Cientos marcharon afuera del Estadio Levi’s el 23 de noviembre en protesta por el nombre de los Redskins de Washington. Foto Santiago Mejia

Por Alexis Terrazas

Bill Means, un nativo oglala lakota de la Reservación Pine Ridge en South Dakota, vivió en carne propia el racismo cuando a su madre le fue negado el servicio en una tienda local y nunca pudo hacer nada para combatirlo. Eso cambió durante un juego de básquetbol en la escuela preparatoria en 1963.

Mientras se preparaba para un juego con su equipo los Halcones de la Mission High School, el entonces defensa del onceavo grado se aventuró hacia la frontera de la reservación del pueblo Murdo, en South Dakota, para jugar contra sus rivales, Los Coyotes.

“Conforme corríamos, algunos comenzaron a gritarles ‘vayan a casa, pieles rojas… regresen a la reservación, pieles rojas’”, dijo Means, ahora con 68 años de edad. “Ellos supieron inmediatamente que eso traería una fuerte reacción. Realmente nos enojamos, así que le pusimos una paliza a su equipo”.

Efectivamente, el equipo Mission dejó a Murdo con un resultado de 60-38 aquella noche, una, que ahora casi ha sido olvidada.

Pero Means no ha olvidado: “Mi primer oportunidad de pelear contra el racismo fue en la cancha de básquetbol”, dijo y agregó: “Hay algo sobre el atletismo que vuelve el piso de competencia más parejo”.

Y es precisamente en el terreno del atletismo donde Means y otros miles de indígenas continúan la lucha.

Means sólo fue uno de como 300 personas que marcharon y protestaron afuera del estadio Levi’s el domingo 23 de noviembre en Santa Clara, cuando los San Francisco 49ers fueron anfitriones de los Washington Redskins, un equipo cuyo nombre y mascota ha despertado la ira y generado activismo entre varios grupos indígenas a lo ancho de la nación por décadas.

“Esta mascota es parte de los residuos de racismo contra los indios”, dijo Means. “Las raíces de esta mascota vienen de la atrocidades como Wounded Knee, en 1890 y Sand Creek, cuando hace 150 años mataron a cientos de nuestra gente y nadie fue penalizado, a nadie se le hizo responsable de ello.

Pero el hombre responsable de rehusarse a ceder ante los activistas e indígenas que demandan la mascota de los Pieles Rojas y el nombre sean cambiados, es el billonario Daniel Snyder, propietario desde 1999 de la franquicia NFL. Snyder abiertamente ha declarado el nombre de su equipo como un “distintivo de honor” para los nativos americanos; dijo al periódico USA Today en mayo de 2013 que nunca cambiará el nombre.

Pero la campaña de Snyder para quedarse con el nombre aparentemente sufrió un revés en junio pasado cuando la oficina de Patentes y Marcas Registradas votó para cancelar el registro declarando al nombre y la mascota como despreciativos.

La franquicia fue fundada en 1932 como los Braves de Boston y cambiada a Redskins un año después. Snyder sostiene que el nombre honra a cuatro de los jugadores fundadores y su gerente entrenador, William ‘Lone Star’ (Estrella Solitaria) Dietz, quien Snyder clama fueron nativos americanos.

“¿Por qué no honrar a su propia gente… y llamarlos los Judíos de Washington?”, cuestionó José Cuellar, profesor jubilado de Estudios Chicanos de la Universidad Estatal de San Francisco, quien se considera a sí mismo una mezcla indio tex-mex indocumentado. “Si él quisiera ser realmente tan ofensivo como lo es con los nativos americanos, podría referirse a ‘los Washington Kikes’”.

El pasado de Dietz, sin embargo es tan controversial como el nombre del equipo que una vez entrenó: condenado en 1920 por evadir su inscripción al servicio militar al declarar falsamente en su cuestionario ser un indio no ciudadano. Ese registro lo exentó de dicho servicio y recibió un terreno como ayuda por parte del gobierno. Dietz, quien reclamó ser el hijo de un padre alemán y de madre completamente Sioux, pasó 30 días en la cárcel.

“Estoy orgulloso”, dijo el aficionado a los 49ers, Jessie Álvarez-Poemoceah, afuera del estadio Levi’s cuya familia es comanche de Oklahoma. “Estoy contento de que estamos defendiendo algo que es correcto. Obviamente, el racismo no ha muerto”.

No todos los que acudieron a la protesta encontraron el término ‘Piel Roja’ como agraviante.

“Este es un país maravilloso y tenemos opiniones opuestas. Yo estoy en fuerte desacuerdo con que ellos quieran que el nombre sea cambiado”, dijo Rob Santucci, un aficionado de toda la vida de los Redskins, de 56 años de edad y residente del norte de Nueva York, que vistió una playera con la leyenda inscrita “Salvemos el nombre: al juego”, y argumentó que el nombre ‘Piel Roja’ se refiere a la guerra de pintura roja y no al color de piel. “Yo no lo uso como agravio, nunca lo he hecho. En 45 años que he sido aficionado, nunca pensé en él cómo ofensivo. Todavía creo que es un nombre de orgullo. Alguna gente lo objeta. Esa es su causa. Yo estoy conforme con eso”.

Pero manifestantes dicen que el término ‘Piel Roja’ es el equivalente a cualquier otro insulto racial o étnico, y es uno que fue usado durante las guerras de los indios americanos en los 1800 por soldados y colonizadores para distinguir a sus enemigos. Pero sin importar su origen, el nombre no ha desplazado a los miles de personas que continúan vitoreando al equipo dondequiera que juegan los Pieles Rojas.

Cerca de 5,000 personas se manifestaron en Minneapolis, Minnesota el 2 de noviembre cuando Washington jugó contra los Vikingos, y se espera la protesta de muchos el 28 de diciembre cuando se lleve a cabo el último juego en casa en Washington.

“No va a llevar más que eso”, dijo Cuellar. “El presidente ya lo tiene registrado. El alcalde de D.C… Los miembros del Congreso lo van a registrar… lento pero seguro, es algo que va a suceder”, aseguró.

Y Means, quien durante su servicio en Vietnam se motivó a tomar acción a favor de los derechos civiles, luego de ver la foto de su hermano activista Rusell en un periódico, muy probablemente vaya a estar ahí.

“¿Por qué somos la única mascota de los grupos étnicos?” dijo Means. “Sambo ya es historia, Frito Bandido es historia, todavía tenemos esta mascota del equipo de fútbol de Washington”.

— Traducción Emilio Victorio Sanchez