Jill Stanton, una abogada jubilada de inmigración que hace poco regresó de una segunda estancia en Tijuana, México, como voluntaria para Al Otro Lado (AOL), una organización binacional sin fines de lucro que brinda servicios legales a migrantes y refugiados. En esta primera parte de una serie de dos, Stanton escribe sobre su experiencia ayudando a los solicitantes de asilo a navegar en un sistema de inmigración inmensamente complicado y hostil. La segunda entrega se publicará en la edición del 10 de octubre de El Tecolote.

Ilustración: Bhabna Banerjee

María y yo llevamos tres horas tratando de completar su solicitud de asilo. Mientras escribo a mano sus respuestas en el formulario, ella me pregunta: “¿Es hermoso? ¿Es hermosa América?

Han sido horas difíciles juntas. María describió que fue agredida con un arma en la cabeza y que el asaltante miembro de una pandilla amenazó con violar a sus hijas pequeñas. Ella me contó que, cuando niña, su madre murió de SIDA mientras dormía a su lado.

Yo miro hacia arriba y le digo: “Sí, las montañas y las costas son muy hermosas”. Ella sonríe.

Sin embargo, la única parte de los EEUU que María ha visto hasta ahora es el encierro de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) llamado ‘la hielera’ donde su marido y sus hijas pasaron días fríos durmiendo en el piso debajo de mantas antes de que fuesen enviados de regreso a Tijuana para esperar su primera aparición en la corte de inmigración en San Diego. Y, a menos que haya un desafío legal exitoso al pronunciamiento de la política del 22 de julio del Fiscal General, William Barr, el cual limita aún más las subvenciones de asilo a casos centroamericanos basados en violencia de pandillas, la única visión futura de María de los EEUU será desde la ventana de un autobús de CBP llevándola de ida y vuelta al Tribunal de Inmigración de San Diego.

Mientras escribo esto, se está litigando una política de la administración Trump que niega el asilo a todos los migrantes que han viajado por un tercer país antes de ingresar a este país. Esto significa que un hondureño que pasó por El Salvador, o un guatemalteco que cruzó México para llegar a la frontera norte, no sería elegible para el asilo político. Esta regulación inhumana está siendo cuestionada, y probablemente terminará en la Corte Suprema, cuyos jueces conservadores ya han negado una solicitud de grupos pro derechos de los inmigrantes para retrasar la implementación de esta nueva regulación perjudicial, hasta que se tome una decisión final sobre su legalidad.

Los abogados de inmigración aún no saben si la regulación se aplicará a los casos de solicitantes de asilo que ya están en proceso en el Tribunal de Inmigración, y que y cruzaron sin permiso a los EEUU.

En otro contratiempo reciente a los solicitantes de asilo, el director interino de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración (USCIS, por sus siglas en inglés), Ken Cuccinelli, emitió una directiva que afecta a todos los solicitantes de asilo. Quienes siete meses después de presentar su solicitud de asilo ante el Tribunal de Inmigración, no podrán obtener un permiso de trabajo. En caso que los solicitantes obtengan un permiso de trabajo estarán sujetos a un escrutinio extremo: “investigación sistemática” y “verificación de identificación para la seguridad nacional”.

En el 2018, se otorgaron menos del 20 por ciento de los casos de asilo centroamericanos, y es casi seguro que desde que el Departamento de Justicia implementó el programa de Protocolos de Protección de Migrantes (MPP, también siglas en inglés) o “permanecer en México” el invierno pasado, las subvenciones disminuirán aún más. De los casi 13 mil casos de asilo de MPP pendientes, solo el 1.3 por ciento se presentó con asistencia legal.

Cuando llegue el momento en que los migrantes de países de habla hispana, excepto México, se hayan inscrito en ‘La Lista’, un sistema de cálculo ilegal que mantiene la migración mexicana a instancias de la CBP hace que los migrantes esperen semanas o incluso meses en Tijuana antes de que les toque su número, se entreguen a las autoridades estadounidenses y luego completen un largo proceso de audiencias magistrales e individuales ante el Tribunal de Inmigración; pasarán por lo menos siete meses de espera en México.

