Jose Montoya. Foto Courtesy Sacbee.com

Rodeado de sus seres queridos, José Montoya —un profesor líder, activista, poeta y figura prominente del movimiento de arte chicano— murió el 26 de septiembre en su casa de Sacramento, a los 81 años de edad, como consecuencia de un linfoma.

Montoya es mayormente conocido por su poesía. En su poema más famoso, “El Louie” cuenta la historia de un veterano chicano condecorado que vive la vida con orgullo y es muy querido por todos en su comunidad. “El Louie” está escrito en el estilo revolucionario de Montoya —fusionando jerga chicana y spanglish.

Montoya nació en Escobosa, Nuevo México, en 1932. Su familia se trasladó a Delano, California en busca de trabajo. Montoya pasó su infancia en el campo ayudando a su familia en la vendimia —pronto su talento se hizo evidente cuando comenzó a dibujar en el papel que se utiliza en el secado de las uvas.

La madre de Montoya también fomentó su amor por el arte.

Montoya recordaba cuando estarcía los interiores de casas e iglesias. “Ayudamos a moler y mezclar los colores. Hacíamos plantillas con tubos inservibles de interiores de casas y recogíamos colorantes obtenidos de lechos de arroyos”, dijo Montoya, recordando el pasado en una entrevista de 1998 para el Sacramento Bee.

Después de graduarse de secundaria, se alistó en la Marina de los EEUU y prestó servicio durante la Guerra de Corea. El programa GI Bill posibilitó a Montoya la asistencia al San Diego City College, y más tarde se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Oakland para obtener su título de profesor.

En 1969, Montoya y otros educadores latinos participaron en el Proyecto Educativo México-Estadunidense en la California State University en Sacramento. Allí, Montoya fue cofundador de la Real Fuerza Aérea Chicana (RCAF, en sus siglas en inglés), un arte colectivo que se centró en la personificación de la lucha de los chicanos en poemas, canciones, monólogos y teatro.

Otro de los objetivos de la RCAF fue atraer la atención de los medios de comunicación hacia las luchas de los trabajadores agrícolas y ayudar a César Chávez y al Sindicato de Campesinos. Montoya dijo una vez: “queríamos ser descarados, no queríamos ser aburridos, así que ahora teníamos una Fuerza Aérea que podíamos incorporar al movimiento, que estaba a punto de boicotear Safeway” —en un esfuerzo para evitar que la cadena de supermercados vendiera uvas de mesa hasta que mejoraran las condiciones laborales de los campesinos. “Aparecíamos frente a Safeway vestidos con uniformes de la Fuerza Aérea y manejábamos un jeep de la Segunda Guerra Mundial”, dijo Montoya, un golpe de efecto que atrajo la atención de los medios de comunicación.

Durante 27 años Montoya también fue profesor y guía para muchos estudiantes de arte en la Sacramento State.

“Vivió su vida al servicio de los demás y consiguió un impacto duradero en la vida cívica, cultural y política, más allá de la ciudad de Sacramento”, dijo Dolores Huerta, líder sindical, activista de los derechos civiles y cofundadora del Sindicato de Campesinos. “Su creatividad y sentido del humor iluminó nuestra lucha y siempre nos motivaba para seguir avanzando. Lo extrañaremos muchísimo”.

El legado de Montoya, la poesía y el amor por las artes vivirá en el corazón y las mentes de los miles de chicanos a los que inspiró. Le sobreviven sus seis hijos, su primera y segunda esposa, y sus 19 nietos.

—Traducción Emilio Ramón