos el 2 de noviembre, las películas tocan nervios universales.

Justo hoy día, Francine Torres ex estudiante de teatro en la Universidad Estatal de San Francisco, reclamaba en los medios sociales el alcance limitado de gran parte del cine nominado en los óscares:

“Este mundo es mucho más grande e interesante que el pedacito de vida que se nos entrega. Eso sigue perpetuando una horrible ola de homogeneidad y racismo en este país”.

Estoy de acuerdo y esta vez afirmo, no pregunto: Coco y Wakanda ¡de por vida!