Suposición que se basa en los primeros MPP centroamericanos, cubanos, venezolanos y otros hispanohablantes que fueron procesados a principios de este año. Ahora, se proyecta más de un año de espera para conseguir audiencia final en la corte, cuando a la gran mayoría de los solicitantes de asilo se les negarán sus reclamos y serán deportados. El sistema actual está absolutamente diseñado para desalentar a las estas familias desesperadas las cuales no quieren renunciar a sus reclamos y desaparecer en México o en otros lugares.

El día que escribí esto, entrevisté a ‘Juan’, un cliente de MPP con un exitoso negocio en Guatemala, quien al confrontar extorsión y asesinato, se vio obligado a huir a México. El mes pasado, él y su familia fueron secuestrados a punta de pistola afuera de su hotel. Los asaltantes los llevaron a Veracruz, los encarcelaron en una casa allí y luego exigieron $10 mil de rescate. Una vez que se le dio el número de teléfono de un pariente en los EEUU uno de los secuestradores ordenó un pago a través de un banco en la ciudad natal de Juan, donde los socios de los delincuentes lo cobraron usando su dirección. Una semana después del secuestro, fueron puestos en libertad en Veracruz y, con la ayuda de desconocidos, lograron regresar a Tijuana para su segunda aparición en la corte donde Juan contó lo sucedido al juez de inmigración. Fue devuelto a la custodia de CBP para una “entrevista de miedo creíble” telefónica para explicar por qué tenía miedo de permanecer en México mientras los procedimientos judiciales de inmigración estaban pendientes. Su petición fue negada como “no creíble” y la familia fue devuelta a México al día siguiente.

Sin embargo, aquí estamos en Al Otro Lado, en Tijuana, trabajando en un taller de un fin de semana, con unos 30 abogados voluntarios hispanohablantes, aunque hay muy pocos empleados de AOL, son sumamente dedicados, al menos queriendo darles a los solicitantes del MPP una oportunidad de asilo en sus casos judiciales.

Casi ninguno de nuestros clientes migrantes podrá obtener representación legal en sus audiencias de la corte, lo que limitará drásticamente sus posibilidades de asilo. El CBP proporciona (como es su deber) una lista de grupos de defensa legal a inmigrantes con sede en San Diego para que los solicitantes de asilo del MPP llamen desde México. Los migrantes lo intentan pero nunca hay quien les conteste.

Como los grupos de defensa enumerados ya están al límite, no pueden reunirse fácilmente con los solicitantes de asilo mientras residen en México. Un trabajador de AOL recientemente observó una audiencia en la corte de inmigración donde uno de los cuatro jueces de inmigración recién nombrados respondió con enojo a un solicitante de asilo quien dijo haber llamado repetidamente a todos los números en la lista proporcionada por CBP y no había podido comunicarse con ninguno. El juez le dijo que una vez había trabajado para Caridades Católicas, y que no creía que esa agencia no respondiera. Ningún juez de San Diego puede continuar creyendo esto, y los casos se extienden cruelmente para permitir a los migrantes más tiempo para “buscar asesoría legal”, lo que aumenta aún más su estadía en México.

¿Cómo es para los solicitantes de asilo permanecer en Tijuana entre audiencias judiciales?

Pocos tienen fondos, y la mayoría se queda en refugios religiosos o filantrópicos en condiciones que varían de abismales a adecuadas. Algunos se van de Tijuana a Mexicali, donde es más barato y menos peligroso. Un número de ellos, como María, han encontrado trabajo; ella trabaja en un puesto de tacos. Algunos de los migrantes más visibles, haitianos y africanos, trabajan como guardias de seguridad en las empresas del centro de Tijuana. Temprano en la mañana en el cruce peatonal PedWest hacia San Ysidro, California, se reúnen decenas de cameruneses, algunos para inscribirse en ‘La Lista’, pero la mayoría para socializar o despedirse de nuevos amigos luego de que, al tocarle su turno en la lista, será transferido por la migración mexicana a CBP.