Fotograma de la película ‘Libertador’. Foto cortesía Cohen Media Group.

Con César Chávez y Cantinflas, las películas sobre figuras latinas ilustres han agarrado vuelo este año. Y ahora le toca a Simón Bolívar, libertador de Latinoamérica del yugo colonizador español a inicios del siglo XIX.

“Masacraron y esclavizaron el continente durante 300 años”, grita Bolívar en una de las muchas arengas heroicas durante la película. “Esto no es una guerra, ni una rebelión. Es una revolución que borra las fronteras que establecieron los españoles, para unificar el continente”.

Libertador, una producción hispano-venezolana con un presupuesto estimado de 50 millones de dólares, supera con creces los $10 millones de la estadounidense César Chávez y los 3.5 millones de la mexicana Cantinflas. Es la película candidata de Venezuela al Óscar a la mejor película extranjera.

De dimensiones épicas como su presupuesto, la película hace alarde de una gran valor de producción —tomas aéreas, grandes batallas, 10,000 extras, 6,000 vestuarios diferentes, 69 días de rodaje en países americanos y europeos.

Dirigida por Alberto Arvelo, Libertador cuenta con una sobria interpretación del venezolano Edgar Ramírez en el papel protagonista —quien nos obsequiara el memorable papel de Ilich Ramírez Sánchez ‘El Chacal’ en Carlos (2010)— y una épica y grandiosa partitura musical del compositor Gustavo Dudamel, director de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles.

Simón Bolívar unió a hombres y mujeres, ricos y pobres, criollos, indios, negros, mestizos… durante un período histórico en el que el ansia emancipador del continente americano encontró inspiración en las recientes revoluciones francesa y estadounidense.

“Debemos traer una lluvia torrencial que arrase con la arrogancia, con la pretensión, con la usura, con la indolencia y con la indiferencia de quienes nos han oprimido por tantos años”, dice Bolívar. “Este continente está esperando por un diluvio, un diluvio que finalmente lo inunde de libertad, y somos nosotros quienes vamos a traer ese diluvio, y ese diluvio comienza hoy”.

Libertador comprime en dos ajustadas horas la épica campaña libertadora de Bolívar desde 1800 hasta su muerte en 1830 —su cómoda juventud influenciada por el maestro Rodríguez, su breve matrimonio con una aristócrata española, las primeras batallas junto al General Miranda, su exilio a Nueva Granada, la intromisión británica en la empresa revolucionaria, la campaña a través de los Andes.

Después de entablar más de cien batallas, Simón Bolívar, victorioso, presidió lo que se dio en conocer como la Gran Colombia durante 10 años—comprendiendo los actuales Ecuador, Panamá, Venezuela, Colombia y partes de la Guayana, Brasil, Perú y Nicaragua. Su sueño panamericano naufragó como consecuencia de los intereses personales de los caciques regionales.

Libertador presenta una construcción típica del cine comercial —una narrativa que se trunca con una constante concatenación de planos acompañada de música— y se siente como fruta que la cortaron verde y se ve bonita pero no tiene sabor.

Está destinada al público extranjero más que al latinoamericano. Su objetivo primordial es entretener y que se vea bonita, algo que lo logra con creces, y el secundario, informar sobre quién es Bolívar.

Para el público de San Francisco, Libertador nos debiera servir para reconocer al personaje de la estatua que está junto a la la Biblioteca Pública Central, del lado del Asian Art Museum, donde cada año los consulados latinoamericanos de nuestra ciudad ofrecen flores en las fiestas patrias en conmemoración de su independencia y en honor a su libertador, Simón Bolívar.

Libertador se está mostrando en los cines Century de San Francisco, San Rafael y Sacramento, así como en los cines Maya de Pittsburg y Salinas.