En ese rajón, el árbol
nació por su mala estrella.
Y en vez de morirse triste
se hace flores de sus penas.

Estrofa de “El aromo”, del folklorista argentino Atahualpa Yupanqui

Estas son buenas semanas para el escritor y músico Fernando, ‘Feña,’ Andrés Torres. Hace pocos días, su hija Valentina le regaló un sano nietecito, luego este 7 de octubre, el Centro Cultural La Peña de Berkeley, el venerable e icónico lugar de eventos progresistas artísticos y políticos, abre sus puertas para lanzar el primer libro de Torres.

Titulado Caminatas por los recuerdos del olvido, contiene “historias, ensayos y memorias de resistencia, prisión y exilio de un ex prisionero político”. A primera vista, se podría imaginar que el libro es deprimente, lo sugieren las palabras exilio, olvido y prisionero político. Sin embargo, sería un error clasificarlo así. Es mucho más. Es tierno, divertido, poético e inspirador. Un conmovedor recuento del año que pasó un adolescente chileno concientizado políticamente en las cárceles del dictador Augusto Pinochet.

En sus notas del autor, Torres escribe: “Pero las historias aquí escritas son personales; carne y hueso del joven militante que una vez fuí. Recuerdos sacados de notas guardadas en los más profundos recovecos de mi memoria. Algunos de ellos tragicómicos,  algo emblemático de la típica manera chilena de enfrentar la adversidad con una risa, sea cual sea la situación, aún la más trágica”.

El libro es una mezcla de sus experiencias y de cosas sucedidas a otros prisioneros. Sucesos compartidos en prisión y que sirvieron para crear lazos para toda la vida. Torres también narra hechos en un estilo de prosa poética. Sueños o aventuras que pasaron antes del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, además de hechos posteriores, sucedidos a su llegada a los EEUU como exiliado político. Primero en Boston (1977), luego en Nueva York y, finalmente, al instalarse definitivamente en el área de la bahía de San Francisco (1979).

Fernando tenía 18 años de edad cuando cayó prisionero de los esbirros de Pinochet. Era el más joven de toda la población penal, población compuesta por presos políticos y reos comunes. Creo, según experiencia, que la distinción era una manera de clasificar a los prisioneros según su posible nivel de peligrosidad, posible peligrosidad para los carceleros. Lo aprendí en el corto período de mi propio encarcelamiento en una cárcel chilena, en 1973. Los prisioneros comunes compartían un espacio muy escaso con el resto de nosotros, los políticos.

Los comunes eran ladrones, usuarios o vendedores de drogas, asaltantes (cogoteros), una gran variedad de actividades criminales. Carecían de educación básica y acostumbraban a vivir en la ilegalidad. Los políticos eran distintos, considerados más peligrosos que los anteriores. Peligrosos para los carceleros, pues tenían otras aspiraciones, motivados por ideas que la mayor parte de los carceleros no entendían ni compartían. Además, eran tildados (una tendencia mundial) de “comunistas peligrosos”.

En prisión, primero en la Cárcel Pública de Antofagasta y después en la prisión Tres álamos, en Santiago, la capital de Chile, Fernando Torres tuvo buenas experiencias con algunos comunes. Sin embargo, sus principales y más valiosas vivencias ocurrieron con los prisioneros políticos. Con ellos, logró crear un gran sentido de solidaridad y comunidad. Eso les ayudó a enfrentar y sobrellevar su penosa situación.

Le pregunté a Feña Torres por qué había escrito el libro en inglés, a lo que respondió: “Tenía una deuda con los gringos. Aquí, importa decir que “gringo” no es necesariamente un insulto. De hecho, Fernando se refiere a activistas y trabajadores de Amnistía Internacional, o norteamericanos de NICH (No Intervención en Chile), a gente con quien compartió muchos años en el Centro Cultural La Peña, incluso puede referirse a importantes miembros de diversas denominaciones religiosas.

Hubo muchos excelentes gringos y gringas que le ayudaron a encontrar buen refugio en este país. Es por eso que les agradece en inglés con su obra. Orgulloso, continúa explicando: “Una  versión en español se está preparando en Chile, en mi ciudad de origen, Antofagasta. Algunos jóvenes leyeron el libro y pensaron que era importante escribir la versión al español. Iré a Chile a finales de este año o a principios de 2023. Presentaré el libro en diversas ciudades, incluyendo a Santiago”.

Terminando nuestra conversación, estuvimos de acuerdo en algo importantísimo: para la salud mental individual y colectiva de gente que ha pasado por eventos traumatizantes, como el golpe militar de 1973 en Chile, deben sacar sus historias al aire, escribirlas o conversarlas.

No todo lo que le sucedió a Fernando Torres fue negativo. En prisión, aprendió el verdadero significado de la palabra solidaridad. También ahí escribió sus primeros poemas, construyó su primer instrumento musical  e hizo amistad con gente que le ha inspirado toda la vida. De la prisión salió convertido en un ser humano mejor definido. Un músico, un escritor, un activista cultural de por vida.

Como el árbol de “El aromo”, de Atahualpa Yupanqui, Fernando Torres se hizo flores de sus penas.