El maestro Jesús ‘Chucho’ Valdés es una figura icónica en el mundo del jazz afrocubano que, a sus 82 años, se encuentra simplemente en la cima del virtuosismo y la creatividad musical. Durante cuatro noches (del 15 al 18 de febrero), él y su Irakere 50 agotaron las entradas del Miner Auditorium en el SFJAZZ Center, con espectáculos en honor a este supergrupo cubano fundado en 1973.
Lo que hizo que las noches fueran especiales fue que no sólo se trató de un concierto de nostalgia para desempolvar y presentar los éxitos del antiguo Irakere, ganador del Grammy, sino que también interpretó nuevas composiciones que Valdés escribió específicamente para este magnífico Irakere 50, músicos que en su mayoría eran niños o no habían nacido todavía, cuando surgió.
“Estoy muy feliz de estar aquí en San Francisco celebrando este aniversario cincuenta de Irakere, con una generación de músicos jóvenes que crecieron tocando nuestra música y haciéndolo muy bien”, expresó Valdés luego de su show del viernes 16 de febrero. “Ha sido tremendo, como lo fue el reencuentro la semana pasada con Paquito D’Rivera y Arturo Sandoval en Miami, Florida, quienes fueron cofundadores de Irakere. Ha sido muy emotivo para mí”.
IRAKERE 50
El espectáculo del viernes por la noche comenzó con una introducción de los tambores Batá, los tambores sagrados de la santería con forma de reloj de arena, a cargo de Robeto Jr. Vizcaino, hijo del veterano percusionista de Irakere. Valdés se sentó majestuosamente al piano Steinway luciendo un traje azul y su característica gorra Kangol portada al revés, mientras Ramón Álvarez cantaba versos de Luccumi, con lo que abrieron la puerta a una exhibición de excepcional maestría musical y composiciones únicas.
En sus inicios, Irakere estaba formado por músicos que se separaron de la Orquesta Cubana de Música Moderna, dirigida por el estado, y fueron criticados por tocar rock y jazz, entonces considerados géneros musicales imperialistas estadounidenses por el régimen de Fidel Castro y prohibido. Fue necesario mucho sacrificio por parte de los músicos que sortearon las restricciones gubernamentales para formular su fusión de rock, jazz, funk y música tradicional cubana.
“Valió la pena el esfuerzo”, agrega Valdés, “porque el grupo cosechó éxitos en Cuba y en el mundo y ahora recordamos ese legado. Lamentamos a todos aquellos que han fallecido y lamentamos a aquellos que no pudieron obtener visas estadounidenses para acompañarnos en estas actuaciones, como Enrique Pla y Carlos Del Puerto”.
Siguió una pieza tranquila con Carlos Averhoff Jr. al saxofón soprano. Su padre fue saxofonista tenor durante mucho tiempo en Irakere y la selección estuvo dedicada a él. “Nunca imaginé que mis hijos Carlos Averhoff y Roberto Vizcaino algún día tocarían conmigo, pero crecieron con esta música y aquí están”.
COSAS RARAS
La genialidad del piano de Valdés tomó protagonismo en su arreglo del estándar estadounidense, ‘Stella By Starlight’, al que llamó “Estela va estrellar”. La pieza se abrió con una introducción de piano solo de rubato antes de que el arreglo tomara un giro optimista y la sección de trompeta entrara con líneas de trompeta apretadas como clavos. Luis Beltrán siguió a Valdés y realizó un impresionante solo de saxo alto. Desde Miami, este integrante del grupo Tiempo Libre, ejecutó uno de tantos momentos especiales. Luego, Valdés retomó y tocó un ritmo de mambo estableciendo rápidas melodías improvisadas antes de llevar su solo a un pico climático con grupos de acordes de dos puños. Se sumó un solo de bajo de Armando Gola, así como solos de bongo y trompeta, y complementó la vitalidad de la pieza antes de que los riffs angulares de la trompeta la llevaran a un final duro.
Luego, Valdés sorprendió al público, que desde el principio aplaudía y gritaba exuberantemente por los solos y las impresionantes secciones de conjunto, con nuevas composiciones que presentó como poco comunes en el estilo de Irakere. ‘Lorena’s Tango’ fue dedicado a su esposa y tuvo el estilo auténtico del tango argentino con el baterista Horacio ‘Negro’ Hernández tocando una caja y Gala, tocando la melodía a dúo con Valdés.
