TIJUANA—A raíz del conflicto armado entre Rusia y Ucrania que inició a mediados de febrero, Tijuana, México recibió a miles de ciudadanos ucranianos que buscaban refugio humanitario en los EEUU.

Si bien con ellos llegaron también desplazados rusos, fue a aquellos que comprobaran la nacionalidad ucraniana a quienes se les brindó trato preferencial en comparación, por ejemplo, con los migrantes centroamericanos, haitianos y mexicanos, quienes tuvieron que instalar un campamento improvisado en la garita de El Chaparral para esperar a ser atendidos por las autoridades migratorias de este país.

En una madrugada de marzo, un operativo del gobierno municipal de Tijuana desalojó el Campamento del Chaparral con maquinaria pesada y policía antimotines. Ubicado justo en la garita de cruce internacional El Chaparral, dicho cruce era el único de toda la frontera entre los EEUU y México que continuaba cerrado. El pretexto perfecto para el desalojo fue reabrir esta importante entrada fronteriza.

Sin embargo, para sorpresa de muchos, ni el desalojo ni la reapertura de la garita desahogaron el excesivo tiempo de espera que implica el cruzar la frontera más activa del mundo, sino que fue para procesar exclusivamente solicitudes de asilo de los ucranianos.

Este hecho causó controversia entre la comunidad migrante principalmente afectada por el Título 42, que obliga a los migrantes en busca de refugio a permanecer en México durante la resolución de sus solicitudes, la cual puede tomar meses, incluso años. La diferenciación en el trato hacia los migrantes latinos también causó indignación entre los habitantes locales, quienes han notado la preferencia por los migrantes europeos, lo que algunos consideran racista y también una discriminacion geopolítica.

Judith Cabrera de la Rocha, Codirectora de Border Line Crisis Center, dedicada a la defensoría de los derechos de los migrantes, dice sentir alegría cada vez que las personas obtienen el tan ansiado estatus de refugio en los EEUU, pero que es preocupante la diferenciación en los procesos y discursos que acompañan a los solicitantes de refugio humanitario o político.

“Sabemos que los ucranianos están escapando de esta terrible guerra en su país, pero los migrantes (latinos) también están escapando de otro tipo de guerra. Claro que no es una guerra oficial, pero sus vidas están amenazadas, sufren violaciones, asesinatos y toda clase de dificultades”, indicó Cabrera y agregó, “uno de los problemas es que el gobierno de los EEUU ha construido dos narrativas diferentes. Por un lado, un tipo de migrante es percibido como un héroe y otro como criminal, cuando ambos grupos huyen de lugares donde su vida está siendo amenazada”.
En países como Honduras la media diaria durante los primeros nueve meses de 2021 fue de 9.95 asesinatos por cada 100 mil habitantes, los cuales son atribuidos a la violencia ocasionada por las pandillas y el crimen organizado.

José Ulloa, inmigrante de Honduras, llegó hace cuatro años a Tijuana con su familia durante la administración de Donald Trump. Tras huir de la violencia de las pandillas, Ulloa sigue en espera de una resolución a su petición de asilo. Foto: Luis Gutierrez

José Ulloa, hondureño, llegó hace 4 años a Tijuana, durante la administración de Donald Trump; desde entonces ha esperado junto a su familia por la resolución a su solicitud de asilo. Su principal motivo para migrar: la violencia relacionada con las pandillas.

“La guerra siempre ha existido en nuestro país, pero para las personas humildes porque no se pueden defender. Ellos (las pandillas) saben con quién hacerlo, no lo hacen con otras personas que se pueden defender. Se aprovechan, haciendo y deshaciendo con la vida de uno como si fuera la de un animal”.

José relató cómo fue baleado por tratar de alejar a su hijo de un grupo de pandilleros que intentaban reclutarlo. Debido a esto tuvo que emigrar con su familia e integrarse a la primera Caravana Migrante en 2018.

