La semana pasada murió el poeta y actor chileno Eric Polhammer. Cuando vi publicado un poema suyo llamado «Usted», me encantó. ¡Una vez más descubría un ejemplo de creatividad que traspasaba fronteras! Con un poco de licencia poética, compartiré ese poema. Realicé algunos cambios mínimos. Por ejemplo, el bus donde esa mujer y el poeta viajan se ubica (en esta versión) en el barrio latino de San Francisco. Tal vez lo más complicado es la palabra Usted. En español, usamos ese término para denotar respeto, hacia alguien a quien no conocemos o de edad avanzada. Cuando hay más confianza, usamos el Tú. La esencia profunda del poema se mantiene intacta. ¡Gócenlo!
USTED, por Eric Polhammer (1955-2023)
Usted va en el bus. El 14 Mission…
… el 12 Folsom…
O el que circula por la Bryant.
Va aburrida Va preocupada o va alegre.
Casi no va, porque viene dormitando
después de un día intenso de trabajo.
Va pensando que sus hijos no la respetan,
o que estuvo bien que se peleara
con su ex novio, el celoso.
Aunque todavía siente amor por él, usted
no va llorando por él:
va llorando porque se siente sola.
Usted es buena moza
pero hoy día se ve pésimo
porque así lo decreta su pensamiento.
Usted es yo, ahora que está escribiendo
y no sabe qué decir, porque usted
no es escritora.
Usted es capricornio.
Todavía no encuentra una cosa
a la cual clavarle el diente
que no sea una mazorca de maíz.
Ya no celebra como antes su cumpleaños
como si las velas de la alegría ya no ardieran.
Usted se siente inconscientemente neurótica
Le afecta terriblemente la tensión reinante
Se llama María Sepúlveda… o González…
Hace infinitas noches que no hace el amor.
Su ex marido se casó con su mejor amiga.
Se casó con usted enamorado de su cara
pero usted engordó demasiado.
Porque apagaba la angustia y el tedio
con carnitas y pan dulce.
Usted lee, a veces, El Tecolote.
Ahí fue que leyó un poema como este
por primera vez.
Usted le reza a la Virgen de Guadalupe y
dice ‘por diosito santo’.
Yo la quiero.
Soy la única persona que la quiere de verdad
porque sé que no tenía ganas de levantarse
esta mañana
debido a una borrasca de pensamiento amargo
que se le vino como anuncio de una tormenta.
Usted no sabe que yo la conozco a usted.
Sé que hoy día se puso un calzón negro roto.
Y que tiene dos muelas que parecen
dos viudas fétidas.
Usted no sabe bien por quién va a votar
si alguna vez puede votar,
porque no sabe si va a estar viva
para esa fecha.
Usted adoraba a Don Francisco.
No conoce bien la causa
de la Revolución Francesa
y eso no la perjudica en lo más mínimo.
Usted estudió en la Escuela 24 de Puebla
y llegó hasta la sexta preparatoria
porque después su papá murió de viejo
siendo joven aún.
Pero sabe rezar el rosario.
La otra vez la vi sentada sobre
un banco de madera verde
en La Raza Park.
La miré a los ojos, pero usted no me vio.
Estaba vestida con una falda negra
y un chaleco celeste y le colgaba
una crucecita de cobre que le quedaba bien.
Después se levantó y se quedó pensativa,
mirando a los Testigos de Jehová
amenazando al mundo.
… y pensó integrarse, pero se acordó
del acordeón de su ex marido evangélico
que llegaba siempre borracho.
Así es que usted se decepcionó de todo.
¡hasta pensó que el Tatita Dios no existía!
Y se trató de suicidar amarrándose
la manga de una camisa sobre planchada
al cuello… pero tuvo una visión del demonio
y regresó como si no hubiera pasado nada
a la realidad de su pieza, que consiste
en un camastro y una ventana trizada
por donde se cuela el frío en invierno
y los zancudos durante el caluroso verano.
Con deseos renovados de salir adelante.
Usted aún espera que llegue la persona
que la quiera de verdad.
¡Está caro el aceite!
¿Usted se pregunta qué hace ahí ese verso?
El verso está ahí, porque está caro el aceite.
Yo siempre estoy con usted.
Llego a pensar que usted es yo
o que yo soy usted… con otro nombre.
Ese Messi le resulta agradable
aunque sea argentino.
Un chiquillo travieso, como su hijo,
el que se fue a Jalisco.
Usted lloró tres meses,
mas ahora está tranquila.
Sabe que ya lo perdió todo.
A veces ahí empieza la vida.
Este poema le resulta incomprensible,
pero le gusta. Sabe que ahí hay cariño.
Usted me invitó una vez a comer tamales.
¿Se acuerda?
A veces no se entiende a sí misma
¡apenas termina el padrenuestro
y piensa en diabluras!
Ya se está cansando de leer. Necesita
anteojos nuevos. Los que le regalaron
no le sirven: eran de otra persona.
Cuando esté lloviendo, acuérdese:
Alguien está llorando más que usted.
Y cuando el sol cara de gallo asome su cresta roja,
no se olvide que yo me siento alegre
de que usted sea tal como es usted.