Una representación de un templo maya hecha por Javier Antonio Chab Dzul al lado del campamento de indigentes ubicado en las calles Shotwell y 19. Foto: Alejandro Galicia Diaz

El campamento de indigentes ubicado en las calles 19 y Shotwell no es como cualquier otro en San Francisco. El arte colorido que representa corazones, un signo de la paz y un templo maya han transformado la acera fría en una lona feliz. Pero debajo de ese arte está la terrible realidad para Javier Antonio Chab Dzul y sus amigos: estas calles son el único hogar que tienen.

A pesar de esa triste realidad, Chab Dzul, autodidacta, encuentra un oasis de paz y serenidad en su arte en medio de tales condiciones de vida.

No es difícil encontrar a Chab Dzul y sus vecinos. Cualquier persona puede detectar el arte en la calle y las aceras, y una vez que las ubicas, sabes que están cerca.

“Encontré mi material de pintura en las calles”, dijo Chab Dzul, que lleva más de dos años sin hogar. “Mezclo las diferentes pinturas para crear colores y poder pintar y perderme. Esa es la razón por la que hago esto”.

Conforme Chab Dzul se arrodilla en la acera, utiliza su dedo para remover la pintura blanca en una botella de soda de plástico que ha cortado por la mitad. Él se prepara para su siguiente obra de arte. El sol se está poniendo, el viento se está haciendo más fuerte y la tarde se está enfriando.

“Yo era adicto a la cocaína”, dijo Chab Dzul mientras colocaba la taza de pintura y encendía una cigarro de marihuana. “Entonces me convertí en adicto al crack y lo fui durante unos dos años. Hoy, puedo usar todo a la vez. Uso marihuana y cristal”.

Pelón, como Chab Dzul es llamado por su familia de la calle, no siempre fue indigente. Él trabajó una vez en cocinas de restaurantes de la ciudad e incluso vivió cómodamente en su apartamento en el filete. Sin embargo, lo perdió todo después de convertirse en adicto a las drogas.

Mientras permanece en silencio fuera de su desolada tienda de campaña gris acodada, el resto de sus vecinos comienzan a hacer su camino a casa.

Javier Antonio Chab Dzul, de 41 años, asea un altar en honor de su amigo Luis Demetrio Góngora, quien fue acribillado por miembros de la policía de San Francisco el 7 de abril de 2016. Foto: Alejandro Galicia Diaz

Pinocho, Ruso, Primo (todos sus nombres de calle), una mujer y los otros dos hombres, que pidieron no ser identificados, se reúnen fuera de la fila de tiendas de campaña cerca de la Estación de Bomberos en la calle Folsom.

Ellos fuman metanfetamina mientras se ríen y hablan de su día. Algunos peatones los miran con disgusto y cruzan la calle para evitar caminar cerca de ellos mientras se pasan la pipa. Pero otros paran para ofrecerles comida, que aceptan felizmente.

Cada uno de ellos muestra con emoción ropa que se han encontrado o comprado ese día, el intercambio y el comercio de artículos entre sí. Un hombre muestra sus tenis a su novia, y ella lo anima.

Mientras se terminan la pipa, un hombre llamado ‘Italiano’ dice desde el interior de su tienda y en tono serio: “Esta vida en la calle no es un juego, hombre”, mientras inyecta una jeringa ensangrentada llena de crack en su torrente sanguíneo.

“He visto a hombres, viriles, ser capaces de renunciar a su culo por sexo a cambio de drogas”, dice Chab Dzul. “He tenido mi parte de experiencias. Pero siempre he sido sincero”.

Las drogas han sido un problema en los campamentos. De acuerdo con el proyecto SF Homeless, de junio a noviembre hubo 311 quejas de agujas.

El número de personas que viven en la calle en San Francisco sigue aumentando.

La Coalición de San Francisco sobre la falta de vivienda estima que podría haber alrededor de 12 mil personas sin hogar, mientras que el Departamento de Salud Pública estima alrededor de 10 mil.

Foto: Alejandro Galicia Diaz

Ruso es un joven latino de tez clara. Como muchos en el área de la bahía, él es un fan de los Golden State Warriors. Viste su pantalon y sudadera en negro y dorado del equipo con la capucha puesta para mantenerse caliente en la fría noche de diciembre.

El miembro más joven del campamento camina alrededor incómodo, pero se mantiene ocupado arreglando la cadena de su bicicleta y las de los demás que poseen bicicletas.

“Es por este arte (las pinturas callejeras de Chab Dzul) que fuimos encontrados y expulsados de donde estábamos”, dice Ruso, con una voz frustrada y molesta.

Los temperamentos han estallado entre los residentes de los campamentos después de que el mes pasado fue aprobada la Proposición Q, que prohíbe las tiendas de campaña en las aceras de la ciudad y autoriza la aplicación de ley para quitar a las personas 24 horas después de ofrecer refugio.

“Las cosas están un poco tensas aquí”, dice Chab Dzul. La policía me multó el otro día. Querían que derribara mi tienda. Le dije: ‘Ya me multaron, ahora tengo el derecho a quedarme aquí el resto del día’, dijo, ‘¿Quién sabe más sobre mi trabajo? ¿Tú o yo?’ Así que me fui”.

A medida que la noche cae y la temperatura alcanza un mínimo de 42 grados, todos se meten en sus tiendas, para prepararse para el día siguiente.

— Traducida por Katie Beas