La autora, Jessika Karlsson, durante su ceremonia de graduación de la Universidad Estatal de San Francisco el 25 de mayo. Foto: Kelly Rodriguez Murillo

Lo que debería haber sido uno de los días más felices de mi vida, el día que me gradué de la universidad, fue opacado por una orden ejecutiva supuestamente destinada a proteger “a la nación del ingreso de terroristas extranjeros en los EEUU”, y resultó en la ausencia de mi animadora número uno en la vida, mi madre.

Mi madre ha sido la persona más comprensiva (e intimidante) en mi vida y me ha colmado de amor por su anhelo de que tenga éxito. Ella continuó inculcándome y motivándome para que yo aspirara a una educación superior, lo que empeoró cuando la única señal que tuve de ella durante la ceremonia de graduación en el AT&T Park fue un asiento vacío junto a mi padre.

Soy lo que mucha gente llamaría cóctel étnico. Nací y crecí en Estocolmo, Suecia, hija de un sueco blanco y una refugiada somalí. La historia de mi familia es la razón por la que decidí ir a la universidad porque mi madre siguió mostrándome y diciéndome lo importante que es la educación para personas como nosotros, inmigrantes de primera o segunda generación. Aunque me tomó algunos años después de la escuela secundaria decidir si quería seguir estudiando (una espera que casi rompió el corazón de mi madre), siempre supe que lo haría y fue principalmente gracias a ella y a su historia de vida.

Esta fotografía fue tomada el 13 de enero de 2017, en Beirut, Líbano, el último día que visité a mi madre, quien temporalmente estuvo trabajando para la Cruz Roja sueca. Fue el último día de mis vacaciones de invierno, antes de regresar a San Francisco, luego de pasar algunas semanas viajando con mi madre. Cortesía: Jessika Karlsson

Mi madre nació y creció en Somalia, pero huyó a Suecia en los años 80, antes de que estallara la prolongada guerra civil en el Cuerno de África. Ella crió a mis hermanos como madre soltera mientras trabajaba y estudiaba en una universidad sueca para obtener su título. Con el tiempo se convirtió en ciudadana sueca, se casó con mi padre, me tuvo a mí y comenzó su nueva vida. Viviendo en Suecia, ocasionalmente regresaba a Somalia para visitar a su familia. Después de años de arduo trabajo, mi madre decidió jubilarse. Aprovechó esta oportunidad para mudarse a Somalia con la esperanza de recuperar el patrimonio de su padre.

Poco sabría ella que sería penalizada por eso. Esta decisión, de pelear por su derecho de nacimiento y el de sus hermanas, resultó en que se perdiera la graduación de su única hija y la primera en terminar la universidad.

La razón por la cual mi madre no estuvo presente cuando me gradué fue la Orden Ejecutiva 13780, a menudo referida como ‘La Prohibición Musulmana’. Al 24 de septiembre de 2017, “la entrada a los EEUU de inmigrantes somalíes queda suspendida”. Aunque mi madre ha sido ciudadana sueca desde mediados de la década de 1980, viajó a su país de nacimiento después de 2011 y perdió el poder de su pasaporte sueco debido a un “escrutinio adicional para determinar si los solicitantes están conectados a organizaciones terroristas o de otra manera representan una amenaza para la seguridad nacional o la seguridad pública de los EEUU”, según informa el sitio web de la Casa Blanca.

Esto significa que el programa de exención de visa que funciona para otros ciudadanos suecos no aplica para ella, y tiene que obtener una visa de los EEUU. Aunque algunos afirman que este proceso es bastante simple, solo funciona cuando se tiene acceso a una embajada o consulado de los EEUU. Desde el comienzo de la guerra civil, no existe ninguna de esas dependencias en Somalia, y para que este proceso funcione, mi madre tendría que viajar al extranjero para obtener uno, con la posibilidad de ser rechazada. Este proceso requiere tiempo y dinero, algo que mi madre, que ahora está jubilada, simplemente no tiene.

Mi madre —quien ha sido una ciudadana legal toda su vida, que ha trabajado duro y siempre me presionó e impulsó para alcanzar el éxito desde que me mudé al otro lado del Atlántico para obtener un título— se perdió mi graduación debido a la discriminación.

La ‘Prohibición Musulmana’ debe terminar. Este tipo de racismo no es universal ya que las personas no penalizan a todos los cristianos por las acciones del Ku Klux Klan, ni avergonzamos a todos los hombres después del movimiento Me Too. Aún así, sociedades musulmanas enteras son castigadas por las horribles acciones de los locos fanáticos. No hay lógica en esta xenofobia, entonces demostremos que los humanos somos seres racionales y nos enfrentamos a lo que claramente está mal. Estas leyes solo resultan en familias divididas, no por distancia, problemas financieros o disputas, sino porque el líder del mundo libre decidió que todos los musulmanes son terroristas, incluida mi madre, que no dañaría a una mosca, mucho menos a los demás.