Este artículo fue originalmente publicado por ARPAS. Traducido por CISPES y republicado por El Tecolote

El Capítulo CISPES del Área de la Bahía se solidariza con aquellos cuyas voces y análisis políticos están siendo reprimidos por la administración de Bukele. El presidente de El Salvador  ataca a toda oposición, incluso ha violado la libertad de prensa al atacar a periodistas salvadoreños, frecuentemente de manera misógina. Además, su administración ha incrementado la militarización y ha apoyado préstamos internacionales que perjudican a la clase trabajadora. Para contrarrestar el autoritarismo de Bukele y hacer que los EEUU rinda cuentas por su papel en su financiación, estamos liderando una campaña para que el Congreso reduzca la ayuda militar y la devastadora ayuda para el ‘desarrollo’ económico a El Salvador, Honduras y Guatemala. Visite el sitio web cispes.org/cutmilitaryaid o envíe un correo electrónico a bayarea@cispes.org para saber cómo puede participar. Manténgase informado siguiéndonos en Twitter e Instagram @bayarea_cispes.

El domingo 9 de febrero de 2020, el presidente salvadoreño Nayib Bukele, durante su fallido golpe contra la Asamblea Legislativa, declaró que prefería esperar un año y “sacar democráticamente” a los diputados “corruptos y sinvergüenzas”. Tras ingresar al salón plenario acompañado de militares y policías, y ocupar la silla del presidente parlamentario Mario Ponce, dijo a sus seguidores que —a pesar de “tener control”— decidió “no apretar el botón” porque “Dios le pidió paciencia”. Por tanto, iba a esperar las elecciones del 28 de febrero de 2021.

Y Bukele cumplió. El 28F el mandatario perpetró su ‘golpe democrático’ en forma apabullante: con el 66% de los votos, superó con creces la mayoría simple de 43 diputaciones y alcanzó la ansiada mayoría calificada de 56 curules. Con esta mayoría absoluta a su disposición, el presidente podrá —además de aprobar todas las leyes y decretos avalados con mayoría simple— aprobar más deuda pública, avalar reformas constitucionales y nombrar a cinco nuevos magistrados/as de la Corte Suprema de Justicia, al fiscal general, procurador/a de Derechos Humanos, miembros/as del Consejo Nacional de la Judicatura y a procurador/a general.

Ningún mandatario ha tenido tanto poder como Bukele. La única situación parecida sería la llamada ‘aplanadora verde’, cuando en las elecciones legislativas de 1985, en plena guerra civil, el gobernante del Partido Demócrata Cristiano (PDC), liderado por el entonces presidente José Napoleón Duarte, obtuvo mayoría simple con 33 de 60 diputados en el Parlamento de aquella época.

Presidente salvadoreño Nayib Bukele.

¿Cómo logró Bukele y Nuevas Ideas esta ‘súper-mayoría legislativa’?

El editorial de ARPAS del miércoles 3 de marzo plantea seis estrategias que resultaron ‘claves’ para el triunfo arrasante del bukelismo en la Asamblea, así como también en las alcaldías y el Parlamento Centroamericano.

La primera fue “la centralidad de la figura presidencial”. NI ancló su estrategia electoral en la popularidad de Bukele: llamó a “votar por la N de Nayib” y a elegir “diputados que trabajen con el presidente”, logrando que muchas personas marcaran la bandera de NI creyendo que votaban por Bukele. El mandatario fue el gran elector, el gane es suyo y de nadie más.

La segunda es “el discurso de odio contra los mismos de siempre”. Bukele y su partido aprovecharon a más no poder el descrédito de la oposición y apostaron por exacerbar al extremo el desencanto, la frustración, el resentimiento, el enojo y el rechazo popular hacia los partidos y políticos tradicionales. La gente votó por NI para “sacar a los diputados corruptos” de los otros partidos.

La tercera fue “la falaz narrativa de fraude”. Para asegurar una alta votación, Bukele y compañía alertaron sobre un supuesto fraude: la frase “votación masiva mata fraude” fue para que la población acudiera masivamente a las urnas. Aunque, al final, fue más determinante la baja votación de los partidos opositores, que el “voto masivo” del bukelismo.

La cuarta es “el gobierno en función proselitista”. El presidente puso a disposición de la campaña de NI cuantiosos recursos, estructuras logísticas, el aparato comunicacional, la publicidad y los programas gubernamentales. Un rol fundamental jugó la entrega de paquetes alimenticios: mucha gente “agradeció” al presidente votando por su partido.

La quinta fue “la campaña de saturación”. El mensaje sencillo, fácil y simple de la campaña bukelista fue omnipresente en medios tradicionales, redes sociales y espacios públicos. Según la organización Acción Ciudadana, NI gastó 9 millones de dólares en difusión de propaganda, monto que representa el 71% del total invertidos por todos los partidos y candidatos.

