[su_label type=»info»]Opinión invitada [/su_label]

Foto Justin Sullivan/Getty Images

Me dicen que en esta elección presidencial hay que elegir entre dos demonios. No estoy de acuerdo. Elegir por quién votar para presidente este año puede ser la elección más fácil de los últimos tiempos.

Hillary Rodham Clinton, antigua Secretaria de Estado, Senadora de Nueva York y Primera Dama de los EEUU, es más que la alternativa contra Donald Trump a la presidencia. Ella es una persona mucho más compleja de lo que sus oponentes dicen. No es la comunista descuidada que los republicanos han declarado que ha sido en los últimos 25 años. Tampoco es la cripto-plutócrata vendida que el movimiento ‘Bernie o Derrota’ declara que es.

Rodham Clinton personifica inteligencia, carácter y perseverancia que puede resguardar los valores progresistas a nivel nacional.

“No soy política natural como Bill Clinton o Barack Obama”, dijo ella durante un entrevista en febrero. No ha podido mostrar el mismo carisma sin fin por el que su esposo ha sido conocido, los soliloquios inspiradores que catapultaron a Barack Obama hacia la Casa Blanca, ni la ferviente pasión por la que Bernie Sanders es conocido. ¿Y eso qué?  Los políticos nacionales no necesitan entretenernos ni ser un programa de televisión. Esa expectación es en parte responsable del éxito de Trump.

Los ‘políticos cirqueros’ han convertido esta elección en una que sólo se enfoca en las personalidades de los candidatos, en lugar de comparar experiencia, conocimiento y puntos de vista.

No se tiene que ver a Hillary como una caricatura. Hay que conocerla para  ver que es mucho más que un brillante curriculum político. Pasó sus cuatro años como Secretaria de Estado reconstruyendo la confianza y amistades con gobiernos extranjeros por todo el mundo después de los ocho desastrosos años de la Administración Bush-Cheney. Ella dirigió negociaciones entre Israel y Hamas para prevenir la violencia en Israel y una invasión israelita en Palestina. Negoció con varias partes en conflicto en Honduras durante la crisis constitucional hondureña de 2009 previniendo una guerra civil en esa nación.

La izquierda extremista le critica el tratar de intervenir en Libia durante el comienzo de la guerra civil libanesa, a pesar de que los EEUU actuaba en coalición con sus aliados, bajo la dirección y permiso de las Naciones Unidas. No había tropas en tierra y el propósito de la intervención era establecer un área de vuelo restringida en el espacio ibanés para debilitar a Muammar Gaddafi, un dictador conocido por asesinar a sus conciudadanos y por impedir la democracia por décadas.

Trump puede decir que el récord de Hillary ha debilitado el poder internacional de los EEUU. Pero las evidencias muestran un récord de ‘poder inteligente’, utilizando la influencia de los EEUU no para construir una nación al estilo Bush ni para un aislamiento al estilo Trump. Por el contrario, de tener a los EEUU como coordinador y líder logístico de países en tiempos de crisis internacionales, no un acosador mundial.

Al analizar las leyes que ella apoyó siendo senadora de Nueva York y las revolucionarias responsabilidades legislativas que asumió como Primera Dama, muestra que ésta dama tiene agallas. Para aquellos que dicen que está vendida a la avaricia corporativa, busquen sus discursos de 1993 donde públicamente desaprueba la corrupción plutocrática en el sistema de salud de este país. Ella dirigió el movimiento a favor del cuidado de salud universal, incitando a las aseguradoras y compañías del cuidado de salud, y debido a eso, su imagen y su nombre fueron hechos pedazos por esas compañías.

Al final, la iniciativa de salud (la cual apoyó en aquel entonces el congresista Bernie Sanders) fue desechada y el Partido Demócrata le volvió la espalda a Hillary.  Pero ella siguió empujando por sus ideales progresistas pidiéndole su apoyo a la gente para impulsar el Programa de Salud para Niños, el cual cubre a más de 7 millones de niños.

Y ahora, la facción ‘Bernie o Derrota’ continúa declarando que el proceso primario demócrata fue “arreglado”. Los más de 3.7 millones de votos que ella recibió por encima de Sanders lo refutan. Los correos electrónicos filtrados del Comité Democrático Nacional (CDN) —leídos por este reportero— no muestran que dicho comité la hubiera escogido como la candidata demócrata a la presidencia. Lo que desafortunadamente muestran es que a sus empleados no les gustaba Sanders ni su campaña, y que el líder del CDN, Debbie Wasserman Schultz, abusó de su posición para propósitos personales.

Afortunadamente, Wasserman Schultz está fuera de la posición, así como la mayoría de los empleados del CDN que trataron de influenciar la cobertura de prensa de Sanders durante su campaña. ¿Actuó mal el CDN?  Definitivamente.

La imparcialidad del CDN fue claramente mínima cuando Bernie alcanzó un éxito increíble en las elecciones primarias. Sin embargo, fueron los votantes quienes decidieron al final. Hillary ganó la mayoría de las elecciones cerradas y abiertas, con un margen mayor al que Barack Obama obtuvo en las primarias de 2008, cuando competía contra ella.

Entiendo y respeto a aquellos lectores que aún apoyan a Sanders y que ahora están apoyando a Jill Stein. Muchos quieren ahora un cambio radical a nivel nacional. Yo también creo en la revolución política. Sin embargo, una revolución que deja cambios democráticos permanentes empieza desde abajo. La política es un juego muy sucio y decepcionante. El gobierno federal está compuesto de muchos intereses conflictivos. Pero no pierdan las esperanzas, amigos míos.

El cambio permanente empieza a un nivel local y estatal. El cambio nacional radical puede ser fácilmente borrado en la próxima elección. Sólo vean cómo fácilmente Ronald Reagan borró los logros liberales de años anteriores. Y ahora vea lo mucho que San Francisco y California han progresado. Valores progresistas tales como permitir que los soñadores (DREAMers) estudien con becas en universidades estatales, el impulso constante hacia una economía verde y mucho más, están engranados en nuestras comunidades locales.

Por eso es que voy a seguir el ejemplo de Bernie de enfocarnos en las elecciones locales y estatales para asegurarnos de que candidatos progresistas, como Jane Kim, ganen y establezcan reformas progresivas que se conviertan en faros de esperanza por toda la nación.

El sistema de dos partidos necesita desaparecer y estoy seguro que el Partido Verde se convertirá en el tercer partido principal de la nación.

Sé que esto debe sonar estúpido en esta era de la “urgencia del ahora”. Pero podemos cambiar a la nación, lo cual requiere de pasión, esperanza y paciencia, un condado a la vez, para que ningún Trump pueda revertir el progreso.

Así que, cuando entren a la casilla electoral, tengan estos valores en mente. Puede que Hillary no encienda llama alguna en tu corazón con sus discursos, pero es una líder compuesta de perseverancia y optimismo. Su compromiso con los logros liberales de Barack Obama son mejor alternativa que tener un presidente que promete deportar a 11 millones de personas, construir un muro, prohibir la inmigración musulmana, y denigrar aún más a los discapacitados.

Honestamente, hay mucho qué perder, pero más qué ganar.