Una mujer deja rosas en un improvisado altar dedicado al presidente venezolano Hugo Chávez, ubicado en la estación del BART de las calles 24 y Misión. Foto Jocelyn Duffy

Cuando se trata de Venezuela, una forma inequívoca para conseguir noticias veraces durante los últimos 14 años, ha sido replicando el mensaje que todos los medios masivos han repetido sobre el presidente Hugo Chávez. Pero el 5 de marzo pasado, no hubo manera de ignorar el grito proclamado en todos lados. Por más que no quisimos creer… fue confirmado. Chávez había muerto.

Aquí en San Francisco, la gente que pasaba por la esquina de las calles 24 y la Misión se sorprendían al ver un grupo numeroso de personas velando, en medio de un frío inclemente y a pocas horas después de que fuera anunciado el hecho. Parecía ilógico que personas lloraran la muerte de este ‘dictador brutal’, como ha sido calificado por el canal televisivo CNN. Y los millones llenando las calles de Caracas, hombres llorando y mujeres sentadas a la entrada de sus casas sacudidas por el shock, todos ellos no pueden “estar arraigadas a un mito”, como dijo el New York Times.

La historia poca conocida comienza el 27 de febrero de 1989, la fecha del histórico ‘Caracazo’. Carlos Andrés Pérez era presidente y su implementación de las reformas de comercio ‘libre’ estipulado por el Fondo Monetario Internacional (IMF, por su siglas en inglés) eliminó el subsidio al petróleo, haciendo que los precios incrementaran al cien por ciento de la noche a la mañana. Saqueos surgieron por toda la ciudad de Caracas. Pérez suspendió por un mes las garantías constitucionales de libertad individual, el derecho a tener reuniones públicas y privadas, la inviolabilidad del hogar y la libertad de expresión. La Guardia Nacional, con la orden de proteger los negocios y los supermercados, acribilló a un estimado de 2,000 personas, que fueron lanzadas a fosas comunes.

Muchos soldados se negaron a participar en esta masacre. Fue un punto de inflexión, un peldaño hacia el intento fallido de golpe de estado del 4 de febrero de 1992 organizado por Chávez, que resultó en el arresto de este entonces joven teniente coronel y sus compañeros revolucionarios.

En 1994, el presidente Rafael Caldera fue presionado a indultar a los presos. Tras su liberación, Chávez comenzó su campaña, viajó por todo el país proyectando su causa revolucionaria. Su discurso lo perfiló como un candidato popular para las elecciones de 1998, las cuales ganó con un margen del 16.2% sobre su oponente.

“La primera vez que oí a Chávez fue en 1995”, recordó Benjamín Mast, venezolano residente de San Francisco. “Tenía 13 años y fue mi primera vez en la gran ciudad. Recuerdo haber pensado él habla como los hombres de mi pueblo, no como estos otros citadinos. Pero ya al llegar a ser presidente yo diría que su formación literaria fue mayor que cualquier político de por ahí; él siempre tenía un millón de citas y referencias a la mano. Eso, combinado con su carisma rural y colorido hizo de él un orador increíble”.

El sueño de Chávez pronto se convirtió en la pesadilla del gobierno de EEUU. Trabajó en función de lograr un sociedad donde la pobreza no fuera sinónimo de flojera sino una condición social reversible basada en el paradigma racista de la época colonial.

El Bolivarianismo significa que la atención médica es un derecho humano, pese a la nacionalidad, y que es responsabilidad del gobierno asegurar que todo ciudadano tenga un hogar, acceso a la alimentación y recursos suficientes para conseguir un trabajo digno. También significa la construcción de una América Latina económicamente autosuficiente y unida contra el imperialismo que ha amañado sus mercados y usado la fuerza militar para imponer líderes que protejan los intereses comerciales estadounidenses.

Su visión de democracia también difiere del modelo estadounidense: pide mayor participación y un sistema popular de equilibrio de poderes traducido en los ‘consejos comunales’. Chávez ha dicho: “La democracia no es simplemente llegar a votar cada cinco o cuatro años, es mucho más, es un estilo de vida, es dar el poder a la gente”.

En la última década, Chávez ha tenido una tremenda influencia en el cambio radical gestado en países como Argentina, Brasil, Ecuador, Uruguay, Nicaragua y Bolivia respecto a la elección de líderes que representen a sus pueblos con mayor autenticidad. Él fue fundamental en la creación de instituciones como el Banco del Sur y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

Luis Inacio Lula da Silva, ex presidente de Brasil, escribió: “De los muchos dirigentes políticos que encontré en mi vida, pocos creyeron tanto en la unión de nuestro continente y en la diversidad de su gente —aborígenes, descendientes de europeos y africanos, e inmigrantes como él [Chávez]”.

Al conocer al presidente Obama por primera vez, Chávez le regaló el libro Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; una cautivante historia del expolio de las Américas, primero por los colonizadores y después por los poderes corporativos estadounidenses.

Obama dijo acerca de este encuentro: “Aunque sea difícil, uno tiene que hablar con sus enemigos también… pero déjeme aclarar algo, solo porque él me regale una copia de Peter Pan no significa que lo voy a leer”.

Tal vez si lo hubiese leído, podría tener un contexto que le permitiera comprender los sentimientos feroces y anti-imperialistas de Chávez. Su odio por George W. Bush y Fox News fue aclamado por millones en América Latina, y descartado como cosas de locos en EEUU. Sus alianzas con naciones del Medio Oriente y su apoyo a la Primavera Árabe, aunque a menudo fue malinterpretada, demostró la solidaridad que él promovía por los pueblos oprimidos del mundo entero.

Al enterarse de su muerte, un alto dirigente de Palestina, Nabil Sha’ath lamentó: “Palestina se despide de un amigo leal que ha defendido nuestro derecho a la libertad y a la autodeterminación”.

La ONU reconoció que con Chávez como presidente, el gobierno logró reducir la pobreza, el desempleo y el analfabetismo. El acceso a la cultura también fue importante a través de la organización de cinemas populares y subvenciones para el arte, danza, teatro y producciones musicales. El Foro Social Mundial de 2006 puso a Caracas en el mapa como destino cultural y recibió a muchos grupos internacionales, como Amigos de PODER del distrito de la Misión de San Francisco.

“Tal vez es difícil que la gente de aquí entienda”, explicó Mast, “los cambios más grandes son los que no pueden medirse en cifras. Se trata de una nueva dignidad de los que no tenían. Los ha convertido en protagonistas de su propia historia”.