Y la sexta es “la violación sistemática de la ley electoral”. Las reglas del Código Electoral y las disposiciones constitucionales referidas a procesos electorales representaban un obstáculo para los objetivos de la campaña de Bukele y NI, por tanto decidieron violarlas: incumplieron los plazos para hacer campaña, la prohibición de valerse de cargos públicos para favorecer a partidos o candidatos y hasta el silencio electoral el propio día de las elecciones.

A estas razones podría agregarse una más: el rol de las pandillas. Candidatos de partidos opositores denunciaron que miembros maras les impidieron hacer campaña en los territorios que ellos controlan. Esto tiene sentido tomando en cuenta que, según publicó el periódico digital El Faro, la administración Bukele mantiene acuerdos con esos grupos delictivos.

Como plantea el referido editorial, visto así el ‘golpe democrático’ del presidente Bukele dista mucho de ser democrático. Sin embargo, el resultado es “legal” y representa “la voluntad del pueblo”.

¿Para qué va a utilizar el presidente esta nueva correlación parlamentaria?

ARPAS, en su editorial del 5 de marzo, plantea dos posibilidades: una es que Bukele lo use para gobernar democráticamente, resolver los problemas del país y generar cambios estructurales en favor de la gente; y la otra es que lo utilice para implementar su proyecto autoritario, intransparente, populista y demagógico.

Si el presidente decide hacer lo primero, podría iniciar el desmontaje del modelo económico neoliberal. Esto implicaría las siguientes acciones: aprobar una política fiscal progresiva donde “paguen más quienes tienen más”, mediante impuestos directos al patrimonio de los más ricos, a la gran ganancia empresarial, grandes transferencias financieras y a los bienes y servicios de lujo.

También incluiría cerrar todas las ‘puertas legales’ a la evasión tributaria y derogar o modificar las leyes de Turismo, Zonas Francas, Inversiones, Servicios Internacionales y otras que permiten la elusión fiscal o contienen injustificados privilegios tributarios para las grandes empresas. Además, implicaría renacionalizar las pensiones, revisar las demás privatizaciones y revertir el nuevo mecanismo privatizador de los “asocios público-privados” heredado del gobierno anterior.

Otras acciones positivas de la ‘súper-mayoría’ bukelista serían la aprobación de la Ley General de Agua, la despenalización del aborto en las causales que platean las organizaciones feministas, la prohibición de los agro-tóxicos y la ratificación de la reforma constitucional que reconoce el derecho humano al agua y a la alimentación. Podría legislar para enfrentar las causas estructurales de la pobreza, violencia, migración, deterioro ambiental y demás problemas estructurales.

Así mismo podría elegir a personas idóneas como magistrados de la CSJ, fiscal general, procurador de derechos humanos, magistrados de la Corte de Cuentas, procurador general y miembros del CNJ.

Si, por el contrario, Bukele utiliza negativamente la nueva correlación parlamentaria, le pedirá a sus diputados elegir a funcionarios (magistrados, fiscal, procurador, etc.) genuflexos a sus intereses, en vez de personas capaces, probas e independientes. También profundizará el neoliberalismo aprobando una ley de zonas económicas especiales, manteniendo las leyes de la elusión y aumentando la regresividad fiscal con incrementos al IVA, a los combustibles y otros impuestos indirectos al consumo.

Además, endeudaría aún más al país adquiriendo millonarios préstamos con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos financieros internacionales que impondrán draconianos ajustes fiscales como condición para desembolsar los fondos. Lógicamente tampoco aprobaría la ley de agua, la despenalización del aborto ni demás normativas necesarias. Y lo más peligroso sería que Bukele cambie las reglas democráticas y se perpetúe en el poder.

Entonces, ¿qué pasará realmente?

Es difícil preverlo, pero hay dos aspectos que impiden tener una perspectiva optimista. El primero es lo visto en estos veinte meses de gobierno: irrespeto a las leyes e instituciones, manejo oscuro de los fondos públicos y falta de rendición de cuentas, improvisación, confrontación, propaganda, etc.; y el segundo tiene que ver con las primeras medidas anunciadas: aprobación de la ley de zonas económicas especiales y la contratación de un préstamo de 1,300 ó 2,000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que tendría como condicionantes incrementar el IVA, subir los impuestos a los combustibles, eliminar subsidios a las familias y otras medidas de “reducción del gasto público”.

Lo primero sugiere el peligro de que la nueva correlación parlamentaria le sirva a Bukele para profundizar un estilo de gobierno autoritario, corrupto y demagógico; y lo segundo apunta a que la súper-mayoría bukelista será para profundizar la lógica neoliberal, el endeudamiento externo y ajustes fiscales que afectarán a la gran mayoría de la población, sobre todo a los sectores populares y capas medias.

“Se vale soñar, pero no se puede pedir peras al olmo”, dice el referido editorial. Lo único que queda es “exhortar a la población a no darle cheque en blanco al mandatario y que le exija gobernar en función de las necesidades del país y no para intereses particulares”.