“Tenemos 4 años peleando el asilo con mi familia y nada. Solo queremos cumplir el sueño de ayudarles a mi mamá, a mis hermanos y a la familia. No tengo nada contra ellos (ucranianos) porque todos tenemos derecho, pero así como les dieron una oportunidad a ellos, por qué a nosotros nunca”.

Discriminación económica y racial de la migración a los EEUU y su interés electoral

El activista de la asociación civil y refugio de migrantes AGAPE, el pastor Alberto Rivera Colón, originario de Puerto Rico, señaló que hay una clara diferenciación entre el trato a estos dos grupos, pero que, además del origen étnico, también existe el factor de intervención o participación directa de ciudadanos estadounidenses de origen latino o en este caso, ucraniano.

El pastor dijo, por ejemplo, que el Título 42, obliga a los migrantes latinoamericanos a permanecer en México por cuestiones relacionadas a la salud y al COVID-19, una clara demostración de esta disparidad: “El mensaje nos dice que se considera a los europeos ‘inmunes’, y los que están enfermos, los que contagian, los que tienen el virus y los que pueden dañar la salud pública son los hispanos. Hay un desbalance profundo, la política migratoria es ciega y hay excepciones por raza o país. A mí no me gusta hablar de temas así (racismo) pero es muy notorio”, señaló.

Refugiados ucranianos en Tijuana esperan ingresar a los EEUU. Foto: Luis Gutierrez

Si bien las penurias de los migrantes centroamericanos y mexicanos son distintas a la guerra en Ucrania: al no poder obtener un pasaje de avión deben recorrer varios países, lo cual, según Rivera, acarrea problemas psicológicos que los deja con una profunda sensación de desconfianza en las autoridades mexicanas, de las cuales temen pudieran tener nexos con el crimen organizado, por ende, se sienten vulnerables a la extorsión, secuestro o amenazas en contra de sus familias en sus países de origen.

Él mismo explicó haber tenido que apoyar a mujeres menores de edad que viajan solas hacia los EEUU, que han sufrido violación y han tenido a sus hijos en su albergue. Aunado a estas terribles circunstancias de riesgo físico y psicológico, el abandono o la poca intervención de sus países en la defensoría de sus derechos humanos, acentúa su vulnerabilidad.

En ese sentido, el pastor Rivera dijo ser necesario saber con transparencia cuánto dinero utilizan la ONU o la UNICEF para acompañar a estos movimientos migratorios y de refugiados. Explicó que en términos internacionales, los países europeos invierten más recursos en estas organizaciones mundiales para asegurar mejores políticas para sus ciudadanos en países extranjeros, cuestión casi nula en Latinoamérica, en comparación.

Otro factor importante es el doble discurso entre estos dos grupos: son los intereses políticos-electorales de los que el gobierno de los EEUU busca sacar ventaja tanto interna como externamente.

“Tristemente las autoridades lo que siempre ven es por quién va a votar y quién está interesado, y eso pasó con los ucranianos y las puertas se abrieron más rápido”, comentó Rivera. “Se tienen que involucrar activamente los ciudadanos estadounidenses. Si el gobierno mira que los que van a ayudar son ciudadanos de esos países, el gobierno se motiva porque a futuro quieren el voto de esa gente que también es de Guatemala, Honduras, México, etcétera”.

Dicha lectura de la situación migratoria en Tijuana por parte de Rivera es también una crítica al racismo y discriminación del sistema migratorio estadounidense, pero también una crítica a la falta de unidad y solidaridad de los países latinoamericanos y de los compatriotas al otro lado de la frontera.

Por ahora, la Patrulla Fronteriza ha anunciado que el cruce internacional de El Chaparral seguirá siendo utilizado exclusivamente para atender solicitudes de asilo de ucranianos. Las autoridades estadounidenses reportaron el cruce de 20 mil ucranianos en un mes, de los cuales 12 mil ya tienen estatus de refugiado.