La comunidad de la Misión lamenta el fallecimiento de María X Martínez quien el pasado 15 de julio se uniera a sus antepasados tras fallecer en su casa de Bernal Heights, rodeada de su hija Paloma y su familia.
María fue directora del programa Whole Person Care y la mujer latina de más alto rango en el Departamento de Salud Pública de San Francisco (SFDPH, por sus siglas en inglés,) en donde tuvo una carrera exitosa de 23 años.
En un sistema que a menudo pasa por alto el brillo y la visión de las personas de color, María perseveró. Ella encarnó una habilidad magistral para imaginar un sueño que extendió en todos los sectores, y luego inspiró a otros para acogerlo.
Mientras estuvo en el SFDPH, creó un sistema de atención integral para las poblaciones vulnerables. El programa floreció y se extendió por todo el estado y más allá. Se especializó en iniciativas de salud de la población, integración de datos y servicios. Asimismo, consolidó la asociación entre las agencias DPH, el Departamento de Personas sin Hogar y Apoyo a la Vivienda y la Agencia de Servicios Públicos, uniendo a estos departamentos para trabajar de forma colaborativa como nunca antes no lo habían hecho.
“Era una visionaria increíble, siempre pensando primero en la comunidad y en cómo este sistema podría servir mejor a las personas”, dijo Barbara García, su ex directora, con quien María trabajó codo con codo durante muchos años como su asistente adjunta y asistente especial. “Ella me decía, ‘las personas que vienen a recibir servicios nunca tendrían por que resolverlo, nosotros deberíamos hacerlo por ellos’. Desarrolló un sistema de datos para personas sin hogar que reunió información de veinte sistemas de atención y asistencia”.
El arte siempre fue vital para María. Creía que era la herramienta más poderosa para la construcción de justicia social. La incorporó a todo lo que hizo, desde la construcción de sistemas de salud pública en San Francisco, hasta la mejora de los mensajes y el apoyo centrado en los niños y las familias inmigrantes.
Como señaló en un artículo que ella escribiera en 2007, titulado ‘El arte de la justicia social’: “los artistas no solo documentan el cambio social: lo promueven, informan y le dan forma… el arte es poderoso… porque el arte es el sustento intelectual detrás del cambio social; en ninguna parte hay más necesidad de arte que aquí y ahora”. María coleccionó arte popular oaxaqueño y lució huipiles de brillantes colores y finamente diseñados, así como intrincadas joyas mexicanas. A lo largo de los años, viajó regularmente a Oaxaca, México, en donde diseñó su hogar y desarrolló fuertes lazos con la comunidad oaxaqueña.
Recibió a numerosos artistas latinos e indígenas en su casa de San Francisco para apoyar y difundir sus obras con el mundo. Fotógrafos, fabricantes de papel, tejedores, artistas de serigrafía, alfareros, todos se llegaron a hospedar en su casa. “Era una artista de corazón y conocía su poder. Cada vez que trabajamos en un proyecto, pensaba en el arte como una forma de curación comunitaria”, reconoció García.
Como defensora comunitaria de las artes desde la década de 1990, María defendió las políticas públicas, la legislación y la reforma de los estatutos para garantizar la equidad cultural a largo plazo mediante la financiación de las artes. Se desempeñó como comisionada de Artes de San Francisco, presidenta del Consorcio de Centros Culturales Comunitarios de San Francisco; presidenta de la Junta del Centro Cultural Misionero para las Artes Latinas; presidenta del Club Democrático de Artes de San Francisco y miembro de la junta de BRAVA para Mujeres en las Artes. Durante 14 años, formó parte de la junta de la Fundación Chicana Latina de la cual fue presidenta hasta su fallecimiento. Allí, desarrolló el Instituto de Liderazgo para becarios. En cada aspecto de su vida, María alimentó a las futuras generaciones de líderes de justicia social, que hoy caminan entre nosotros.
“Ella fue tan positiva muchas veces”, recordó Diana Oliva-Aroche, quien trabaja en SFDPH y es una antigua becaria de la Fundación Chicana Latina. “Y como latina, como mujer, necesitaba escuchar ese estímulo para continuar. Ella me recordó que siguiera haciendo el trabajo como servidores públicos para el beneficio de nuestras comunidades”.
Se distinguía por su impulso y energía. A sus poco más de 50 años, obtuvo una Maestría en Comunicación Comunitaria en el programa de posgrado de la USF, con el esfuerzo de tener que estudiar junto a estudiantes más jóvenes y continuar su trabajo a tiempo completo.
Cuando vio una necesidad, inmediatamente entró en acción, vertió su corazón y alma para asegurar la justicia social y equidad, especialmente para los niños. Formó el Programa Regalitos, en apoyo a una escuela local para proporcionar un programa especial y regalos a las familias inmigrantes recién llegadas y a sus hijos.
El amor de María por los niños y su insistencia en el poder de la expresión cultural la llevaron a formar una respuesta artística a la tragedia y la brutalidad en la frontera. Dirigió a un grupo de pájaros cantores de la comunidad, productores, activistas y organizadores, para producir una canción conmovedora y hermosa para los niños, ‘Nuestros niños son sagrados’, escrita por Francisco Herrera.
Sin lugar a dudas, su visión e intuición se reflejaron de manera más brillante en su hija, Paloma, a quien adoptó de México. La suya es una historia de amor que cruza el tiempo, el espacio y las fronteras. María siempre supo que su hija la estaba esperando, y que se encontrarían.
María nos hizo a todos creyentes en el poder del amor, el arte y la comunidad.
A María le sobreviven sus tres hermanos Mike Acord, Linda Martínez y Rick Martínez, su hija Paloma, su padrino Fred Carl, su madrina Bernadette Zambrano, y su extensa y amorosa comunidad de amigos. María X Martínez, ¡Presente!