Cientos de san franciscanos marcharon y protestaron por las calles 24 y Misión, dirigiéndose hacia el Ayuntamiento en demanda del cierre de los campos de detención de inmigrantes. Foto: Mabel Jiménez

Que el gobierno de los EEUU enjaule a nuestros hijos, nuestras retoños y nuestro futuro, no es un accidente, según Lorena de La Rosa, del Instituto Familiar de la Raza. Al llevarse a nuestros hijos, vienen por nuestras familias, nuestros corazones y nuestra esperanza. La familia es fundamental para la cultura latinx y separarnos puede hacernos sentir derrotados.

Como hija de inmigrantes y orgullosa chicana, me avergüenza admitir que traté de ignorar estos asuntos importantes. Me sentí impotente cuando cualquier pequeña acción que hice para abogar por los inmigrantes parecía recibir más noticias desgarradoras. Entre las horribles redadas de ICE, los niños que morían en los campos de concentración y la retórica racista respaldada por Trump que condujo al ataque de la supremacía blanca en El Paso contra la comunidad latina, me sentí desesperada.

Luego, el 16 de septiembre, marché por la calle Misión hasta el Ayuntamiento junto a cientos de personas que protestaban con la Coalición Cierre a los Campamentos-Liberen a nuestros niños. Cuando escuché mi voz unirse a los demás, sentí una oleada de energía entrar en mi espíritu. La energía generada por personas de todas las edades que se mantuvieron firmes contra el odio estratégico hacia La Raza me dio alegría. Pensaron que podríamos estar divididos. Incluso yo creía que estábamos destinados a verlos enjaular nuestro futuro sin poder resistir.

Me sentí pequeña en el contexto de la supremacía blanca. Sin embargo, recordé que la lucha no es nueva para nuestra gente. La tierra debajo de nuestros pies nos sitúa en el pasado de nuestros antepasados que conocen la lucha. Desafortunadamente, esta no es la primera vez que otros han querido desaparecernos. Afortunadamente, en cada generación ha habido grandes líderes que nos recuerdan nuestra fortaleza interna. Nos recuerdan que el futuro sigue siendo nuestro porque venimos de un legado de personas que se organizan, se ponen de pie y se defienden.

Entre esos líderes está Roberto Hernández, quien ayudó a organizar la marcha en el Día de la Independencia de México. Y al igual que los líderes antes que él, nos recordó que la independencia aún no es nuestra, y en este momento, “[Trump] ha declarado una guerra contra nuestro pueblo, así que estamos de pie y vamos a luchar”.

A decir verdad, salí de la marcha confundida porque sentí que nuestros cantos no cambiaron nada para las personas que permanecen en jaulas. Pero después de hablar con amigos y familiares, me di cuenta de que me estaba perdiendo el punto. La cultura blanca me ha convencido de que todo necesita mostrar resultados inmediatos o no tiene valor.

El valor está empapándose de la frustración de nuestro sistema roto y sintiéndose cargado para cambiarlo. Por supuesto, tendremos temporadas para sentirnos derrotados, pero nuestras raíces nos recuerdan que no estamos solos en nuestro viaje. Estamos vivos juntos en espíritu y en acción.

Desde cientos que protestan en el Ayuntamiento, hasta organizaciones dedicadas a detener empresas como Palantir, que en 2014 recibió un contrato de $41 millones con ICE, hasta California que prohíbe las prisiones privadas (incluidos los “centros de detención” de ICE), no nos dividiremos. No seremos derrotados, no seremos destrozados ni enjaulados.

Francisco Herrera lo resumió maravillosamente a través de la canción “Nuestros hijos son sagrados, nuestros hijos son hermosos”. Nuestro futuro es sagrado, nuestro futuro es hermoso. ¡Sí se puede!

Aunque no les guste.

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