Quién es un patriota? ¿Quién, un traidor? ¿Qué caracteriza a un héroe o a una heroína? Las preguntas son interesantes y las respuestas, nada fáciles.

Hace poco ví un documental acerca de Tommie Smith, el conocido atleta negro norteamericano, quién ganó los 200 metros planos en las Olimpíadas de México, en 1968. (‘With drawn arms: a conversation with Tommie Smith’).

Lo que le hizo famoso —o impopular— para muchos, fue un gesto simple, pero poderoso. Ocurrió cuando Smith y otro atleta negro norteamericano, John Carlos, se pararon en el podium donde recibirían sus medallas, Smith, la de oro, por el primer lugar; Carlos, el bronce, por el tercer puesto.

Al comenzar el himno nacional de los EEUU, ambos atletas, cabezas inclinadas, alzaron sus puños en el aire contaminado de la Ciudad de México; puños recubiertos en guantes negros. Su intención fue llamar la atención mundial hacia el maltrato que la gente negra, no solo en los EEUU, sino en todo el mundo, ha recibido.

Ese pacífico llamado por un mejor entendimiento fue recibido con duras críticas.

Al siguiente día, Tommie Smith y John Carlos fueron devueltos a los EEUU por el Comité Olímpico norteamericano. Para muchos, sus gestos insultaron a su país, gestos considerados casi traidores. Un reconocido locutor blanco llegó a compararlos con “tropas de choque con piel negra”, refiriéndose a los odiados soldados Nazis. Desagradecidos, poco patriotas, cobardes.

Los atletas podían soltar sus piernas, pero debían contener sus lenguas.

Muchos años después sufrieron las consecuencias: la pérdida de trabajos o matrimonios fracasados. En el documental, Smith se echa la culpa por la muerte de su madre. El cree que ella se preocupó tanto por la forma en que fue tratado después de ese día en 1968, que eso le causó un fatal ataque al corazón.

Hoy tratan de forma parecida al ex jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, quien jugó con los San Francisco Forty Niners. Kaepernick primero se sentó y luego se arrodilló, al sonar el himno nacional que se toca previo a comenzar los juegos de fútbol. Su protesta fue por el maltrato que la gente negra y latina reciben a manos de la policía. Obviamente, esa realidad poco ha cambiado desde 1968.

Algunos ya lo han dicho: “El racismo está tan inserto en el ADN de los EEUU, que quien critique el racismo, será acusado de criticar al país”.

Ahora, mis pensamientos vuelan a fines de los 1800. A Chile, mi país de origen. Hace 20 años, mi madre (QEPD) escribió a mi hijo Roque, respondiendo a sus preguntas sobre una tarea de secundaria. El necesitaba datos acerca de nuestro árbol genealógico familiar. Cuando mi hijo compartió esa carta conmigo, descubrí una gran aventura en la vida de mi tatarabuelo materno. Aquí va un fragmento de la carta de mi madre:

“Leandro González, tu tatara-tatara abuelo era, posiblemente, un campesino iletrado. ¿Por qué te hablo de él? Simplemente porque fue pacifista. Naturalmente pacifista. Cuando era un joven campesino y ya tenía su familia, empezó la guerra de Chile contra Perú y Bolivia (Nota: la conocida Guerra del Pacífico. 1879/83. Considerada por mucha gente una guerra fratricida, instigada por las clases elitistas chilenas y por Gran Bretaña). “Como no había un gran ejército, fueron a los campos a buscar a los hombres jóvenes, para reclutarlos y obligarlos a ir al norte a pelear con los peruanos y bolivianos. Él no quiso ir, declarando que no pensaba matar a sus hermanos del norte por tierras que nadie usaba y que si los militares con sus generales querían usar sus armas, que se mataran entre ellos. Fue declarado cobarde y tuvo que huir y esconderse gran parte de su vida en los cerros cercanos al lugar donde vivía. Casi no tuvo contacto con su hija Margarita, pero ella lo defendió siempre, porque entendió lo que su padre sentía y todo lo que sufrió por defender sus ideas”.

Creo que hay una fuerte conexión entre las acciones más simbólicas (aunque poderosas) que Tommie Smith, John Carlos y Colin Kaepernick realizaron en los EEUU y lo que mi tatarabuelo hizo en Chile en 1879.

Para empezar, todos fueron atacados, rechazados o perseguidos por aquellos que controlaban sus respectivos países, que pretendían silenciarlos, ignorarlos, e incluso borrarlos de la historia. Sin embargo, ellos se irguieron, se sentaron o se ocultaron, en pos de un mejor entendimiento entre los pueblos.

En el proceso, todos arriesgaron mucho, pero sus ideas les alentaron a seguir adelante con sus acciones. Con el paso del tiempo, Carlos y Smith se han transformado en ejemplos positivos en la historia de las luchas de la gente negra, por todo el mundo. Kaepernick, aunque se le siga negando trabajo como mariscal de campo en un equipo de fútbol, es ahora un admirado líder (¿una especie de mariscal?) en las luchas sociopolíticas de los EEUU. Para mí, los tres son verdaderos héroes y patriotas.

En lo que a mi tatara abuelo, Leandro González, respecta, también lo considero un héroe verdadero y un auténtico patriota. No fue cobarde ni traidor. En la percepción de sus descendientes, él es un ancestro que refleja lo mejor de nuestro ADN familiar.

En un país tan dividido como los EEUU, la diferencia entre un patriota y un traidor se seguirá discutiendo apasionadamente. Tal vez por siempre.

Al final, algo resuena con fuerza en mi mente: el patriotismo no debe implicar una ciega obediencia. En ningún país.