Luego, el tango cambió a un swing de jazz mientras Valdés profundizó y tocó el blues con una entrega conmovedora, a veces resonando con una sensación de gospel. Beltrán entró fuerte para seguir con notas largas junto con líneas rápidas de bebop. Una pieza musical brillante con un arreglo lleno de sorpresas que fusiona el tango con el jazz puro y las ideas afrocubanas.
HORACIO ‘NEGRO’ HERNÁNDEZ
El siguiente debut fue una composición titulada ‘Tema de dos güiros’, que contó con la participación del reconocido baterista de trap, Horacio ‘Negro’ Hernández. Hijo del locutor de jazz cubano Horacio Hernández, quien también cofundó El Club Cubano de Jazz en la década de 1950, creció yendo con su padre a los ensayos de Irakere y estuvo muy influenciado por el baterista Enrique Pla, conocido como ‘el tambor de Cuba’.
“Yo tenía diez años cuando se formó esta banda y mi padre era un buen amigo de Chucho y de todos los integrantes fundadores de Irakere. Es un sueño hecho realidad para mí y un honor ocupar la silla que alguna vez ocupó Enrique Pla. De niño, solía imaginarme siendo él tocando con Irakere mientras mis otros hermanos querían ser jugadores de béisbol. Pla también fue mi maestro y todavía enseña en Cuba”.
Horacio elevó la temperatura del recinto con su solo de batería ambidiestro enfocándose en los redobles de caja, antes de agregar calidad tonal enfocándose en los Tom Toms y los platillos con su charles chasqueando como un tiburón mordiendo un trozo de carne. Luego entró el joven Vizcaíno Jr. con un destello hurgando en cinco congas con un sonido sólido y velocidad enérgica, acentuando su ritmo con un sólido golpe en las pieles.
FLASHBACKS DE IRAKERE
Ramón Álvarez regresó súper cargado y encendió al público con un canto de llamada y respuesta de “bembe la wa”, y con eso, el baile se puso en marcha con clásicos como ‘Pa’ romper el coco’, ‘Tú verás lo que va pasar’, ‘Xiomara’ y ‘Bacalao con pan’. Álvarez ha sido agraciado con una voz de barítono y una personalidad carismática en el escenario que anima al público a cantar, aplaudir y agitar las manos.
En ese momento, la mayor parte del público estaba de pie mientras Valdés atacaba el piano con montunos que rompían los nudillos y centelleantes octavas entregadas con gran atletismo. Como improvisador, Valdés es extraordinario, pero cuando se trata de música bailable cubana, toca para la gente y mientras las trompetas (Eddie De Armas y Osvaldo Fleites) se turnaban para tocar alegres solos de metales, se sentó sonriendo contento para alimentar el fuego mientras el público entusiasta bailaba en la pista o desde sus asientos y coreando.
El Auditorio Miner del SFJAZZ es una joya de lugar para vivir un concierto. Su acústica excelente y líneas de visión y diseños de iluminación únicos dieron realce al espectáculo y contribuyeron a ser de él una ocasión histórica.
En general, Chucho Valdés pasará a la historia como una figura trascendente de la música cubana. Un hombre que rompió las barreras culturales entre los EEUU y Cuba, usando su música y liderazgo para cambiar los corazones y las mentes de ambas sociedades. Como lo atestigua este concierto, su singular imaginación musical creó una amalgama con un grupo experimental que se atrevió a cambiar el rostro de la música latina y demostró a las autoridades cubanas que el jazz, el rock y el funk americanos, no eran enemigos sino ramas del mismo árbol.
Como dijo Rebeca Mauleon, directora de educación del SFJAZZ, en su presentación del concierto: “Estamos aquí para celebrar un legado” y todos los que asistieron entendieron que estaban presenciando un hito importante en una ciudad que ama a Chucho Valdés y que él también ama. “San Francisco siempre ha sido muy especial para mí. Tengo muchos amigos aquí y seguiré viniendo. ¡Viva San Francisco!”