Central nuclear de Fukushima, Japón. Fukushima power plant. Photo Courtesy www.philnews.ph

El 11 de marzo de 2014, marcará el tercer aniversario del desastre de Fukushima, Japón. A las 2:46 pm UTC, un sismo de 9.0 sacudió a aquel país, generando un tsunami de 30 pies de altura que destruyó la costa noroeste e inundó la planta nuclear Fukushima Daiichi.

Los daños del tsunami causaron la explosión de cuatro reactores y la fusión de tres. TEPCO (Compañía de Energía Eléctrica de Tokio), la compañía a cargo de la planta nuclear, utilizó varios métodos para tratar de ‘limpiar’ el desastre sin éxito alguno.

“[Fukushima] nunca estará completamente limpia. Los desastres nucleares crean devastaciones que nunca se pueden revertir”, dijo Marylia Kelly, directora ejecutiva de Tri Valley CARES (Comunidades en contra del Ambiente Radioactivo), una organización con sede en Livermore que regula armamentos nucleares.

De acuerdo con Kelly, una vez que se han emitido desperdicios radioactivos en el ambiente, ya sea por aire o por agua, el
impacto a la salud de las personas no disminuye con el tiempo ni con la distancia, por el contrario, sus efectos se extienden a un área mayor.
En el 2011, niveles rastreables de materiales radioactivos fueron encontrados en atunes de aleta azul en las costas de California. A principios de este año, la compañía Loki Fish detectó niveles de cesio-137 en su salmón silvestre de Alaska.

En septiembre de 2013, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) dijo, “no tenemos evidencia de que radionúclidos del incidente en Fukushima estén presentes en las fuentes de comida americana en niveles que pudieran presentar una preocupación para la salud pública”. Aún no han publicado estos resultados.

Consecuentemente, la salud y seguridad pública respecto a los efectos radioactivos en la población de la Costa Oeste de Norteamérica ha incrementado debido a la falta de estudios científicos empíricos.

Afortunadamente, un equipo de 40 investigadores están colaborando para estudiar independiente y con transparencia los desperdicios radiactivos de Japón en dicha costa.

El doctor Vetter, director del programa de Física Nuclear Aplicada de Berkeley y físico del Laboratorio Nacional de Lawence Berkeley, se ha unido con el doctor Steven Manley, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Estatal en Long Beach para arrancar el programa “Cuidando Algas Marinas 2014”. El programa está diseñado para determinar el alcance de la posible contaminación radioactiva (principalmente de Cesio-137 y -134) de nuestros ecosistemas de algas marinas en las aguas que llegan de Fukushima.

A partir de hoy, un total de 42 poblaciones serán estudiadas 3 veces durante los próximos 9 meses; las zonas a estudiar abarcarán desde Alaska, bajando por la Costa Oeste de Norteamérica hasta Chile.

Los científicos estiman que los posibles riesgos a la salud pública por radiación son extremadamente bajos. “La cantidad de radiación atribuida a Fukushima será poca y más baja del nivel al que estamos expuestos diariamente”, dijo Vetter, pero también admite que “los efectos por exposición a bajas cantidades de desechos radiactivos en los seres humanos aún no son ampliamente estudiados”. Este estudio tratará de entender dichos efectos.

Además de los estudios a algas marinas, equipos de investigación en Berkeley continuarán midiendo los niveles de radioactividad en peces, algas y aire, con la intención de publicar sus resultados.

Para obtener más información sobre el desarmamiento nuclear y la ‘limpieza’, puede visitar la página de internet www.trivalleycares.org. Y, para encontrar datos concretos y científicos sobre materiales radiactivos en la Costa Oeste, visite www.radwatch.berkeley.edu.

—Traducción Carmen Ruiz