Elizabeth Warren en Oakland el 31 de mayo. Cortesía: Elizabeth Warren/Instagram

Elizabeth Warren es la candidata demócrata más polémica de la campaña de principios de 2020, habiéndose posicionado como una progresista de primer nivel, o al menos está haciendo campaña como tal. Ha prometido servicio de guarderías y educación superior asequible, apoyo a la negociación colectiva, un salario mínimo decente, regulaciones más estrictas en las corporaciones de Wall Street y Silicon Valley, y un impuesto progresivo a los más ricos. Si bien todo esto suena excelente, hay una gran sombra de dudas que se cierne detrás.

Las campañas presidenciales son generalmente excursiones en demagogia nacional y la de 2020 no es diferente. Que Warren respalde lo que ha hecho en su campaña, es el factor más importante para asegurar su nominación. Ciertamente, ha ayudado a llevar la conversación de la política más hacia la izquierda, lo que es claramente algo bueno. Sin embargo, no es suficiente para remediar las desigualdades estructurales y judiciales que proliferan en nuestro país y, además, llevar la conversación prácticamente no significa nada si estas políticas progresistas se dejan en el olvido una vez elegida.

El escepticismo por Warren no es infundado. Una republicana registrada en los años noventa. Según Open Secrets, sus tres auspiciantes más importantes de 2013-2018 fueron Emily List, el comité de acción política fundado por la heredera de IBM Ellen Malcolm; la Universidad de Harvard, donde fue profesora antes de ser electa senadora; y Women Count, un sitio de financiación colectiva con sede en Palo Alto que apoyó a Hillary Clinton en 2016. Durante el mismo período, su base de donantes más importante fue la de jubilados, de quienes recaudó casi $4 millones.

En cualquier caso, la multitud que se reunió en Laney College en una noche de viernes de mayo estuvo emocionada de verla. Su reunión presidencial número noventa (la primera en el Área de la Bahía) atrajo a miles. Durante el mitin habló sobre su vida en Oklahoma con tres hermanos militares mayores y una mamá y papá que hacían malabarismos con parte de una clase trabajadora y la inseguridad económica. Esbozó cuidadosamente cómo esos momentos dieron forma a su vida política. Compartió la historia de su madre percibiendo un salario mínimo con un trabajo que, en sus palabras, “salvó nuestra casa y nuestra familia”.

“Hoy en día, un empleo con salario mínimo en los EEUU no mantendrá a la mamá y al bebé fuera de la pobreza”, dijo Warren. “Eso está mal y es por eso que estoy en esta lucha. Cuando tienes un gobierno que funciona de maravilla para quienes tienen dinero… eso es corrupción pura y simple y necesitamos señalarlo”, continuó. “Estoy cansada de cargar con multimillonarios”.

Elizabeth Warren y su familia. Cortesía: Elizabeth Warren/Instagram

Las tres posiciones principales que ella articuló, mismas que están destinadas a diferenciarla de un campo primario demócrata particularmente amplio, proporcionaron un plan claro y conciso sobre su campaña y posible presidencia. Como dijo al principio y al final de su discurso, es su plan lo que la distingue, el cual consiste en: 1) atacar la corrupción; 2) instituir un cambio económico estructural y, 3) proteger nuestra democracia. Todas, dijo, se reducen a la oportunidad, específicamente a la oportunidad de “construir un futuro”.

Su apoyo a los sindicatos, a los Dreamers y a la clase trabajadora fue claro. Su plan quedó claro. Cómo sus antecedentes influyeron en su trayectoria política, también quedaron en claro. Encantadora e ingeniosa, con divertidas frases y anécdotas sobre matrimonios pasados ​​y la universidad con un bebé. Parecía realmente emocionada de estar allí.

Tal vez pueda verlo venir, el ‘pero’, un “pero… ¿es suficiente?” O más concretamente: ¿Alguna de sus posturas progresistas le importan al votante demócrata moderno más que el hecho de que sea una mujer contendiendo contra un misógino y un presunto violador?

La fractura del partido demócrata entre sus donantes más jóvenes, más de clase trabajadora, de izquierda y más antiguos, más ricos, es la pregunta que debemos esperar ver repetida, agresiva y excesivamente minada a medida que se acerca el 2020. Es una pregunta justa: ¿Los demócratas cederán a su base más joven y progresista? ¿Tirarán la toalla y tomarán otra L con la esperanza de asegurar la bolsa? Honestamente, las predicciones no son mi fuerte, pero Warren se distingue de la mayoría de los demás por ser una candidata que no teme abrazar reformas económicas y sociales firmes.

Ese es realmente el meollo del ‘pero’: la reforma. Warren quiere reformar un sistema con la esperanza de dar a todos una oportunidad de alcanzar el proverbial Sueño Americano. El problema con la reforma dentro del sistema es solo eso, está dentro del sistema. El capitalismo moderno se basa en la segregación y explotación sistémica de los trabajadores. Se basa en esta explotación y degradación. ¿Es la reforma una opción? ¿La reforma es incluso viable?

Warren y sus partidarios ciertamente cuentan con ello.

Sin embargo, la viabilidad de la reforma significa, al menos en parte, una aceptación de que los que están al otro lado del pasillo tienen objetivos similares. Reformar significa cambiar la manera en que funciona el capitalismo estadounidense, no desarmarlo. La reforma se basa en la creencia de que las personas en el poder son el problema y no el capitalismo. Esto puede no ser suficiente.

Puede que esto no baste para ganarse tanto a los progresistas como a los moderados que espera tener de su lado. Si es así, la reforma puede no ser suficiente para resolver los problemas económicos, sociales y políticos que se discuten constantemente en MSNBC y FOX News.

Francamente, un gran grupo de personas piensa que sí basta. Warren tiene una gran base liberal que cree profundamente en sus numerosos y extensos planes para el futuro. Muchos de estos votantes apoyaron a Hillary Clinton en 2016 y a Obama en 2012, muchos residen en ciudades costeras metropolitanas y se estremecen con la palabra ‘populista’. La campaña aún está en el aire, pero la realidad es que parece ser una contendiente cercana contra Biden y Sanders.

Suena trillado, se siente exagerado incluso escribirlo, pero estamos en un momento decisivo en la historia de los EEUU. El cambio climático, la agitación social y el colapso económico no son solo problemas teóricos, sino problemas reales en el horizonte que el próximo presidente deberá abordar una vez electo. Entonces, la verdadera pregunta para Warren, o posiblemente para la presidente Warren, es: ¿cuándo va a surgir el impulso, una presidenta Warren se inclinará hacia la reforma o la revisión a gran escala?