Históricas barreras para acceder a la salud y desconfianza entre las minorías contribuyen a las tasas bajas de vacunación.
Mientras aumentan los casos de contagios por COVID-19 en el país con la rápida propagación de la variante Delta, las minorías no vacunadas siguen siendo juzgadas como las culpables de que la pandemia se extienda, sin tener en cuenta sus obstáculos de acceso a la salud y a la información.
Así lo observó Tiffani Jenae Johnson, doctora del Hospital de Niños de la Universidad de California en Davis durante una conversación con periodistas organizada por Ethnic Media Services: “En el marco de esta fatiga por pérdidas sociales y físicas a raíz de la COVID, hay muchos señalamientos. Incluso tenemos algunos políticos que dicen explícitamente que es hora de comenzar a culpar a las personas no vacunadas a medida que esta pandemia empeora”.
Johnson advirtió sobre los riesgos de satanizar a los no vacunados, “un grupo que no es un monolito”, ignorando las barreras para acceder a las vacunas, la falta de información confiable, incluso la escasez de transporte para ir a una clínica en zonas de una “américa históricamente segregada”.
“Muchas de nuestras comunidades vulnerables son trabajadores asalariados por hora, si no se presentan a trabajar, no se les paga”, dijo Johnson. “Así que incluso tomarse una o dos horas libres del trabajo para poder recibir una vacuna, es imposible. ¿Cómo podemos asegurarnos de que estamos compensando a las personas para que no pierdan ingresos?”
La doctora recordó que la atención médica en los EEUU “se construyó sobre una base de racismo” experimentando con cuerpos negros y morenos como en Tuskegee, hechos que no solo han causado desconfianza entre las minorias, sino provocado que “algunos de nuestros pacientes se sientan invisibles e ignorados cuando acceden al sistema de salud”.
“Debemos reconocer las formas en las que hemos estado engañando a estas comunidades durante años y abusado de ellas y trabajar activamente para recuperar esa confianza, algo que no va a suceder de la noche a la mañana”, señaló.
Frente al temor por los efectos secundarios de la vacuna como fiebre, escalofríos y dolores corporales, Johnson dijo que les habla a sus pacientes con honestidad: “Los datos aún no muestran los efectos secundarios de la vacuna a largo plazo pero lo que sabemos es que hay una mayor mortalidad asociada con COVID-19, incluso entre personas jóvenes y sanas”.
Como pediatra recordó que entre esa población no vacunada hay niños menores de 12 años que ni siquiera son elegibles para la vacuna y que ya suman 4 millones de casos positivos. Y dijo que menos del 50% de las enfermeras han sido vacunadas por lo que todavía “debemos abordar algunas de las brechas para vacunar a nuestros propios trabajadores de la salud”.
Johnson también rechazó el término “vacilación ante las vacunas” porque no se trata de que la gente esté indecisa sino que “quiere tomar decisiones informadas sobre su salud y su bienestar”. Ante la gran cantidad de información errónea en internet, necesitamos crear “espacios seguros para el diálogo” por lo que “la vergüenza y la culpa realmente deben detenerse”.
Brotes entre vacunados
Un memo interno de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) sostuvo que cada semana se detectan 35 mil infecciones entre la gente vacunada.
Al respecto Monica Gandhi, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Francisco, recordó que las vacunas son “increíblemente eficaces en la prevención de enfermedades graves, hospitalizaciones y muertes” y que de los 800 casos de COVID identificados en un brote en Provincetown, Massachusetts, entre población vacunada, solo tres fueron hospitalizados y dados de alta.
“No podemos concluir que las personas vacunadas tienen la misma probabilidad de transmitir que las personas no vacunadas”, dijo Gandhi. “La recomendación de los CDC en áreas de alta circulación de virus de usar cubrebocas en espacios cerrados es muy razonable, porque esto evitará que los vacunados contraigan infecciones leves”.
Gandhi destacó que en áreas como Vermont, Virginia y el área de la bahía en California que tienen tasas más altas de vacunación, la hospitalización permanece controlada. Mientras en lugares como Arkansas, Mississippi, Louisiana y Nevada, donde las tasas de inoculación son bajas, los hospitalizados por COVID aumentan.
La médica compartió seis estrategias implementadas por la administración de Joe Biden para incrementar la vacunación que apenas alcanza el 50% del país: mensajes enfocados en la comunidad —exitosa en campañas de vacunación entre poblaciones latinas en San Francisco— llevar las vacunas a las personas en sus farmacias, consultorios médicos, y lugares de trabajo y otorgar tiempo libre con paga a los trabajadores no solo para vacunarse sino para recuperarse, incluyendo transporte y cuidado de ninos gratuitos.
Una tercera estrategia incluye exigir pasaportes de vacunas en comercios cerrados; y una cuarta es el mandato de vacuna obligatoria para los trabajadores de salud que ya se está imponiendo para los empleados estatales en California, San Francisco y la ciudad de Nueva York así como a nivel federal. Las dos últimas estrategias son combatir la desinformación en las redes sociales y conseguir la completa aprobación de la vacuna por parte de la Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) más allá del uso de emergencia.
“Se han impuesto mandatos de vacunación en este país porque si bien algunos argumentan que va en contra del derecho de las personas a controlar su propia salud, este es un problema de salud pública” dijo Gandhi. Tras la epidemia de viruela en los EEUU en 1905, un fallo de la Corte Suprema dijo que las vacunas pueden ser obligatorias porque entonces el 30% de los elegibles para tomarla, no lo hicieron.
“Cualquier mandato vendrá con tres excepciones: inmunidad natural, razones religiosas y razones médicas. Si alguien está más preocupado por los efectos secundarios, siempre habrá excepciones a los mandatos. Pero no tener altas tasas de vacunación está provocando la prolongación de la pandemia”, añadió Gandhi.
Ben Neuman, virólogo jefe del Complejo de Investigación de Salud Global de la Universidad Texas A&M discutió varios estudios a nivel mundial (Israel, Canadá, Reino Unido e India) que muestran que recibir las dos dosis de la vacuna será más efectivo contra la variante Delta, aunque las vacunas actuales aprobadas han mostrado ser 7% menos efectivas frente a esa cepa en comparación con anteriores mutaciones del COVID-19.
“El estudio israelí llegó a la conclusión de que la gente vacunada tiene entre un 80% y un 90% menos de probabilidades de transmitir el virus y entre un 80% y un 90% menos de probabilidades de infectarse. El de India, que analizó a los pacientes que recibieron la vacuna, encontró que hubo alrededor del 50% menos probabilidades de contraer la enfermedad grave, usar el ventilador o morir”.
Finalmente Dali Fan, doctor del centro de salud de la Universidad de California en Davis, aclaró que hasta el momento no se requiere dosis de refuerzo para ningún grupo etario en el país y que esta tampoco es la “solución primera para la variante Delta […]. Una dosis de refuerzo solo se necesitaría después de que haya evidencia de una disminución de la protección contra una enfermedad real, no solo para obtener respuestas de anticuerpos”, dijo Fan. “Vacunar a todo el mundo es la respuesta correcta”, subrayó. A finales de julio, Israel reportó que 2 mil ciudadanos habían recibido una tercera dosis de la vacuna de manera segura.