[su_label type=»info»]Columna: COMUNIDAD EN FOCO[/su_label]

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Elizabeth Veras Holland

Al igual que muchos otros en nuestro país, he estado sintiendo mucho coraje, ansiedad y frustración ante nuestra situación política actual. Puede que anteriormente haya referido la importancia de manifestarnos y alzar nuestras voces, pero hace unas semanas la noticias comenzaron a desmoronarme y empecé a sentirme paralizada.

Ahora con estas nuevas órdenes ejecutivas, estoy triste y enfurecida aún más, pero puedo manejarlo. He sido capaz de enfrentarlo. Y todo gracias a una noche especial que pasé hace unas semanas.

Para comenzar, debo poner todo en contexto: había planeado un viaje a Guatemala en noviembre pasado para celebrar mis 29 años. Guatemala es el país de donde mi madre emigró y para ser honesta, nunca había hecho el esfuerzo de entender cómo era su experiencia como inmigrante. Ella emigró hace unos años y me sentí que, realizar este viaje por lo menos podría ayudarme a entender de dónde provino. En el clima político actual, esto me ha parecido especialmente importante.

Sin embargo, no me fue posible viajar. Dos días después de que Donald Trump fuera elegido, mi padre sufrió un derrame cerebral y tomé una licencia de seis semanas para acudir a Nevada a cuidarlo. Él está mucho mejor ahora, incluso hemos llegado a bromear: “Las facturas del hospital cubiertas: ¡Gracias a Obama! El derrame: ¡Porque Trump fue elegido!”

El mundo se sentía realmente pesado en mis hombros, un sentimiento que estoy segura compartimos muchos de nosotros, y me sentí totalmente desolada. ¿Todo estaba volviéndose desalentador? Mi inspiración estaba empezando a menguar y la depresión estaba tomando el mando.

Regresé a San Francisco justo a tiempo para recibir una invitación a la recepción inaugural de la exposición de fotografía ‘Vida latina’ de El Tecolote llevada a cabo el 14 de enero en la Galería Juan R. Fuentes de Acción Latina. Y por mucho que no estuviera lista para asistir a un evento social, Acción Latina se ha convertido en una comunidad para mí, una comunidad que me ha acogido con los brazos abiertos. Mi corazón me decía que me fuera, y le hice caso.

Las recepciones de arte me ponen nerviosa porque en general tienen la reputación de ser “aburridas”. Pero en cuanto llegué, recordé que no era una recepción de arte cualquiera, sino una que celebraba la vida latina, lo que significaba música, baile, cerveza y mucho amor.

Esto estaba claro tan pronto como entré por la puerta. Ya estaba muy lleno el lugar, la Banda Sin nombre, empezando a tocar y la gente charlando.

Me quedé a la entrada por un momento para apreciar todas las imágenes exhibidas en la galería. Vi una bailarina de flamenco, una iglesia, esposas ensangrentadas —cada foto contaba una historia única y si me quedaba observando frente a una lo suficiente, su historia comenzaría a reproducirse en mi mente. A medida que las historias de todas estas imágenes se arremolinaban en mi cabeza, empecé a sentir una profunda conexión. La experiencia que tanto había deseado entender estaba justo ahí frente a mí: la experiencia del inmigrante, el refugiado, de mi madre.

Mi corazón comenzó a palpitar y de repente me sentí muy presente e inspirada. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que sentí esa pequeña chispa de inspiración.

No fue Guatemala, pero se sintió lo bastante cerca cuando Banda Sin Nombre empezó a tocar y todos comenzaron a bailar y celebrar. La música era tan buena que había que bailar, cualquier preocupación por más incómoda que fuera, se fue por la ventana. No pude evitar sentir un profundo sentimiento de solidaridad. Esa conexión permaneció conmigo durante el resto de la noche. Porque estábamos a menos de una semana del Día de la Inauguración y ahí estábamos, bailando y viviendo la vida. Llamé a mi padre después para decirle de la música y que había bailado y visto las fotos más bellas.

Esa noche, cuando volví a llenar mi tanque vacío, recordé que la comunidad es lo que importa y es la que nos mantendrá a flote durante estos tiempos difíciles. Pude recordar que las historias deben continuar siendo contadas en papel y a través de fotografías para que podamos conectarnos e inspirarnos unos a otros. Lo más importante, fui consciente de que a veces sólo tienes que ir a bailar a un lugar que esté llena de latinos para elevar el ánimo.

—Traducción, Katie Beas