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El poeta chicano Francisco Xavier Alarcón falleció el 15 de enero de 2016 —cuatro días después de una celebración a su vida y obra que se llevó a cabo en el Café La Bohème en el Distrito de la Misión de San Francisco. Ese día, una multitud de familiares y amigos estuvieron presentes para escuchar a Francisco leer su obra en público por última vez.

Francisco saltó a la fama como poeta destacado en la década de 1980, cuando ganó el primer Premio de Poesía Rubén Darío otorgado por la Casa Nicaragua. También fue becario Fulbright en México, y publicó su primera colección importante de poesía Poemas Serpiente.

Durante esta década también fue miembro de la Brigada Cultural Roque Dalton, y sus traducciones aparecen en Volcán: Poesía de América Central y Mañana triunfante: poesía selecta de Otto René Castillo.

Durante más de treinta años, fue una figura destacada en la poesía latina, así como un autor para niños ampliamente publicado. Cuatro veces viajó a El Salvador como participante del Festival Internacional de Poesía Infantil “Manyula”, donde realizó lecturas, conferencias y talleres de poesía para niños, adultos jóvenes y maestros.

Fue uno de los primeros poetas latinos en escribir abiertamente sobre temas LGBT, y su último libro Canto Hondo, es a la vez una celebración a Federico García Lorca y a su propia sensualidad.

Fue sepultado el sábado 23 de enero en Long Beach, California. Le echaremos de menos enormemente, tanto en la comunidad latina como en el mundo literario.

A Francisco —hijo del fallecido en Guadalajara, Jesús Pastor Alarcón— le sobreviven su madre Consuelo, los hermanos Juan Antonio, José Arturo, Jesús Carlos, Berta Olivia, Josue Samuel, Esthela, y su compañero Javier Pinzón.

Su último exhorto resonará durante mucho tiempo: “¡Viva la Vida!”

[su_box title=»En El Salvador hasta la Luna es una pupusa» style=»glass»]

Conocí a Francisco X. Alarcón en los años ochenta, poco después de que llegué a San Francisco de El Salvador. Panchito ya era un poeta muy conocido. Fue miembro de la Brigada Cultural Roque Dalton junto con otros poetas: Alejandro Murguía (fundador de la Brigada y actual poeta laureado de San Francisco), el actual poeta laureado de los EEUU, Juan Felipe Herrera, Jack Hirschman, Barbara Paschke y David Volpendesta. Lo conocí en el lugar donde la mayoría de nosotros nos reunimos, el Café La Bohème en el Distrito de la Misión de San Francisco. Francisco bautizó a esta cafetería como “La catedral de la poesía”.

Viajé con Francisco cuatro veces a El Salvador, para participar en Festival Internacional de Poesía Infantil “Manyula”. Francisco estaba tan feliz de contribuir. Compartió conmigo la visión de que a través del poder suave de la poesía podríamos ayudar a los niños salvadoreños y a la juventud a mantenerse alejada de la violencia y tener la esperanza de un futuro mejor. Francisco llevó a cabo lecturas, conferencias y talleres de poesía para niños, jóvenes y maestros.

Hace años me ayudó a organizar los poemas que deseaba publicar en mi primer libro de poesía infantil, Una película en mi almohada. Siempre estaré agradecido con Francisco por su orientación y recomendaciones para este libro. Él realmente amaba a El Salvador, su gente, su paisaje y la comida.

Un día, durante un receso del festival, caminamos la corta distancia de la biblioteca sede del evento, que se celebra en la catedral de San Salvador, para hacer una visita a la cripta de Monseñor Romero (amado sacerdote de El Salvador que fue asesinado por los escuadrones de la muerte derechistas en los años 1980). Francisco se conmovió profundamente al ver su tumba y escribió un poema sobre esta visita especial. Derramó lágrimas y me dijo: “Entiendo por qué El Salvador debe seguir luchando por la justicia”.

Esa noche, la luna llena maravillosa brillaba en el cielo salvadoreño. Francisco rió y en voz alta, con su sonrisa mágica, dijo: “Aquí, incluso la luna es una pupusa”.

—Jorge Argueta[/su_box]