[En la foto que aparece: Judith Arellano Lozada, foto de Marlyn Sanchez Nol]

Cansada, asustada, sola… Son las tres palabras con las que Claudia María Solórzano, de 33 años, describió el último año y medio de su vida mientras procedía a fregar un lavabo sucio. Solorzano es una empleada de hostelería en el complejo turístico Marina Sanctuary, donde trabaja desde hace dos años y medio.

«Si hubiera podido elegir una ocupación diferente para soportar una pandemia, definitivamente lo habría hecho. El año pasado no hubo un solo día en el que no temiera tener un trabajo al que volver y comida para mi hija», dijo. En ese momento, la pareja de Solorzano —un obrero de la construcción— había sido despedido por lo que sus ingresos eran los únicos que mantenían a la familia de tres miembros a flote. 

Ella encontró el puesto vacante a principios de 2020 mientras buscaba en Craigslist trabajos relacionados con el servicio doméstico. Para esta originaria de Jalisco, México, el trabajo de ama de llaves le parecía algo «dentro de su limitado alcance laboral», explicó. Solorzano no creía que su limitado nivel educativo, unido a su incapacidad para hablar inglés, jugaran a su favor a la hora de buscar trabajo.

Asimismo, no podía entender porqué entrar en el trabajo cada día era una apuesta: «Me comía todas las uñas imaginando cómo mi jefe me iba a decir que ya no había sitio para mí porque la pandemia parecía no tener fin. Pero al mismo tiempo tenía el conflicto de cómo me las arreglaría para mantenerme a mí y a mi hija a salvo del virus». 

Entonces ocurrió lo que Solorzano más temía: la despidieron. Todavía tenía que pagar el coche, el alquiler, las facturas del hospital por la reciente estancia médica de su hija y, lo que parecía, una lista interminable de otros pagos que ya no podría afrontar. Sin darse cuenta, se convirtió en una de las muchas mujeres latinas que trabajan en el sector de los servicios que perderían su empleo durante la pandemia.

El problema 

Las mujeres latinas e hispanas de los EEUU se han visto afectadas de forma desproporcionada por el desempleo durante la pandemia, a pesar de ser el grupo más numeroso de mujeres trabajadoras en este país, después de las blancas no hispanas, según el Departamento de Trabajo.

En abril de 2020, las mujeres hispanas o latinas presentaban la tasa de desempleo más alta de todos los grupos, con un 20.1%, según un informe de American Progress. Esto es especialmente desafortunado teniendo en cuenta las desigualdades ya existentes a las que se enfrentan las latinas. Por ejemplo, hoy en día las latinas ganan de media 0.55 dólares por cada dólar que ganan los hombres blancos, una brecha salarial que supera a las mujeres de todos los demás grupos raciales, según un informe realizado por LeanIn.  

Judith Arellano Lozada, 28 años y madre soltera de dos hijos, es el único sostén de su hogar. En 2018, las madres latinas representaban el 41.4% de las personas que eran el principal o único sostén de sus familias. 

Lozada, que solo habla español, fue despedida inesperadamente de su trabajo de ama de llaves en La Playa, un hotel de Carmel, tras su cierre repentino durante el apogeo de la pandemia. En 2020, el año en que perdió su trabajo, se produjeron casi un millón de pérdidas de empleo en los hoteles de California, según la American Hotel and Lodging Association. Todas estas pérdidas fueron consecuencia directa de la COVID-19.

«Si esto continúa y dejo de recibir mi cheque de desempleo, ¿qué pasará?», dijo Lozada. «¿Qué voy a hacer, ¿dónde voy a trabajar si dicen que el virus está en todas partes? Sentí ansiedad, sentí estrés, no pude dormir».

Lozada llegó a Seaside, California, hace siete años desde un pequeño pueblo de Jalisco, México, llamado Villa Guerrero. Escapó de una «relación física y emocionalmente abusiva» con su anterior pareja y padre de sus dos hijos: «La relación llegó a un punto en el que no podía permitir que mis hijos crecieran en un ambiente tan hostil. No quería que mis hijos crecieran y creyeran que era correcto tratar a las mujeres de la forma en que yo era tratada». 

Al llegar a California, trabajó para el negocio de limpieza de un amigo, limpiando casas de la zona. Meses más tarde, le hablaron del servicio de limpieza de un hotel, donde le prometieron un sueldo mayor. Para ella, cualquier cosa que pudiera proporcionarle mejores ingresos significaba poder traer a sus hijos de México: «Era una oportunidad que no podía dejar pasar teniendo en cuenta mi situación», dijo Lozada.

Ella recuerda «como si fuera ayer» el momento en que le informaron del cierre del hotel La Playa —donde había trabajado los últimos tres años.

El National Women’s Law Center indica que entre febrero y abril de 2020, el sector del ocio y la hostelería se quedó sin cerca de la mitad de su plantilla, es decir, más de 8.3 millones de empleos. Las mujeres representaron el 54% de esas pérdidas de empleo en general.

Tras el cierre del hotel, Lozada permaneció en el paro hasta el 3 de marzo de 2021, cuando empezó a trabajar en el Marina Sanctuary Resort, uno de sus tres empleos actuales. Trabaja cerca de 60 horas a la semana, entre la gestión de una boutique de ropa online, la limpieza de casas para el negocio de limpieza de un amigo y en el resort.

«Probablemente lloré el primer mes porque no estaba acostumbrada a ese tipo de trabajo porque es muy pesado», dijo Lozada quien todos los días debe subir varios tramos de escaleras para llegar a las habitaciones que debe limpiar. En promedio, se le asigna la limpieza de 15 habitaciones cada día de trabajo.

A pesar de tener trabajo, el miedo siempre persiste. Su mayor temor era enfermar y no tener cómo mantener a sus dos hijos. «A los huéspedes no les importaba. No se ponían los cubrebocas y ese miedo paralizante a enfermar era otro punto de ansiedad para mí», dice.

El temor de Lozada estaba justificado: hasta el 19 de abril de 2022, los latinos representaban el 24.9% de los casos de COVID-19 en los EEUU, según un informe de Salud América. 

A pesar de esta incertidumbre en torno a su trabajo y su salud, Lozada ha comenzado a estudiar para obtener su GED. Su sueño de abrir algún día su propio negocio de limpieza seguirá siendo «inalcanzable» hasta que consiga una educación que le dé cierta seguridad.

Su deseo por la educación representa un fenómeno más amplio para las latinas, que sólo tienen el 7.4% de los títulos obtenidos por las mujeres a pesar de ser el 16% de la población femenina, según un informe de 2012 de American Progress. 

«Esto no es donde termina para mí y tengo el control total de eso», dijo Lozada. «No seré un elemento reemplazable de una estantería que se elige cuando se necesita».

Mientras que mujeres como Lozada y Solorzano se encuentran en una industria que se vio gravemente afectada por la pandemia, hay mujeres en diferentes industrias que no resultaron tan afectadas económicamente, pero se encontraron con muchos de los mismos temores e inseguridades.

Lo anterior es de la estudiante de periodismo de SF State, Marlyn Sanchez Nol, quien en la primavera de 2022 completó su proyecto final en la clase del seminario senior JOUR 695. El proyecto analiza las vidas de las latinas que trabajan en la industria de servicios durante la pandemia y se ha dividido en partes. La próxima entrega de esta serie se publicará el 16 de junio. Todas las citas han sido traducidas del español al inglés por el autor.